13.5.13

Shohat / Stam - Despensando el eurocentrismo. Multiculturalismo y los media

La historia ha sido asumida como la historia europea. Incluso, los núcleos temáticos de las universidades enfatizan la historia de la civilización occidental.

Los neoconservadores caricaturizan al multiculturalismo como un llamado al rechazo de los clásicos europeos y de la “civilización” occidental como un área de estudio; pero el multiculturalismo es, verdaderamente, un ataque no a Europa pero si al eurocentrismo, en la cual esta es vista como la única fuente de significado. El eurocentrismo bifurca el mundo entre Occidente y el resto y organiza el lenguaje cotidiano dentro de jerarquías binarias implícitamente aduladoras de Europa.
El eurocentrismo emergió primero como la racionalización discursiva del colonialismo, y sigue siendo una forma rudimentaria de pensamiento que se filtra y estructura las prácticas y representaciones contemporáneas, aún luego del final del colonialismo.
Existen varias operaciones intelectuales que se refuerzan mutuamente:
1) El discurso eurocéntrico proyecta una trayectoria histórica lineal encabezada por la Grecia clásica y la Roma imperial, y luego por las capitales metropolitanas de Europa y EEUU. Esto hace que Europa, sola y sin ayuda, sea vista como motor del cambio histórico progresivo: inventa la sociedad de clases, el feudalismo, el capitalismo y la revolución industrial.
2) Atribuye a Occidente un progreso inherente a través de las instituciones democráticas, siendo Mussolini o Hitler meras aberraciones.
3) Elude las tradiciones democráticas no europeas, enmascara la parte que le toca en la subversión de democracias de otros países
4) Minimiza las prácticas opresivas de Occidente, mirándolas como contingentes, accidentales. El colonialismo, el tráfico de esclavos y el imperialismo no son reconocidos como catalizadores fundamentales del desproporcionado poder de Occidente.
5) Se apropia de la producción material y cultural de los no europeos mientras niega ambos logros y su apropiación, de este modo consolida su sentido del ser y glorifica su propia antropofagia cultural.
Lo que hace occidente en pensarse en términos de sus más nobles logros -ciencia, progreso, humanismo- pero piensa lo no-occidental en términos de sus deficiencias, reales o imaginadas. Aun así, la cuestión no es culpabilizar a los europeos, más bien, ver en qué medida han sido históricamente constituidos los criterios por los que se determina la culpabilidad o la inocencia.
El multiculturalismo anti-etnocéntrico relativiza a Europa, viéndola como una ficción geográfica que aplasta la diversidad cultural incluso dentro de Europa, porque siempre ha tenido sus propias regiones periferizadas y comunidades estigmatizadas. De esta manera, el eurocentrismo es fundamentalmente des-representativo de un mundo que ha sido largamente multicultural.
Los autores plantean que el multiculturalismo significa ver la historia del mundo y la vida social contemporánea desde la perspectiva de la igualdad radical de los pueblos en estatus, potencial y derechos.

El papel de los medias en la formación de identidades

Para los autores, los media contemporáneos forman identidades. La expectación de los productos mediáticos impacta complejamente en la identidad nacional y en la pertenencia comunal. Facilitando el encuentro con pueblos distantes, los media “desterritorializan” el proceso de imaginar comunidades.
Inscriptas en las estrategias narrativas están las representaciones eurocéntricas. Éstas se construyen mediante tropos, metáforas y figuras que trasmiten una actitud etnocéntrica hacia la tierra, la ecología y las culturas no-europeas.
Dentro del discurso colonialista, ciertas figuras retóricas, comparaciones e imágenes narrativas juegan un rol constitutivo en la configuración de la superioridad europea. No obstante, el discurso colonialista varía con la región, el período histórico y las necesidades ideológicas del momento. Puede condenar al mundo árabe por vestirse de más y al mundo indígena por vestirse de menos.

CAPÍTULO 4: Tropos del Imperio

Dentro del discurso colonialista, metáforas, tropos y motivos alegóricos juegan un rol constitutivo en la configuración de la superioridad europea. Según Hayden White, los tropos son el alma del discurso, el mecanismo sin el cual el discurso no puede hacer su trabajo ni lograr su fin. Cada tropo está abierto a la perpetuación, al rechazo o a la subversión. Las operaciones tropológicas conforman una clase de sustrato figurativo dentro del discurso del imperio.

La animalización

Uno de estos tropos fue la animalización, este discurso colonialista/racista subyaga lo colonizado como a bestias salvajes de irrefrenable libidinosidad, que no tienen vestimenta apropiada y que viven en chozas que parecen nidos y cuevas. La metáfora del darwinismo social de la “superviviencia del más apto” transfiere la noción zoológica hacia los dominios de clase, género y raza. La animalización forma parte del gran y más difuso mecanismo de naturalización: la reducción de lo cultura a lo biológico, la tendencia a asociar lo colonizado con lo vegetativo y lo instintivo más que con lo aprendido y lo cultural.
Así lo atestiguan los epítetos que recaen sobre ciertas figuras y lugares de la cultura popular latinoamericana, como “Gladis, la bomba tucumana”, “Terremoto bailable”, “La mona Jiménez”, “El puma Rodríguez”. El lugar que le cabe a cultura popular latinoamericana parecería tratarse de un gran zoológico.

