13.5.13

Cuche / Ford / Said / Shohat y Stam / Wallerstein


CUCHE - JERARQUIAS SOCIALES Y JERARQUIZAS CULTURALES (1996)

La cultura es un producto histórico, o sea, una construcción en la historia de las relaciones de los grupos sociales entre si. Se transmite de generación en generación.

Las culturas nacen de relaciones sociales que son siempre relaciones desiguales. Existe una jerarquía entre las culturas que es el resultado de la jerarquía social. Las culturas existen dependientemente unas entre si y relacionadas entre si.
Las culturas están originadas en conflictos se desarrollan en la tensión. Las culturas de los diferentes grupos se encuentran en posiciones de fuerza (o de debilidad) unas en relación con las otras. Pero incluso el mas débil nunca se encuentra totalmente fuera del juego cultural.
En un espacio social dado siempre existe una jerarquía cultural. LA cultura de la clase dominante es siempre la cultura dominante( para Marx y para Weber). Para ellos, la fuerza relativa de diferentes culturas en la competencia que las opone depende directamente de la fuerza social relativa de los grupos que constituyen su apoyo.
No debemos hablar de cultura dominante y dominada porque lo que existe en realidad son grupos sociales que están en relación de dominación y de subordinación unos en relación con los otros.
Una cultura dominada es una cultura que en su evolución debe tener en cuenta a la cultura dominante pero puede resistir mas o menos a la imposición cultural dominante
Una cultura dominante no puede imponerse por completo a una cultura dada. Además soportar la dominación no quiere decir consentirla.. Las culturas de los grupos dominados son las “culturas populares”.

Desde el punto de vista de las ciencias sociales , es preciso evitar dos tesis opuestas:

-          minimalista: no le reconoce a las culturas populares ninguna dinámica propia, ninguna creatividad propia.. Las culturas populares son derivados de la cultura dominante, la única legitima.
-          Maximalista: ve a las culturas populares como iguales, incluso superiores a la cultura de las elites. Las culturas populares son autenticas, autónomas.

Las culturas populares no son ni totalmente autónomas ni pura imitación o pura creación. Las culturas populares son culturas de grupos sociales subalternos. Se construyen en situación de dominación. Cuche dice que los dominados reaccionan a la imposición cultural. Las culturas populares no están permanentemente movilizadas en una actividad de defensa.
Si una cultura popular esta limitada a funcionar como cultura dominada, esto no impide que sean una cultura completa basada en valores y practicas originales que le dan sentido a la existencia.

Cultura de masas:

La producción industrial masiva. La producción tiende a suplantar a la creación. El consumo de la cultura producida por los medios masivos de comunicación: los medios de comunicación implican obligatoriamente en el individuo una alineación cultural, una aniquilación de toda capacidad creativa, que no tendría medios para escapar de la influencia del mensaje transmitido.

Existe  uniformidad en el mensaje mediático. Esta comprobado que la penetración de la comunicación mediática es mas profunda en las capas medias que en las clases populares.
Es esencial considerar las condiciones de recepción . Depende mucho de las particularidades culturales

FORD, ANÍBAL (1994) “DE LA ALDEA GLOBAL AL CONVENTILLO GLOBAL”.
  1. Metáforas, hipótesis, incertidumbre

Una de las interpretaciones fuertes que se sigue dando a la metáfora de Mc Luhan “aldea (village) global” implica un concepto de aldea perteneciente a una cultura orgánica, sistémica, homogénea, homeostástica.
Aparte de que las aldeas, las village, los pueblos, no son ni fueron siempre tan orgánicos, opino que esta metáfora no nos explica cómo se están produciendo los procesos de transnacionalización, de globalización, que hoy nos afectan, sus diversificaciones, fragmentaciones y conflictos socioculturas. Cómo, en realidad, no hay una trasnacionalización sino muchas y muy variadas. De ahí que junto a los procesos de globalización y mundialización se den también procesos de fuerte “localización”, territorial y simbólica, de coloquialización y hasta babelización, de avances en la heterogeneización o fragmentaciómncultural.
Toda metáfora implica la búsqueda de un modelo en otro lado, en otra serie, una conexión isomórfica que nos permita explicarnos, ordenar el sentido frente a algo que nos resulta nuevo, inexplicable, o por lo menos no fácilmente formalizable.
McLuhan elaboró su metáfora cuando previó los impactos de un desarrollo tecnológico comunicacional todavía “incipiente”. Vio lo que se venía pero falló en el diagnóstico. Como muchos otros utópicos de la comunicación.
El rol de la metáfora en la invención y la hipótesis es fuerte. Las metáforas nos permiten conjeturar y generar leyes y explicaciones y también diseñar el itinerario de nuestras preguntas.
Las metáforas en algunos casos no son modelos de ruptura y creatividad. Aparte de sus múltiples funciones en la vida cotidiana son vehículo de orden, de control social.
En la metáfora de McLuhan obtura la compresión de muchos procesos que no podemos ubicar bajo el paraguas de una homogenización armónica.
Las tesis que piensan la transnacionalización o la mundialización como mera homogeniezación, siguen vigentes. También sucede que cuando se  abandona la hipótesis de la homogeneización, cuando se percibe la fragmentación, la diversificación, se abandona la idea de la transnacionalización y de globalización de la economía y el poder.
Es cierto que aun no hemos encontrado un sistema productivo de análisis del conjunto homogeneización/heterogeneización/fragmentación que opere políticamente en nuestros proyectos actuales o en su generación, porque como dinámica de la cultura, este conjunto estuvo, está y estará siempre presente. La historia de la cultura es una historia de préstamos y de reelaboraciones, de desestructuración de series y de formación de nuevos conjuntos y unidades. El asunto es qué hacer cuando esto inunda la escena social, como sucede en toda etapa de crisis.

2.Historia de una contrametáfora (de transición)

La idea del “conventillo global”es más un ejercicio que una propuesta. Donde la palabra conventillo se podría remplazar por muchas otras. Voy a narrar su historia, que se originó en un hecho  y en un texto.

