El individuo conoce y constituye su subjetividad
según su propia interpretación de la interacción de sí mismo con los otros, y
también de la actuación e interpretación de los otros.
Para Goffman, “la interacción posee sus mecanismos
autorreguladores, que mantienen el orden: el orden de la interacción; pero
estos mecanismos autorreguladores son
tan frágiles como el orden que protegen. El mundo social es precario: nunca tiene garantizado el orden. En
el caso de la interacción, los actores harán cualquier cosa para evitar la
sanción que afecta tanto a las víctimas como a los causantes cuando éstos
infringen las reglas, provocando el
desorden. Y así, con preferencia a sanciones que podrían precipitar a todos los
participantes a una desorganización mayor aún, las víctimas de una ofensa
adoptan una actitud indulgente “compromiso de conveniencias”
Para Goffman, es preferible entender la
interacción como un orden que permite librar una guerra fría". Habla sólo de un tipo de orden social, el
que ve en la interacción.
Se ocupa en especial de la interacción a la que
llama “conversacional”; se fija como
objeto el lenguaje como conducta, no como producto, es decir, no el enunciado
de un discurso sino la forma de producirlo, en la medida en que sostiene que
comunicar es una forma de hacer.
Para Goffman, cuando fija como objeto de análisis el lenguaje en acto, no es para
limitarlo al lenguaje oral, referencial e intencional: incluye también las
diversas formas de la “conducta expresiva”, a la que se podría calificar de
“espontanea”, y cuyo soporte es el propio cuerpo hablante. El lenguaje oral y
el lenguaje no oral se encuentran dentro de una misma entidad, la conducta
comunicativa”.
Tradicionalmente,
lenguaje verbal o comunicación y acción estaban separados.
En 1916, Saussure expone como premisa fundamental
del posterior edificio lingüístico la
concepción binaria del lenguaje, con la distinción entre lengua y habla.
Asegura que sólo la lengua, ordenada y expuesta, puede ser objeto de estudio,
ya que el habla, no aparece como objeto seguro.
En1962 Austin se plantea “como hacer cosas con
palabras”: cuando digo “prometo” o
“juro” no solo emito un enunciado verbal: también se trata de una acción, el
acto mismo de prometer. Austin llama a este tipo de enunciados, que realizan a
la vez una acción, enunciados performativos. En1969, subraya la dimensión performativa de la comunicación verbal
y considera que la teoría del lenguaje
tiene que estar integrada a la teoría de la acción: todos los enunciados tienen
valor ilocutorio. El objeto ahora será el sentido comunicado.
La comunicación es
comunicación social
En el acto comunicativo se produce una interacción
entre varios individuos, interacción del orden de lo simbólico que construye
las diversas instancias de las redes sociales. Cuando se concibe la
comunicación como actividad social, se coloca un mecanismo de orden superior
por encima de la comunicación (inter) individual.
Comunicación social, constituye el conjunto de los códigos y las reglas
que hacen posible y mantienen en la regularidad y la previsibilidad de las
interacciones y las relaciones entre los miembros de una misma cultura. La comunicación en la sociedad es
permanente: no se sostiene en la acción de un individuo, permite que la
acción individual se inserte en una continuidad. El individuo es visto como un “actor social”, como un participante de
una entidad que lo subsume.
Las actividades
comunicativas son actividades de control, de confirmación, de “integración”,
donde la redundancia juega un papel importante.
En la medida en que el individuo es un actor social,
el contexto situacional adquiere un estatus fundamental. Por ello, lo que
interesa es trabajar sobre el contexto y el significado. Ningún significado es
fijo; ningún elemento es unívoco.
Metáforas de la interacción: juego y ritual
En la teoría de la
comunicación como interacción la metáfora fuerte es la del juego: así se fijan
las reglas, el rol de los interlocutores y las apuestas, las ganancias, se
establece qué es lo que está en juego.
Bateson (1956) la actividad lúdica requiere la posibilidad de usar un marcador metacomunicativo, el mensaje “esto
es un juego”.
