13.5.13

Morley - Teoría de las audiencias activas péndulos y trampas

Aquí Morley critica a Fiske y a aquellos que creían que la audiencia rutinariamente modifica o desvía cualquier ideología dominante reflejada en el contenido de los medios.
Efectivamente, Fiske sostenía que los consumidores eran activos porque hacían lecturas críticas/oposicionales de las formas de la cultura dominante, percibiendo los mensajes ideológicos en forma selectiva/subversiva. Contra esto, Morley cree que, para un análisis correcto de las audiencias, hay que rescatar el poder de los medios.

Releyendo la Teoría de la Audiencia

En la investigación sobre el consumo de los textos de los medios, Morley cree que debería retornarse al meollo de la cuestión que es, como bien planteó Martín-Barbero, "comprender la textura hegemonía/subalaternidad, resistencia/sumisión y oposición/complicidad".
Lo que podían dar a entender las hipóstesis de Fiske, Corner y Curran, entre otros investigadores, era que las formas de resistencia interpretativa estaban más extendidas que la subordinación y reproducción de significados dominantes.
Para Morley, esos trabajos que documentan la "autonomía de la audiencia", que realiza lecturas optimistas/redentoras, consideran erróneamente una ausencia total de la influencia de los medios en la "democracia semiótica" del pluralismo moderno. La postura de investigadores norteamericanos como Fiske es optimista porque supone que la gente habitualmente esa el contenido de los medios dominantes en su contra para investirlos de poder a ellos mismos.
Al mismo tiempo, el concepto de democracia semiótica sostenido por Fiske se presenta como un modelo de "competencia perfecta" que borraría las relaciones de poder y, por ende, no permitiría comprender el funcionamiento real del campo cultural. Para Murdock y Morley, algunos de estos investigadores opinan así porque son portavoces respaldados por las corporaciones mediáticas y de publicidad.

La decodificación al rescate

Para los investigadores norteamericanos de la audiencia activa, cualquier cosa que el mensaje codifique no parece tener mucha importancia porque la decodificación viene al rescate. La dominación de los medios es, desde esta óptica, débil e ineficaz porque la gente es capaz de construir sus propios significados y placeres.
Morley pretende desplazar el debate de la audiencia en torno a tontos/críticos culturales porque tiende a creer que la recepción es la única instancia del proceso de la comunicación que importa. De esta manera, ese debate justifica el descuido de las cuestiones que conciernen a las fuerzas económicas, políticas e ideológicas que actúan en la constitución de los textos.
Al equiparar la instancia de producción con la de consumo ignora las estrategias de los poderosos y las tácticas de los débiles. Tampoco tiene en cuenta la diferencia entre tener poder sobre el texto y poder sobre la agenda dentro de la cual ese texto es construido y presentado.
Para Morley, el poder de los espectadores para reinterpretar significados es difícilmente equivalente al poder discursivo de las instituciones centralizadas de los medios para construir los textos que después el espectador interpreta. Lo activo no es equivalente a lo poderoso.

Entre lo Micro y la Macro

Para Morley, los trabajos considerados etnográficos sobre el consumo de medios constituyen micronarrativas que no tienen en cuenta ningún marco macropolítico o cultural efectivo. Pero la corriente contraria corre el peligro de plantear mal la relación entre lo micro y lo macro.
Las críticas que equiparan lo macro con "el poder de los medios" (lo real) y lo micro con "los microprocesos de las relaciones del ver" (lo epifenoménico) son equivocadas pues las estructuras macro sólo pueden ser reproducidas a través de los microprocesos. Fue así como arrancó la escuela de Birmingham con los estudios culturales: analizando las diversas formas de reproducción del poder cultural hegemónico.

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