            El hecho: antenas caseras

Dando clases en la provincia de Córdoba, me enteré de que las clases populares “construían antenas parabólicas” con budineras. Es decir, las clases populares se las ingeniaban para pescar el satélite robando cable, sin tocarlo. Y ciertamente lo conseguían.
Entonces pensé: que la hipótesis que habíamos trabajado años anteriores de que con el cable se iban a dividir socioeconómicamente los consumos culturales e informacionales era mecanicista, lineal, que no contemplaba las enormes posibilidades, muchas veces aleatoria, que se pueden dar en los procesos culturales. Era cruzada ahora por otros fenómenos no tenidos en cuenta al elaborar la hipótesis. Incluso uno puede conjeturar que los circuitos realmente cerrados y bloqueados de información pueden ser fisurados de maneras mucho más espectaculares.
Vista desde la recepción, desde las culturas receptoras, la idea de que todo esto llevará a la homogeneización me resulta más precaria. Y doy el caso de la Argentina. La Argentina es un país pluricultural. Diacrónicamente, por su constitución inmigratoria masiva; sincrónicamente, por la diversidad de sus regiones, muchas de las cuales comparten un sustrato común con países vecinos.
La Argentina no es un país realmente integrado. Hoy, tiende más bien a desintegrarse, a diferenciarse.
Cruzando esto con la multiplicidad de la oferta comunicacional y simbólica, con la ausencia de políticas culturales, produce un cuadro complejo y diverso, heterogéneo y muchas veces fragmentado, e incluso de aumento en el desconocimiento de su propio país, sobre todo en los planos económicos e institucional y en la relación de estos con la vida cotidiana. Ni aldea, ni país global.
           
El texto: Clifford y el conventillo

El texto que convergió en esta metáfora del conventillo global, en realidad el que lo generó, fue un trabajo sobre la constitución de la subjetividad en dos polacos policulturales, Conrad y Malinowsky.
Clifford hace un análisis de las transformaciones culturales contemporáneas, de la pluriculturalidad, de los efectos de la trasnacionalización y de las migraciones, de las diversificaciones en identidades y consumos. Ahí también plantea una visión que relativiza la homogeneizacíon, también plantea una visión que relativiza la homogeneización: “el futuro es sólo monocultura (...) El mundo está crecientemente conectado, aunque no unificado económicamente y culturalmente”.
Clifford ubica el origen de las pérdidas de homogeneidad, de surgimiento de la pluriculturalidad, de los cruces y las hibridaciones, de “la imposibilidad de operar con el concepto de autenticidad”, en los años posteriores a la Primera Guerra Mundial.
Clifford sostiene que el concepto de que lo individual, la personalidad, la subjetividad se constituyen en una cultura, una lengua, señalando que frente a lo que significaba esto hacia 1900, hoy implica una cosa bien diferente; en el hecho de que, por lo menos en cierta medida, la subjetividad se constituye en una enredada y compleja red de culturas en la cual “los conceptos de lenguaje natural, y si hubiera, cultura natural, se están disolviendo (...) en un mundo con muchas voces hablando al mismo tiempo”.
A partir de 1880 en Buenos Aires había más de dos extranjeros por cada habitante nativo. Estos inmigrantes convivían en el conventillo. Al comenzar 1880 Buenos Aires contaba con 1770 conventillos, y en 1887 superaba los 2835.
Es obvio que los conventillos no albergaban a conjuntos similares. También había similitudes que los cruzaban. Estas radicaban no sólo en la asimilación e imitación del antiguo país criollo, cuando Buenos Aires era La Gran Aldea, sino en las luchas obreras y en el desarrollo pionero de la industria cultural. Buenos Aires era una de las bases más fuertes del movimiento anarquista que lleva adelante más de 200 huelgas por año hacia principios de siglo.
A la homogeneización se opone, como señala Clifford, lo nuevo. No vivimos en la aldea global, sino en un conventillo global.
Al margen de que no está claro que el hombre sea feliz en una aldea sistemática, orgánica, indiferenciada, en esta transnacionalización, disipativa y fractal, puede aparecer alguna lucecita, algún orden que nos ayude, en medio del New Order y de lo que por pocos meses se denominó “la pax norteamericana”. O que evite, por otro lado, la fragmentación total.

3.    Los nudos

Generar lo nuevo, acompañarlo, implica en este caso no proponer un orden o una fórmula.
Significa dispersión, empezar a rastrear los indicios, los gérmenes de nuevos órdenes y unidades, las nuevas diferencias que se vayan produciendo en toda la vida social, los nuevos usos de las instituciones que sobreviven o la emergencia de instituciones nuevas. De ahí la importancia de no aceptar las coberturas homogeneizantes.
Y también de generar las herramientas políticas y epistemológicas que nos permitan “ver” estos procesos. Por eso la apertura transdisciplinaria, no meramente interdisciplinaria, es fundamental, aunque se dé, por momentos, como un bricolage caótico e irrespetuoso. Hay que abrir puertas.
En este marco van apareciendo centros de condensación, nudos críticos, sobre los cuales es todavía necesario trabajar e intercambiar, caminar y discutir. Estos nudos en donde se resquebraja la “aldea global” pueden ser muchos. Voy a puntualizar algunos:

3.1  La frontera y la ciudad

Las hipótesis sobre la globalización homogénea no tomaron en cuenta que las crisis económicas internacionales iban a trasladar enormes contingentes de migrantes pobres hacia las grandes ciudades; que estas iban a comenzar a dividirse entre la ciudad rica y protegida, la ciudad de la privacidad, y las grandes zonas heavy y duras de la marginación y la multiplicidad racial.
Pero por otro lado la relación entre la ciudad, su fragmentación, su crisis, es inseparable del tema de las fronteras, de sus transformaciones. Toda crisis del concepto de frontera es la crisis de los sistemas culturales que son limitados por esa frontera. La vieja metáfora de “fronteras del conocimiento” estuvo siempre emparentada con la crisis de los campos del saber y su relación con la organización social, como sucede ahora. Las ciencias no entran en crisis sólo por su dinámica interna, académica o institucional, sino también por las condiciones de época.
En 1992 la frontera argentino-boliviana me puso en evidencia la crisis de los metarrelatos del desarrollo, de la falta de políticas nacionales de ambos lados de la dispersión territorial o de la constitución o reconstitución de nuevos espacios culturales, del olvido de las regiones. Es decir, no de descentralización orgánica, sino de crisis en los centros. Me estoy refiriendo a las fronteras que actúan, o debieran actuar, integrando proyectos de desarrollo.
La relación entre frontera y ciudad tiene otras connotaciones más concretas. Se puede establecer una conexión estrecha entre las economías informales que negocian en la frontera y las que rodean o cruzan las ciudades..

3.2  La ciudad y los medios

La ciudad no se explica sin los medios, como los medios no se explican sin la ciudad.
Resulta imposible entrar en la problemática de la ciudad, sobre todo en las megaciudades de la migración y la pobreza, de la privacidad y las fronteras internas, sin ponerla en contacto con los medios. Medios y ciudad constituyen, traman, nuestras culturas. Esto, en el caso de América Latina, relativiza las hipótesis de la massmediatización social, tal vez reales en el primer mundo. Las transacciones, controles, interacciones, realimentaciones y fusiones que se dan entre la cultura de los medios y la cultura de las ciudades impiden el tratamiento aislado de cualquiera de los dos temas.
Ciudad y medios producen nuestra cultura. Y es cierta, por lo menos en América Latina, la observación que García Canclini le hace a Verón sobre la massmediatización social, sobre la democracia audiovisual, aunque Verón explicita en varios casos que se refiere a países europeos, mucho más codificados que los nuestros. Nuestra cultura se arma tanto en los medios como en la calle. La cultura de la urbe, sus dinámicas, está fuertemente tramada con la de los medios.
Desde sus primeros procesos de modernización, la ciudad, la urbanización, el desarrollo de la industria cultural y los movimientos políticos estuvieron estrechamente relacionados.