Para Bateson, toda
comunicación implica la existencia de un mensaje metacomunicativo que da las
indicaciones sobre la forma de comprender el mensaje de base. La
metacomunicacion provee un contexto
simultáneo a la comunicación, a medida que aquella se va produciendo.
Pero al considerar a la
comunicación como un juego, donde las apuestas varían según los individuos y
las situaciones, la vida social toda aparece como el gran juego donde no sólo
importa competir sino también ganar. Lo que esta en juego en una interacción
tiene que ver con las gratificaciones y el poder, por ello se hace uso de las
reglas apropiadas.
Las reglas que organizan la interacción remiten a la idea del ritual,
del rito, términos empleados para designar una formalización de la actividad
social. Goffman retoma la oposición clásica entre rituales positivos (de
homenaje o celebración) y rituales
negativos (de conjuro y reparación) y expone que las interacciones son como
pequeñas ceremonias con las mismas funciones sociales que las grandes ceremonias
religiosas.
Ellas son las que confirman las relaciones sociales y reparan las
ofensas que se han hecho a sus miembros. Hay situaciones en que la interacción
toma la estatura del rito; presentaciones formales; ciertos conciertos de rock,
y hasta algunas formas de la interacción masmediática.
Goffman considera el ritual
tanto en su dimensión simbólica, como en su dimensión conductual. Winkin señala, sin embargo, que
aparece en esta propuesta un cierto viraje teórico en Goffman, en la medida en
que cuando observa que lo cotidiano puede interpretarse como hechos sagrados,
parece establecer una relación entre lo macroestructural social y la
microestructura interaccional, de la que en general, poco se ocupa en su obra.
Hacia un ordenamiento de la interacción: las reglas del
intercambio comunicacional
Cualquier enunciado incluye
no sólo lo dicho sino también las condiciones de enunciación (modos de
producción y situación de concreción) las modalidades del decir ese enunciado. Analizando las elecciones de los modos de expresión, cada grupo social
permite a sus miembros una posible explicación de su comportamiento. Por ello, se puede hablar de reglas que organizan el intercambio comunicacional; que
son enunciados: constituyen el conjunto de conductas permitidas, preferidas,
esperadas, y/o proscriptas en una variedad de situaciones de comunicación.
La vida comunicativa está
basada en reglas que permiten la existencia de cierta regularidad en las
interacciones. Las reglas son pues estatutos y exigencias culturales implícitos
de comportamiento social.
La relación entre los
individuos y las reglas es normativa, casi imperativa: las reglas constituirían una
fuerza que ciñe la vida de cada uno. Aparecen
en consecuencia formuladas a menudo en
forma imperativa. Tales fórmulas tratan de dar cuenta de las regularidades
que parecerían desprenderse del comportamiento social de la comunidad en
estudio.
Las reglas normativas tienen
un carácter prescriptivo, es decir que los miembros de una comunidad están
sujetos a ciertas obligaciones relacionadas con el respeto de las reglas, por
ejemplo: los saludos, las presentaciones y lo que en general se denomina la
conducta pública.
Las reglas normativas son
también situacionales, exigen el conocimiento del contexto en el que rigen;
definen una conducta apropiada en los diferentes contextos, aunque los
sentimientos y las emociones no pueden sujetarse de manera estricta a reglas.
La relación entre los
individuos y las reglas que ordenan la comunicación es de utilidad, en el
sentido del empleo estratégico de las reglas. Es decir, es posible la existencia de
formulas prescriptivas fijas, pero cada individuo hará uso de ellas según la
estrategia que construya para moverse, y a la vez, queda implícita la facilidad
de adecuar las normas a la situación y a la propia conveniencia. No hay una
correspondencia directa entre regla y situación, ya que un individuo utilizará
y/o exigirá el cumplimiento de determinadas reglas según la intencionalidad de
su conducta.
Se plantea pues la noción de preexistencia de situaciones con respecto a
los comportamientos humanos, que implica que los actores sociales sólo tienen
que reconocer una situación y actuar en consecuencia. Los individuos pueden así usar reglas en beneficio propio para
manipular o definir el significado de ciertas situaciones y hasta crear
situaciones sociales por medio del comportamiento que eligen producir con
respecto a las reglas.