 

Infantilización

El tropo de la infantilización proyecta lo colonizado materializando corporalmente una etapa temprana del ser humano o del desarrollo cultural. Muchos científicos buscaron probar alguna vez que los negros eran intelectualmente idénticos a los niños blancos. El hábito racista de llamar niños a los hombres colonizados, o la forma de dirigirse a los de raza negra como si fueran niños, son la marca lingüística de esa actitud de infantilización. La ideología del gradualismo paternalista asumió como la necesidad de un administrador blanco.
Como un sinónimo para infantil, términos como “subdesarrollo” proyectan este tropo a una escala global. El Tercer Mundo vacilante, aun cuando es el producto de años de civilización, no está preparado aún para controlar su cuerpo/psique, y por esto necesita una mano guía de las sociedades más adultas y avanzadas, que los introduzca suavemente en los tiempos modernos.

Otros tropos

Otros binarismos también reflejan ciertas actitudes verticalistas y geocéntricas:
- la jerarquización entre clases “altas” y “bajas”
- países “centrales” y países “periféricos”
- la Europa iluminada (por la razón) y los mundos oscuros.

Erotización y exotización

Muchos procesos territoriales de dominación política del hombre blanco son narrados utilizando unos tropos subliminalmente sexuados. à la penetración del hombre blanco en tierras vírgenes, indómitas; conquistar la desolación o fecundar lo salvaje.
Denominar juega un rol crucial en la historia colonial, así el descubridor daba nombres a los lugares como marca de posesión. à Américo Vespucio y su “América”, el Estrecho de “Magallanes”, etc..
Pero muchas representaciones de “lo virgen”, sostenidas desde Indiana Jones hasta los ecologistas, sirven para legitimar ciertas maniobras geopolíticas de las potencias occidentales. La cartografía del Renacimiento y su “terra incógnita” es otro ejemplo.
A veces, estas metáforas son recubiertas por un aura de cientificidad. La relación entre un arte nuevo con los tiempos antiguos y los lugares “exóticos” le ha conferido poderes cuasi-arqueológicos, resucitando civilizaciones olvidadas, tanto para la pantalla como para la arquitectura. En películas como Lawrence de Arabia, el estatus de héroe se trasmuta al del viajero (a menudo un científico) quien domina una nueva tierra y sus tesoros, cuyo valor habían desaprovechado los residentes “primitivos”. Esta construcción de la conciencia del valor como un pretexto para adueñarse es lo que legitima el acto de apropiación del colonizador.
El Oriente fue visto desde la Grecia clásica como la escena de los deleites carnales. Las arenas resplandecientes metaforizan las pasiones “calientes”. El desierto es un mundo que no tiene control de sí. Incluso los árabes son vistos siempre como polígamos, en busca de una mujer, a la que arrastrarán hacia su harén con el rapto si fuera necesario.
El imaginario del harén refleja una utopía masculina de sexual omnipotencia. Y, si bien el discurso eurocéntrico, ha definido al harén simplemente como un espacio dominado por el hombre, se trata de un sistema que también permite que la mujer tenga acceso a otras mujeres, proveyendo un lugar para el intercambio de ideas e información al resguardo de los oídos y la vista del hombre.
Ciertas películas pueden representar a la mujer como viajera independiente de clase alta que ocupa transitoriamente la posición del pater blanco enfrente de los nativos. Pero esta mujer es casi siempre objeto del deseo de negros, latinos o árabes libidinosos que intentarán raptarla.
El imaginario occidental no sólo ha rendido metafóricamente a la tierra colonizada como a una mujer que debe ser salvada de un desorden ambiental y mental, sino que también ha dado prominencia a las narrativas más literales del rescate, especificamente de las mujeres occidentales y no occidentales del rapto de árabes polígamos, los negros libidinosos y los machos latinos. Así, en las jerarquías sexuales cromáticas de las narrativas colonialistas, los hombres y mujeres blancos ocupan el centro de la narrativa, donde la mujer blanca es el objeto de deseo de todos. Pero afirmar la esclavización de la mujer por hombres polígamos y oscuros se convierte en especialmente irónico cuando recordamos la histórica sujeción a la esclavitud de las mujeres afro-americanas por el comportamiento polígamos de los hombres blancos dueños de esclavos. Esta combinatoria racista de tropos generó la racionalidad de la castración, el linchamiento de los hombres negros, y la inmunidad de los hombres blancos para raptar o violar mujeres negras.
La “vuelta al hogar” es el castigo disciplinario de las fantasías femeninas de liberación. Todas estas metáforas permiten que el espectador revalore y aprecie el existente orden sexual, racial y nacional-imperial

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