3.3   Traslados y caminos

El traslado, los caminos, las rutas y sus lugares parecieran tener un lugar
secundario. Nuestra cultura está marcada pro el traslado físico. Con sus diferencias: no es lo mismo la cultura del rodar de aquel que va y vuelve, del que vive en las rutas, que la de aquel que se extraña, se exilia, migra, que deja atrás, muchas veces para siempre, su territorio.
El viaje y el viajar conforma una serio que, metafóricamente o isomórficamente, da pie para que razonemos estas culturas que estamos viviendo, nómades, rotativas y tan débilmente atadas a sus territorios. Por eso se me ocurre que la problemática del viaje, del traslado, tal vez sea uno de los centros críticos, e incluso iluminadores, de los temas que nos preocupan.

3.4  La fragmentación de los públicos

Otro tema que considero crítico es el de la diversificación  de la oferta y la
demanda comunicacional y cultural, del consumo de los medios más allá de que estos se alimenten de multinacionales de la cultura y la comunicación fuertemente concentradas en lo económico.
Las nuevas segmentaciones de las audiencias, el crecimiento de los “consumidores nomádicos” es un proceso que hay que trabajar cuidadosamente, y donde también se incluye la fragmentación en el propio uso del medio. Por un lado, conforma un fuerte crecimiento de la pluralidad cultural; por otro, es parte de una estrategia trasnacional.

3.5  Las expansiones culturales

Por último la expansión de algunas temáticas tratadas en la producción massmediática en amplios circuitos. La ciudad marginal y fragmentada, la ciudad subterránea y oscura, cruza todos los circuitos culturales. Pero también la ciudad multirracial, conflictiva, incierta, donde se cocinan o no nuevas identidades, objeto o tema de muchísimos filmes o serios televisivas.
Los fenómenos de expansión, de extensión de una problemática cultural localizada a otras culturas son comunes. Pero no son siempre iguales, aun cuando, en lugar de provenir de los centros top, provengan de ámbitos marginados.
Los procesos de expansión simbólica, apoyados en los medios, conforman uno de los centros de la problemática de desestructuración y estructuración de identidades, problemática que tal vez es captada de manera realmente nueva en la cultura de los adolescentes, que ya han integrado en sus proyectos la crisis, la incertidumbre, el peligro cotidiano, la negociación y el cruce entre la autenticidad y la construcción de verosímiles.
En síntesis, me parece visualizar en estos cinco puntos (ciudad/frontera, ciudad/medios, traslado, fragmentación de los medios, expansiones culturales), en la necesidad de verlos conjeturalmente como un conjunto, las vías para ir formalizando nuestro aporte para la reconstrucción, no solo simbólica, sino también material, de América Latina. Es ahí donde lo que fui analizando se intersecta con lo que debemos plantear y pelear en el plano de lo político, lo económico y lo social. No son los sistemas comunicacionales los que van a resolver los problemas de este mundo donde sobran símbolos pero falta alimento.

SAID, EDWARD (1990): “INTRODUCCIÓN”.
Oriente era casi una invención europea y, desde la antigüedad, había sido escenario de romances, seres exóticos, recuerdos y paisajes inolvidables y experiencias extraordinarias. Lo principal para el visitante europeo era la representación que Europa tenía de Oriente y de su destino inmediato.
Los americanos no sienten lo mismo acerca de Oriente, al que tienden a asociar con el Extremo Oriente (China y Japón, sobre todo). Al contrario de los americanos, franceses y británicos han tenido una largo tradición en lo que llamaré Orientalismo, que es un modo de relacionarse con Oriente basado en el lugar especial que éste ocupa en la experiencia de Europa Occidental. Oriente no es solo el vecino inmediato de Europa, es también la región en la que Europa ha creado sus colonias más grandes, rocas y antiguas, es la fuente de sus civilizaciones y sus lenguas, su contrincante cultural y una de sus imágenes mas profundas y repetidas de Lo Otro. Además Oriente a servido para que Europa se defina en contraposición con su imagen, su idea, su personalidad y su experiencia. Sin embargo nada de este Oriente es imaginario. Oriente es una parte integrante de la civilización y de la cultura material europea. El orientalismo expresa y representa esa parte como un modo de discurso que se apoya en unas instituciones, un vocabulario, unas enseñanzas, unas imágenes, unas doctrinas e incluso unas burocracias y estilos colonias. En contraposición, el conocimiento que América tiene de Oriente parece menos denso.
Cuando hablo de orientalismo me refiero a bastantes cosas, todas ellas dependientes entre sí. La acepción orientalismo más admitida es la académica. Alguien que enseñe, escriba o investigue sobre Oriente es orientalista y lo que él hace orientalismo. El orientalismo sigue presente en el mundo académico a través de sus doctrinas y tesis sobre Oriente y lo oriental.
En cuanto a la tradición académica, existe un significado más general del término Orientalismo. Es un estilo de pensamiento  que se basa en la distinción ontológica y epistemológica que se establece entre Oriente y Occidente.
El tercer significado de Orientalismo se define de una manera más histórica y material que los otros dos. El orientalismo se puede describir y analizar como una institución colectiva que se relaciona con Oriente, relación que consiste en hacer declaraciones sobre él, adoptar posturas con respecto a él; en resumen el orientalismo es un estilo occidental que pretender dominar, reestructurar y tener autoridad sobre Oriente.
En caso de no analizar el orientalismo como un discurso no se comprenderá esta disciplina tan sistemática a través de la cual la cultura europea ha sido capaz de manipular Oriente desde un punto de vista político, sociológico, militar, ideológico, científico e imaginario a partir del periodo posterior a la Ilustración. Por otro lado, el orientalismo mantiene una posición tal que  no creo que nadie que escriba, piense o haga algo relacionado con Oriente sea capaz de hacerlo sin darse cuenta de las limitaciones de pensamiento  y de acción que el orientalismo impone.  En pocas palabras, que por causa del orientalismo, Oriente no fue ( y no es) una tema sobre el que se tenga libertad de pensamiento o acción.
Hablar de orientalismo es hablar de una empresa cultural británica y francesa, un proceso cuyas dimensiones abarcan campos tan dispares como los de la propia imaginación: el territorio total de la India y de los países del Mediterráneo oriental, las tierras y textos bíblicos, el comercio de las especias, los ejércitos coloniales y una larga tradición de administradores coloniales, un impresionante conjunto de textos, muchas sectas orientales, filosofías y sabidurías orientales adaptadas al uso local europeo, etc.
Mi punto de vista es que el orientalismo proviene de una relación muy particular que mantuvieron Francia y Gran Bretaña con Oriente que hasta principios del siglo XIX solo se había limitado a la India y a las tierras bíblicas. Desde el comienzo del siglo XIX, y hasta fin de la segunda guerra mundial,  Francia y Gran Bretaña dominaron Oriente y el Orientalismo.; desde la segunda guerra mundial, América ha dominado Oriente y se relaciona con él del mismo modo en que Francia y Gran Bretaña lo hicieron en otra época. De esta relación proviene el enorme volumen de textos que denomino orientalistas.