La interacción comunicativa
presupone un contacto entre los interlocutores
La existencia de reglas
implícitas permite hablar de la noción de contrato, pacto o acuerdo de comunicación, también
por lo general, implícito en el juego de la interacción.
Para entender a qué refiere
un contrato de comunicación hay que recordar la diferenciación entre lo dicho
(enunciado) y las modalidades del decir (enunciación), donde las modalidades
del decir construyen el dispositivo de enunciación, a
saber: la imagen del que habla, o sea, el enunciador; la imagen del
destinatario del discurso; la relación entre enunciador y destinatario, que son
entidades discursivas a las que hay que distinguir del emisor real y del
receptor real. Todo soporte de
interacción contiene su dispositivo de enunciación, al que se denomina contrato
o pacto de comunicación. El contrato de comunicación dice sobre los modos de
relación entre los individuos interactuantes y establece un lazo en el tiempo
entre ellos.
De saberes y competencias
La idea de códigos preexistentes y compartidos remiten al concepto de competencia comunicacional.
La competencia comunicacional es la
capacidad de un individuo de mantener una comunicación coherente, es la aptitud
que implica el conocimiento de los códigos y de su uso y el manejo creativo de
situaciones de comunicación y de reglas implícitas en la sociedad en que se
desenvuelve.
P. Bourdieu, opone a la categoría
de competencia, la de capacidad estatutaria. Se trata de una aptitud
determinada por la pertenencia de clase del sujeto, por el estatuto o status en
el interior del sistema social.
Goffman estudia la capacidad
de interacción subyacente en la conducta de los individuos que está normada por
reglas sociales.
También el concepto de
competencia está presente en los trabajos de la etnometodología orientada por
Harold Garfinkel y que se interesa por la facultad de interpretación que
cualquier individuo tiene y pone en práctica en sus actividades cotidianas.
Los “ruidos” en la
interacción: el estigma
Cada interlocutor en su
comportamiento comunicacional cotidiano busca el mejor lugar o al menos no el
peor. Hay circunstancias, marcas contextuales que pueden desfavorecer y hasta
entorpecer, torcer y/o cambiar una interacción comunicacional.
Una de esas marcas es lo que
Goffman llama estigma, término que utiliza para
designar un atributo que arroja un
descrédito profundo sobre aquel que lo lleva. Distingue tres tipos de estigmas, las deformidades físicas, las
deficiencias del carácter y los estigmas tribales como la raza, la nacionalidad
y la religión. (Todo individuo que no sea portador de algún estigma es
considerado un hombre “normal”)
Cuando en una interacción,
alguno de los interlocutores es portador de un estigma, introduce con él una
diferencia en la situación que perturba a la persona normal, y la obliga a
salir de las normas habituales, se produce una cierta quiebra en el contacto de
comunicación.
Los contextos que rodean a la modalidad del estigma son esenciales. El
portador del estigma debe luchar consigo mismo y con su handicap.
Al referirse a la “desviación” de la norma, Goffman señala que “en
muchos grupos y comunidades muy cerradas hay ejemplos de un miembro que se
desvía, ya sea en los hechos o en los atributos que posee, o en ambos, y que,
en consecuencia, llega a representar un rol especial, convirtiéndose en un
símbolo del grupo y en actor de determinadas funciones bufonescas, aunque se le
niegue el respeto que se otorga a otros miembros maduros. Este individuo (…) es
a menudo el centro de atención que congrega a los otros en un círculo de
participación entorno de él (…).
El estigma resulta un analizador de la comunicación, en tanto se
manifiesta como un desafío a las reglas y escapa, a pesar de él, a la
normalización que rige todo intercambio comunicacional.
El concepto de estigma, definido por Goffman
como “desviación de”, nos permite desplazarnos en primera instancia hacia la
realidad de la diferencia, la
diversidad, al Otro, y se engancha con el gran tema del multiculturalismo.
Aparece en las situaciones de globalización “no elegida” y es excusa en el caso
de agudos conflictos étnicos, por ejemplo.
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