II


He comenzado asumiendo que Oriente no es una realidad inerte de la naturaleza. Oriente es una idea que tiene una historia, una tradición de pensamiento, unas imágenes y un vocabulario que le han dado una realidad y una presencia en y para Occidente. Las dos entidades geográficas se apoyan y se reflejan la una en la otra.
Exposición de puntualizaciones: En primer lugar, sería un error concluir que Oriente fue esencialmente una idea o una creación sin su realidad correspondiente. El fenómeno del orientalismo trata principalmente no de la correspondencia entre el orientalismo y Oriente, sino de la coherencia interna del orientalismo y sus ideas sobre oriente.
La segunda puntualización se refiere a que las ideas, las culturas y las historias no se pueden entender ni estudiar seriamente sin estudiar al mismo tiempo su fuerza o sus configuraciones de poder. Creer que Oriente fue creado y creer que tales cosas suceden simplemente como una necesidad de la imaginación, es faltar a la verdad. La relación entre Occidente y Oriente es una relación de poder, y de complicada dominación: Occidente ha ejercido diferentes grados de hegemonía sobre Oriente. Oriente fue orientalizado, no solo porque se descubrió que era “oriental”, según los estereotipos de un europeo medio del siglo XIX, sino también porque se podía conseguir lo que fuera.
Tercera puntualización: no hay que creer que el orientalismo es una estructura de mentiras o de mitos que se desvanecería si dijéramos la verdad sobre ella. Lo que tenemos que respetar e intentar comprender es la solidez del entramado del discurso orientalista, sus estrechos lazos con las instituciones socioeconómicas y políticas existentes y su extraordinaria durabilidad.
El orientalismo no es una fantasía que creó Europa acerca de Oriente, sino un cuerpo compuesto de teoría y práctica en el que se ha realizado una inversión considerable. Debido a esta continua inversión, el orientalismo ha llegado as er un sistema para conocer Oriente.
Gramsci afirmó que la sociedad civil está formada por afiliaciones voluntarias, en tanto que la sociedad política está formada por instituciones estatales cuya función dentro del Estado es la dominación directa. La cultural funciona en el marco de la sociedad civil, donde la influencia de ideas se ejerce por consenso. Así, en cualquier sociedad no totalitaria ciertas formas culturales predominan sobre otras y determinadas ideas son mas influyentes que otras; la forma que adopta esta supremacía cultural es lo que Gramsci llama hegemonía, un concepto indispensable para comprender la vida cultural en el Occidente industrial. Es la hegemonía lo que da al orientalismo la durabilidad y la fuerza de la que he estado hablando hasta ahora.

III


A continuación voy a exponer y explicar los tres aspectos de mi realidad contemporánea para que se pueda comprender cómo me han conducido por un camino determinado a lo largo de la investigación y de la redacción de este estudio.
1.    La distinción entre conocimiento puro y conocimiento político.
Desde un puntos de vista formal y profesional a mi se me denomina
“humanista”, titulo que indica que las humanidades son mi especialidad y que sería improbable encontrar algún tema de interés político en el trabajo que realizo dentro de esta especialidad.
La diferencia entre los “humanistas” y las personas cuyo trabajo tiene una implicación o una trascendencia política se puede ampliar diciendo que las tendencias ideológicas del primero tienen una importancia incidental en la política, mientras que la ideología del segundo es parte consustancial de su material y, por tanto, se da por supuesto que es “política”.
La gran parte de los conocimientos que se producen en Occidente está sometida a una limitación: la idea de que todo conocimiento está constituido por creencias no políticas; por creencias eruditas, académicas, imparciales y suprapartidistas, pero en la realidad, en la práctica es mucho más problemática. Nadie ha inventado un método que sirva para aislar al erudito de las circunstancias de su vida, de sus compromisos con una clase, con un conjunto de creencias. Todo esto influye en su trabajo profesional. En efecto, el conocimiento es algo menos parcial que el individuo que lo produce, por lo tanto, este conocimiento no puede ser no político.
El consenso general y liberal que sostiene que el conocimiento “verdadero” es fundamentalmente no político no hace más que ocultar las condiciones políticas oscuras y muy bien organizadas que rigen la producción de cualquier conocimiento.
Si es cierto que ninguna obra humanística puede permanecer ajena a las implicaciones que su autor tiene en tanto que sujeto humano, determinado por sus propias circunstancias, debe ser cierto que ningún europeo o americano que estudie Oriente puede renunciar a las circunstancias principales de su realidad: que él se enfrenta a Oriente, primero como europeo o americano y después como individuo. Y ser europeo o americano en esta situación no es una realidad intrascendente: ha significado y significa ser consciente de pertenecer a una potencia con unos intereses muy definidos en Oriente.
Pienso que el interés que Europa y América han mostrado hacia Oriente ha sido de orden político. Pero también considero que la cultura creó ese interés que contribuyó, junto con razones políticas, económicas y militares, a convertir Oriente en un lugar variado y complicado dentro del orientalismo.
Por lo tanto, el orientalismo es la distribución de una cierta conciencia geopolítica en unos textos estéticos, eruditos, económicos, sociológicos, históricos y filológicos; es la elaboración de una distinción geográfica básica y también, de una serie completa de “intereses” que crea y mantiene el orientalismo a través de descubrimientos eruditos; es una cierta voluntad o intención de comprender lo que manifiestamente es un mundo diferente; es un discurso que de ningún modo se puede hacer corresponder directamente con el poder político, pero que se produce y existe en virtud de un intercambio desigual con varios tipos de poder político, como el poder intelectual, con el poder cultural, con el poder moral. De hecho, mi tesis consiste en que el orientalismo es una dimensión considerable de la cultura política e intelectual moderna, y tiene menos que ver con Oriente que con “nuestro” mundo.
El orientalismo es una realidad cultural y política, lo que significa que no existe en un espacio vacío carente de archivos.
El orientalismo nos sitúa cara a cara con el hecho de reconocer que el imperialismo político rige todo un campo de estudios, de imaginación y de instituciones académicas, de tal modo que es imposible eludirlo desde un punto de vista intelectual o histórico.
Mi tesis es que toda investigación humanística debe establecer la naturaleza de esta relación en el contexto específico de su estudio, de su tema, y de sus circunstancias históricas.

2.    La cuestión metodológica

No existe algo dado o fácil de encontrar que pueda ser considerado como
un punto de partida: los principios tiene que establecerse de acuerdo a cada proyecto.
El acto de comenzar implica un acto de delimitación. Esta noción de delimitación inicial es la problemática, una unidad determinada y específica de un texto o de un grupo de textos que ha surgido a través del análisis. Pero, en el caso del orientalismo, no solo existe el problema de encontrar un punto de partida o problemática, sino también el de designar que textos, autores y períodos son los que más convienen al estudio.
Mi punto de partida ha sido la experiencia británica, francesa y americana en Oriente, las bases históricas e intelectuales que la hicieron posible y sus cualidades y características.
Hay un especto en el que mi estudio no es acertado: no analizo de manera exhaustiva los progresos eruditos alemanes.
Lo que el orientalismo alemán tenía en común con el anglo – fracés y con el americano era una especie de autoridad intelectual sobre Oriente dentro de la cultura occidental.
Para realizar un estudio sobre la autoridad intelectual, mis recursos metodológicos son la localización estratégica,  que es una manera de describir la posición que el autor de un texto adopta con respecto al material oriental sobre el que escribe, y la formación estratégica, que es una forma de analizar la relación entre los textos y el modo en que los grupos, los tipos y los generos de textos adquieren entidad, densidad y poder referencial entre ellos mismos y dentro de toda la cultura. Utilizo la noción de estrategia para definir el problema de cómo un escribir debe abarcar el tema Oriente, como aproximarse a él, como definir su posición respecto del tema. Sin embargo, cualquier escritor que trate de Oriente asume algún precedente oriental.
 Mi preocupación por la autoridad presupone un análisis de su superficie, de la exterioridad con relación a lo que describe. El orientalismo se fundamente en la exterioridad, es decir en el hecho de que el orientalista hace hablar a Oriente, lo describe y ofrece sus misterios a Occidente.
Otra de las razones que me llevan a insistir en la idea dela exterioridad es mi necesidad de aclarar que lo que comúnmente circula por la cultura no es “la verdad” sino sus representaciones.
           
3.    La dimensión personal

Al estudiar el orientalismo he pretendido hacer el inventario de las huella
que ha dejado en mí la cultura cuya dominación ha sido un factor muy poderoso en la vida de todos los orientales.
A lo largo de mi trabajo he intentado mantener un espíritu crítico y emplear los instrumentos de investigación histórica, humanística y cultural de los cuales mi educación me ha hecho un afortunado beneficiario. Nada de esto me ha hecho perder contacto con mi realidad cultural ni con la implicación personal de ser “un oriental”.

SHOHAT, ELLA Y ROBERT STAM (1994) “INTRODUCCIÓN” Y “TROPOS DEL IMPERIO”.
 
Los años recientes han sido testigos de enérgicos debates acerca de los temas de discusión, interrelacionados, del eurocentrismo, el racismo, y el multiculturalismo. Estos debates han invocado algunas palabras: “lo políticamente correcto”, “políticas indentitarias’, “postcolonialismo”.
“Despensando el eurocentrismo” hace foco en el eurocentrismo y el multiculturalismo en la cultura popular. Ha sido escrito con la esperanza apasionada deque una concientización de los efectos intelectualmente debilitantes del legado del eurocentrismo es indispensable no solo para comprender las representaciones mediáticas contemporáneas, sino también las subjetividades contemporáneas. El eurocentrismo es caracterizado como “sentido común”. Se asume que la filosofía y la literatura son la filosofía y la literatura europea.
Las civilizaciones “occidentales” son enseñadas sin hacer referencia al rol central del colonialismo europeo dentro de la modernidad capitalista. Tan enclavado está el eurocentrismo en nuestra vida cotidiana que a menudo pasa desapercibido.
Los neoconservadores caricaturizan el multiculturalismo como un llamado al rechazo de los clásicos europeos y de la “civilización occidental como un área de estudio”:: el multiculturalismo es una perspectiva paradigmática singular en la cual Europa es vista como la única fuente de significado.
El eurocentrismo representa el mundo desde un único punto privilegiado, Mapea el mundo en una cartografía que centraliza y aumenta Europa al mismo tiempo que achica Africa. El “Este” se divide en el “Cercano”, “Medio” y “Lejano”.
El eurocentrismo bifurca el mundo entre “Occidente y el resto” y organiza el lenguaje cotidiano dentro  de jerarquías binarias aduladoras de Europa: nuestras “naciones”, sus “tribus”, nuestra “religión”, etc.
El eurocentrismo emergió primero como la reacionalización discursiva del colonialismo, el proceso por el cual poderes europeos enriquecieron posiciones de hegemonía en muchos lugares del mundo.
El eurocentrismo es una forma rudimentaria de pensamiento que se filtra y estructura las prácticas y representaciones contemporáneas, aun luego del final formal del colonialismo. Los discursos colonialistas y eurocéntrico están íntimamente entrelazados, aunque los términos tienen un énfasis distintivo.
Los vínculos del eurocentrismo con ese proceso están oscurecidos en una clase de oculta epistemología.
El discurso eurocéntrico es complejo, contradictorio e inestable. El eurocentrismo puede ser visto como comprometido en una cantidad de tendencias u operaciones intelectuales que se refuerzan mutuamente:
  1. El discurso eurocentrico proyecta una trayectoria histórica lineal. Da cuenta de la historia como una secuencia de imperios. En todos los casos, Europa, sola y sin ayuda, es vista como el “motor”del cambio histórico progresivo: inventa la sociedad de clases, el feudalismo, el capitalismo y la revolución industrial.
  2. El eurocentrismo atribuye a “Occidente” un progreso inherente a través de las instituciones democráticas.
  3. El eurocentrismo minimiza las practicas opresivas de Occidente mirándolas como contingentes, accidentales, excepcionales. El colonialismo, el trafico de esclavos y el imperialismo no son vistos como catalizadores fundamentales del desproporcionado poder de Occidente.
  4. El eurocentrismo se apropia de la producción material y cultural de los no europeos mientras niega ambos logros y su apropiación, de este modo consolida su sentido del ser y glorifica su propia antropología cultural.

En suma, el eurocentrismo limpia la historia occidental mientras patroniza y demoniza lo no occidental en términos de sus deficiencias, reales o imaginadas.
Nuestra crítica al eurocentrismo se dirige no a los europeos como individuos sino hacia la relación dominante, históricamente opresiva, de Europa con sus “otros” internos y externos.
Aunque eurocentrismo y racismo está históricamente enlazadas no son de modo alguno igualables, por la simple razón de que el eurocentrismo es el consenso “normal” sobre la visión de la historia que la mayoría de los primer – mundistas y muchos de los tercer mundistas aprenden en la escuela y del que se saturan a través de los media.  El eurocentrismo es un posicionamiento implícito más que una postura política conciente.
Un multiculturalismo ani-etnocéntrico, desde nuestra perspectiva relativiza a Europa, viéndola como una ficción geográfica que aplasta la diversidad cultural incluso dentro de Europa. Europa siempre ha tenido sus propias regiones periféricas y comunidades estigmatizadas.
El pensamiento eurocéntrico, desde nuestro punto de vista, es despreciativo de un mundo que ha sido largamente multicultural. A veces, incluso los multiculturalistas entrevén los temas desde una angosta rejilla nacional y excepcionalista.
La “multiculturariedad” no es un monopolio de los Estados Unidos, no el multiculturalismo es el “asistente” de la política identitaria de ese país. Virtualmente, todos los países y regiones son multiculturales.
Para nosotros, el multiculturalismo significa ver la historia del mundo y la vida social contemporánea desde la perspectiva de la igualdad radical de los pueblos en estatus, potencial y derechos. El multculturalismo no solo descoloniza la representación en términos de artefactos culturales, sino también en términos de las relaciones de poder entre las comunidades.          
Nuestra propuesta es aquí hacer conexiones. Mientras los media trata el multiculturalismo como una causa popular reciente, nosotros fundamos nuestra discusión en la larga historia de la opresión en múltiples lugares.
Nos remontamos el discurso colonialista hasta 1492, relacionando representaciones dela “historia antigua” con representaciones contemporáneas. Hacemos conexiones en términos espacio/temporales; en términos disciplinarios; en términos intertextuales; en términos conceptuales relacionando temas del colonialismo, imperialismo y nacionalismo del tercer mundo y de raza, etnicidad y multiculturalismo.
Nuestra gran meta es “multiculturizar’ el campo de los estudios culturales a menudo desprovistos de contenido multicultural sustantivo.
La naturaleza global del proceso de colonización, y el crecimiento global de los media contemporáneos obligan virtualmente a la critica cultural a moverse mas allá del restrictivo marco de la nación – estado. Pero aunque tratamos de poner los temas multiculturales en un contexto global, no nos proponemos cubrir el globo con una orgullosa banda imperial. Nuestro llamado a “pensar globalmente” no implica que los estudiosos individuales se deban convertir en conocedores omniscientes de múltiples materias, pero si la designación de un proyecto colectivo.
Los media contemporáneos forman identidades: de hecho muchos argumentan que ellos existen ahora muy cerca del verdadero corazón de la producción de identidad. Los media “desterritorializan” el proceso de imaginar comunidades. Así como los media pueden “alterizar” culturas también pueden promover coaliciones multiculturales. Los media, hoy en día, están más multicentrados con el poder no solo de ofrecer representaciones compensadas, sino también de abrir espacios paralelos para la transformación simbólica multicultural.
El cuarto capítulo, “Tropos del Imperio” se concentra en las operaciones tropológicas del eurocentrismo como sustrato  figurativo dentro del discurso del imperio. Sugerimos que el discurso eurocentrico a menudo opera a través de metáforas, tropos y figuras como la animalización, infantilización, y otras más.
           
Capítulo 4 “Tropos del imperio”
           
Dentro del discurso colonialista, metáforas, tropos y motivos alegóricos juegan un rol constitutivo en la “(con)figuración” de la superioridad europea. Según White, los tropos son “el  alma del discurso”, el mecanismo son el cual el discurso “no puede hacer su trabajo ni lograr su fin”. Aunque los tropos pueden ser represivos también constituyen un lugar contestatario: cada uno está abierto a la perpetuación, al rechazo o a la subversión.
Las operaciones tropológicas conforman una clase de sustrato figurativo dentro del discurso del imperio. Uno de los tropos colonialistas clave fue el de la “animalización”. Este fue enraizado en una tradición religiosa y filosófica que dibujó claros límites entre lo animal y lo humano, donde todas las características del ser, similares a las de los animales, debían ser suprimidas.
El tropo de la animalización incursiona en el discurso actual de los media, influenciando actitudes hacia los pobres y los hombres, muchos de ellos gente de color, “incapaces” para sobrevivir y que, por lo tanto, merecen la lastimosa vida de “miserables que son pobres y están desnudos”.
La animalización forma parte del gran y más difuso mecanismo de naturalización: la reducción de lo cultural a lo biológico, la tendencia de asociar lo colonizado con lo vegetativo y lo instintivo más que con lo aprendido y lo cultural. “El hombre se convierte en hombre en oposición a la naturaleza”.
El discurso colonialista es proteico, múltiple, ya que adopta retóricas diversas e incluso contradicciones. Varia con la región, con el período histórico y con las necesidades ideológicas del momento. Puede condenar el mundo árabe por vestirse de más y al mundo indígena por vestirse de menos.
El tropo de la infantilización proyecta lo colonizado materializado corporalmente una etapa temprana del ser humano o del desarrollo cultural. Los científicos racistas intentaron “probar’ que los adultos negros eran anatómica e intelectualmente idénticos a los niños blancos. El habito racista de llamar “niños” a los hombres colonizados son la marca lingüística de esa actitud [de infatilización].
           
Adanes en la tierra virgen

La “misión civilizadora”de Europa se ha entretejido siempre oponiendo entrelazadamente las narrativas de la penetración del Oeste que invitan al paisaje virginal y las de la resistencia a la naturaleza libidinosa. Samuel Eliot Morison narró la conquista de América con un lenguaje sexual.
El colonialismo delimitó lugares “periféricos” y sus habitantes por sus nombres indígenas “impronunciables” y los categorizó con nombres que los marcaban como propiedad colonial.

Mapeando la terra incógnita

El cine eurocéntrico narra la penetración en el Tercer Mundo a través de la figura del “descubridor”. El estatus del héroe se transmuta en el del viajero quien domina una nueva tierra y sus tesoros cuyo valor habían desaprovechado los residentes “primitivos”. Esta construcción de la conciencia del “valor” como un pretexto para adueñarse es lo que legitima el acto de apropiación del colonizador.
El aura de la cientificidad ha inscripto imágenes de mapas y de globos y también ha ayudado a legitimar las narrativas coloniales sobre las islas con tesoros. El crecimiento de las ciencias geográficas inspiró numerosas narrativas sobre el mapeado de nuevas regiones.

Excavando el continente oscuro

El retrato de una región “Tercer mundo”como subdesarrollada es a menudo reforzado por el reduccionismo tropográfico que configura a Oriente como desértico y, metafóricamente, como triste. El desierto, un frecuente motivo verbal y visual en las películas orientales, conforma un telón de fondo atemporal cuya historia está agotada. Mientras los árabes son asociados con el subdesarrollo, los occidentales lo son con los pioneros productivos, creativos, con la redención masculina de la naturaleza salvaje. Una polaridad geográfico – simbólica, culturalmente sobredeterminada, sobre  un eje doble Este/Oeste y Norte/Sur, conforma las películas colonialistas.
El cine eurocéntrico ha dado forma a una ecología visual del “Este” y/o del “Sur” del primitivismo irracional e instintos peligrosos. La tierra estéril y las arenas resplandecientes metaforizan las pasiones “calientes”no censuradas y expuestas del Oriente: el mundo que no tiene control de si mismo.
Por otro parte, el rol de África en la escritura anticolonial ilumina las metáforas de luz / oscuridad y los tropos del descubrimiento. El (re) descubrimiento de África por los intelectuales de la diáspora africana, desde el movimiento de la negritud, siempre revirtió las nociones de descubrimiento europeo y burla colonial.
           


La fantasía del rapto y del rescate

El topos del rescate es un lugar crucial en la batalla sobre la presentación en el discurso colonial. El imaginario occidental no solo ha rendido metafóricamente a la tierra colonizada como a una mujer que debe ser salvada de un desorden ambiental y mental, sino que también ha dado prominencia a las narrativas mas literales del rescate, específicamente de las mujeres occidentales y no occidentales del rapto de los árabes polígamos, los negros libidinosos y los machos latinos.
La figura del raptor oscuro, como la del caníbal africano, cataliza el rol narrativo de liberador occidental como integrante de la fantasía colonial del rescate. En el caso del Oriente, lleva también melodías teológicas de la inferioridad del mundo islámico poligámico frente al mundo cristiano, reducido al predicador célibe o a la pareja monogámica.
En las jerarquías sexuales cromáticas de las narrativas coloniales, los hombres y mujeres blancos ocupan el centro de la narrativa, donde la mujer blanca es el objeto del deseo tanto de los protagonistas como de los antagonistas masculinos. Las mujeres del Tercer Mundo son marginadas, apareciendo como subalternas sexualmente hambrientas.
El exotizar y erotizar el Tercer Mundo le permitió a la imaginería imperial desarrollar sus propias fantasías de dominación sexual. Aun cuando no involucra rapto, la interacción erótica en las películas anteriores a los 60’estuvo severamente limitada por los códigos del apartheid racial.
La construcción “tercermundista” de lo “nacional”desvía y subvierte la perspectiva colonial: mientras que el discurso colonialista se repliega en un lenguaje sexual para articular su noción de progreso, la crítica anticolonial llama la atención acerca de la historia elidida del rapto de las mujeres del Tercer Mundo. Aun cuando afirman la nación como un cielo para “nuestras” mujeres, el anticolonialismo también adhiere a la fantasía masculina del rescate.

El imaginario del harem


Las imágenes del harem ofrecen un “ábrete Sésamo”a un alucinante y atormentante mundo prohibido, visto como infinitamente deseable por el instinto primitivo presumiblemente innato de todos los hombres.
El topos del harem en la cultura popular contemporánea se asemeja, por supuesto, a la larga historia de las fantasías orientalistas. En realidad, los viajeros occidentales han tenido poco acceso a los harems: de hecho, la etimología árabe de la palabra “harem” se refiere a algo “prohibido” y “sagrado”. Mientras los textos occidentales delinean la vida del “harem” con la precisión de una confidencia, las punturas de estudio de los orientalistas europeos son pintadas sin visitar Oriente.
El discurso eurocéntrico ha definido el harem como un espacio dominado por el hombre, un signo de “despotismo” oriental, mientras otras perspectivas han enfatizado el harem como sitio privilegiado dela interacción femenina.
           

Las odisea del desierto


Aunque la narrativa imperial es masculina, el rol ambiguo de los personajes femeninos europeos, como en el caso del harem, complican el análisis. Aquí la intersección de los discursos colonial y de género produce un cambio de modo tal que asumen temas contradictorios. Ya sea como viajante, como pobladora, enfermera o científica, el personaje de la mujer occidental puede construir el “centro” y la “periferia”, la identidad y la alteridad.
 En las narrativas imperiales una mujer puede estar subordinada a un hombre occidental y aun así, ejercer dominación sobre las mujeres y hombres no occidentales.
El discurso colonialista acerca del género tiene a las mujeres occidentales ocupando una posición de relativo poder, en la superficie del texto, pero solo como portadoras de una mirada mas colonial que sexual.

WALLERSTEIN, IMMANUEL (1991) “LA CONSTRUCCIÓN DE LOS PUEBLOS: RACISMO, NACIONALISMO Y ETNICIDAD”.
Se sabe que si se plantea la pregunta abierta ¿“qué eres”? a individuos que pertenecen al mismo “pueblo”, las respuestas serán de una variedad increíble.
Todos los días hay gente que se mata por denominaciones. Los mismo que actúan de ese modo suelen negar que la cuestión sea compleja o desconcertante, para ellos es obvia.
En Sudáfrica, el gobierno proclamó por ley la existencia de cuatro grupos de “pueblos”, cada cual con su nombre: europeos, indios, mestizos y bantúes. Las personas residentes en Sudáfrica están clasificadas administrativamente en una de estas cuatro categorías y, en consecuencia, sus derechos políticos y sociales son diferentes.
Son muchas las personas que en Sudáfrica se oponen a este proceso de categorización legal conocido como apartheid. En los comienzos, las personas que se oponían al apartheid crearon organizaciones circunscriptas a cada categoría. Estas organizaciones crearon después una alianza política y trabajaron juntas.
El Congreso Nacional Africano (ANC) representaba a quienes el gobierno denominaba bantues, y comenzó a aplicar el termino “africane” a todos los no “europeos”.
La categoría de “mestizo” ha sido sin duda la más molesta de las cuatro. Este “grupo” estaba constituido por los descendientes de los diversos tipos de unión posibles entre africanos y europeos. Los “mestizos” eran principalmente los denominados “mulatos” en otros lugares, que en los Estados Unidos siempre han sido considerados parte integrante de la “raza negra” desde la perspectiva de las leyes hoy extinguida que regulaban la segregación racial.
El término “supuesto mestizo” era empleado habitualmente entre los jóvenes como expresión popular de rechazo hacia la terminología del apartheird, dice un lector la publicación Sechaba, que firma con las iniciales de P.G.
El término “mestizo” fue una etiqueta de exclusión impuesta por la Ley de Registro de la Población de 1950 que la define “como aquel que en apariencia no es obviamente blanco ni indio y que no pertenece a una raza aborigen o tribu africana”.  Se daba el nombre de mestizos a aquellos que eran considerados marginales.
El europeo Arnold Selby introdujo una serie de categorías que distinguían entre “naciones” y “minorías nacionales”, y sostiene que los mestizos constituyen una minoría nacional oprimida, diferenciada e identificable. La definición, la terminología del término mestizo no han  sido elegidas por los mestizos sino que les han sido impuestas por regímenes nacidos de las sucesivas oleadas de agresiones, penetración y asentamiento  en Sudáfrica de las naciones burguesas de Europa, en sus fases comercial e imperialista, y después de la fundación del estado agresor sudafricano en 1910.
Empleando o no el termino “supuesto”, la realidad es que en Sudáfrica hay una minoría nacional mestiza oprimida. En mi opinión, no es incorrecto emplear “supuesto”, siempre que se haga en el contexto adecuado para trasmitir el autético significado y se ponga entre comillas. No se puede rechazar la realidad de la existencia de los mestizos como nación minoritaria oprimida.
La postura de Selby es distinta de la de PG. Ambos aceptan el empleo de “supuesto” antes de mestizo. PG lo hace porque los mestizos no existen, mientras que Selby cree en su existencia como pueblo a los que denomina “minorías nacionales”.
Es cierto que existe un fenómeno trascendente llamado pueblo mestizo. El término pueblo no se emplea con frecuencia. Las tres más corrientes son “raza”, “nación” y “grupo étnico”.Se entiende que una “raza” es una categoría genérica, dotada de una forma física visible. Una “nación” es una categoría cultural, vinculada de algún modo a las fronteras reales o posibles de un Estado. Un “grupo étnico” es una categoría cultural, definida por ciertos comportamientos persistentes que se transmiten de generación en generación y que no están vinculados a los límites del estados. Los tres términos se emplean con una incoherencia terrible. Al emplearlos se hace para indicar cierto fenómeno persistente que no solo tiene gran repercusión en el comportamiento actual, sino que ofrece una base para respaldar las reivindicaciones políticas del momento. Un pueblo es como es o actúa como lo hace debido a sus características genéticas, su historia sociopolítica o sus normas y valores “tradicionales”.
Cada una de las tres categorías corresponde a uno de los rasgos estructurales básicos de la economía – mundo capitalista. El concepto de “raza” está relacionado con la división axial del trabajo en la economía – mundo; es decir, la autonomía centro – periferia. El concepto de “nación” está relacionado con la superestructura política de este sistema histórico, con los Estados soberanos que constituyen el sistema interestatal y se derivan de él. El concepto de “grupo étnico” está relacionado con la creación de las estructuras familiares que permiten que buena parte de la fuerza de trabajo se mantenga al margen de la estructura salarial en la acumulación de capital.
La división axial del trabajo en el seno de la economía – mundo ha engendrado una división espacial del trabajo. Hablamos de una antinomia centro-periferia constitutiva de esta división del trabajo.
Tendemos a llegar con el tiempo a una situación en la que algunas zonas del mundo sean esencialmente el escenario de los procesos de producción centrales mientras que otras lo son de los periféricos.
La diferenciación espacial a escala mundial tomó inicialmente la forma política de la expansión de una economía – mundo capitalista que llegó a todo el planeta. Fue el fenómeno conocido como la “expansión de Europa”.
A medida que la economía – mundo capitalista sobrepasó su localización europea inicial, a medida que las concentraciones de los procesos de producción del centro y la periferia fueron cada vez más dispares, las categorías “raciales” comenzaron a cristalizarse en torno a ciertas denominaciones.
El número de categorías es una decisión social. Lo que observamos es que, a medida que aumentaba la polarización, el número de categorías se fue reduciendo.
La raza y el racismo son la expresión, el motor y la consecuencia de las concentraciones geográficas asociadas a la división axial del trabajo.
La raza no es la única categoría de la identidad social que utilizamos. Aparentemente, ella sola no basta ya que también empleamos la de nación. La nación se deriva de la estructuración política del sistema – mundo.
A partir del momento en que comenzó a funcionar el sistema interestatal surgieron en muchas zonas movimientos nacionalistas que exigían la creación de nuevos Estados soberanos, y estos movimientos alcanzaron a veces sus objetivos.
Los Estados soberanos tienen problemas de cohesión, por eso es necesario que se cree paralelamente una “nación” o un “pueblo”. Las amenazas disminuyen cuando se desarrolla el sentimiento “nacional”. El nacionalismo es la expresión, el motor, la consecuencia de estas uniformidades al nivel del Estado.
Hay otra razón para explicar el auge del nacionalismo. El sistema interestatal es un sistema jerárquico regido por la ley del más fuerte y estable aunque susceptible de modificación. Las desigualdades significativas y firmes aunque no inmutables son precisamente procesos que conducen a ideologías capaces de justificar una posición privilegiada en la jerarquía, aunque también a poner en cuestión las posiciones inferiores. Ese tipo de ideologías se llaman nacionalismos. Para un Estado, no ser una nación significa estar al margen del juego, o bien favorecer la alteración de su rango u oponerse a ella. Pero entonces ese Estado no formaría parte del sistema interestatal.
Si preguntamos de qué sirve tener dos categorías –razas y naciones- en lugar de una, vemos que mientras la categorización racial apareció como medio de expresar y consolidar la antinomia centro-periferia, la categorización nacional apareció inicialmente como medio de expresión de la competencia entre los Estados en la lenta aunque regular permutación del orden jerárquico, y por tanto del grado pormenorizado de ventaja en el sistema frente a la más tosca clasificación racial.
La raza y el racimos unifican las zonas centrales y las zonas periféricas, cada una dentro de su área geográfica, en las luchas que las enfrentan, mientras que la nación y el nacionalismo dividen las zonas centrales y las zonas periféricas en la mas compleja competencia intraregional e interregional por modificar su posición jerárquica.
El concepto de “grupo étnico” está relacionado en la práctica con las fronteras del Estado al igual que el concepto de “nación”, pese a que esto no se incluye nunca en su definición. La única diferencia es que el Estado tiende a tener una nación y muchos grupos étnicos.
La cultura de un grupo étnico es el conjunto de reglas que los padres pertenecientes a ese grupo étnico se sienten obligados a inculcar a sus hijos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario