Los neoconservadores
caricaturizan al multiculturalismo como un llamado al rechazo de los clásicos
europeos y de la “civilización” occidental como un área de estudio; pero el
multiculturalismo es, verdaderamente, un ataque no a Europa pero si al
eurocentrismo, en la cual esta es vista como la única fuente de significado. El
eurocentrismo bifurca el mundo entre Occidente y el resto y organiza el
lenguaje cotidiano dentro de jerarquías binarias implícitamente aduladoras de
Europa.
El
eurocentrismo emergió primero como la racionalización discursiva del
colonialismo, y sigue siendo una forma rudimentaria de pensamiento que se
filtra y estructura las prácticas y representaciones contemporáneas, aún luego
del final del colonialismo.
Existen
varias operaciones intelectuales que se refuerzan mutuamente:
1) El
discurso eurocéntrico proyecta una trayectoria histórica lineal encabezada por
la Grecia clásica y la Roma imperial, y luego por las capitales metropolitanas
de Europa y EEUU. Esto hace que Europa, sola y sin ayuda, sea vista como motor
del cambio histórico progresivo: inventa la sociedad de clases, el feudalismo,
el capitalismo y la revolución industrial.
2)
Atribuye a Occidente un progreso inherente a través de las instituciones
democráticas, siendo Mussolini o Hitler meras aberraciones.
3) Elude
las tradiciones democráticas no europeas, enmascara la parte que le toca en la
subversión de democracias de otros países
4)
Minimiza las prácticas opresivas de Occidente, mirándolas como contingentes,
accidentales. El colonialismo, el tráfico de esclavos y el imperialismo no son
reconocidos como catalizadores fundamentales del desproporcionado poder de
Occidente.
5) Se
apropia de la producción material y cultural de los no europeos mientras niega
ambos logros y su apropiación, de este modo consolida su sentido del ser y
glorifica su propia antropofagia cultural.
Lo que
hace occidente en pensarse en términos de sus más nobles logros -ciencia,
progreso, humanismo- pero piensa lo no-occidental en términos de sus
deficiencias, reales o imaginadas. Aun así, la cuestión no es culpabilizar a
los europeos, más bien, ver en qué medida han sido históricamente constituidos
los criterios por los que se determina la culpabilidad o la inocencia.
El
multiculturalismo anti-etnocéntrico relativiza a Europa, viéndola como una
ficción geográfica que aplasta la diversidad cultural incluso dentro de Europa,
porque siempre ha tenido sus propias regiones periferizadas y comunidades
estigmatizadas. De esta manera, el eurocentrismo es fundamentalmente des-representativo
de un mundo que ha sido largamente multicultural.
Los
autores plantean que el multiculturalismo significa ver la historia del mundo y
la vida social contemporánea desde la perspectiva de la igualdad radical de los
pueblos en estatus, potencial y derechos.
El papel de los medias en la formación de
identidades
Para los
autores, los media contemporáneos forman identidades. La expectación de los
productos mediáticos impacta complejamente en la identidad nacional y en
la pertenencia comunal. Facilitando el encuentro con pueblos distantes, los
media “desterritorializan” el proceso de imaginar comunidades.
Inscriptas
en las estrategias narrativas están las representaciones eurocéntricas. Éstas
se construyen mediante tropos, metáforas y figuras que trasmiten una actitud
etnocéntrica hacia la tierra, la ecología y las culturas no-europeas.
Dentro
del discurso colonialista, ciertas figuras retóricas, comparaciones e imágenes
narrativas juegan un rol constitutivo en la configuración de la superioridad
europea. No obstante, el discurso colonialista varía con la región, el
período histórico y las necesidades ideológicas del momento. Puede
condenar al mundo árabe por vestirse de más y al mundo indígena por vestirse de
menos.
CAPÍTULO 4: Tropos del Imperio
Dentro
del discurso colonialista, metáforas, tropos y motivos alegóricos juegan un rol
constitutivo en la configuración de la superioridad europea. Según
Hayden White, los tropos son el alma del discurso, el mecanismo sin el cual el
discurso no puede hacer su trabajo ni lograr su fin. Cada tropo está abierto a
la perpetuación, al rechazo o a la subversión. Las operaciones tropológicas
conforman una clase de sustrato figurativo dentro del discurso del imperio.
La animalización
Uno de
estos tropos fue la animalización,
este discurso colonialista/racista subyaga lo colonizado como a bestias
salvajes de irrefrenable libidinosidad, que no tienen vestimenta apropiada y
que viven en chozas que parecen nidos y cuevas. La metáfora del darwinismo
social de la “superviviencia del más apto” transfiere la noción zoológica hacia
los dominios de clase, género y raza. La animalización forma parte del gran y
más difuso mecanismo de naturalización: la reducción de lo cultura a lo
biológico, la tendencia a asociar lo colonizado con lo vegetativo y lo
instintivo más que con lo aprendido y lo cultural.
Así lo
atestiguan los epítetos que recaen sobre ciertas figuras y lugares de la
cultura popular latinoamericana, como “Gladis, la bomba tucumana”, “Terremoto
bailable”, “La mona Jiménez”, “El puma Rodríguez”. El lugar que le cabe a
cultura popular latinoamericana parecería tratarse de un gran zoológico.
Infantilización
El tropo
de la infantilización proyecta lo colonizado materializando
corporalmente una etapa temprana del ser humano o del desarrollo cultural.
Muchos científicos buscaron probar alguna vez que los negros eran
intelectualmente idénticos a los niños blancos. El hábito racista de llamar
niños a los hombres colonizados, o la forma de dirigirse a los de raza negra
como si fueran niños, son la marca lingüística de esa actitud de
infantilización. La ideología del gradualismo paternalista asumió como la
necesidad de un administrador blanco.
Como un
sinónimo para infantil, términos como “subdesarrollo” proyectan este tropo a
una escala global. El Tercer Mundo vacilante, aun cuando es el producto de años
de civilización, no está preparado aún para controlar su cuerpo/psique, y por
esto necesita una mano guía de las sociedades más adultas y avanzadas, que los
introduzca suavemente en los tiempos modernos.
Otros tropos
Otros
binarismos también reflejan ciertas actitudes verticalistas y geocéntricas:
- la
jerarquización entre clases “altas” y “bajas”
- países
“centrales” y países “periféricos”
- la
Europa iluminada (por la razón) y los mundos oscuros.
Erotización y exotización
Muchos
procesos territoriales de dominación política del hombre blanco son narrados
utilizando unos tropos subliminalmente sexuados. à la penetración del
hombre blanco en tierras vírgenes, indómitas; conquistar la desolación o
fecundar lo salvaje.
Denominar
juega un rol crucial en la historia colonial, así el descubridor daba nombres a
los lugares como marca de posesión. à Américo Vespucio y su “América”, el
Estrecho de “Magallanes”, etc..
Pero
muchas representaciones de “lo virgen”, sostenidas desde Indiana Jones hasta los ecologistas, sirven para legitimar ciertas maniobras
geopolíticas de las potencias occidentales. La cartografía del Renacimiento
y su “terra incógnita” es otro ejemplo.
A veces,
estas metáforas son recubiertas por un aura de cientificidad. La relación entre
un arte nuevo con los tiempos antiguos y los lugares “exóticos” le ha conferido
poderes cuasi-arqueológicos, resucitando civilizaciones olvidadas, tanto para
la pantalla como para la arquitectura. En películas como Lawrence de Arabia, el estatus de héroe se trasmuta al del viajero
(a menudo un científico) quien domina una nueva tierra y sus tesoros,
cuyo valor habían desaprovechado los residentes “primitivos”. Esta construcción
de la conciencia del valor como un pretexto para adueñarse es lo que legitima
el acto de apropiación del colonizador.
El
Oriente fue visto desde la Grecia clásica como la escena de los deleites
carnales. Las arenas resplandecientes metaforizan las pasiones “calientes”. El
desierto es un mundo que no tiene control de sí. Incluso los árabes son vistos
siempre como polígamos, en busca de una mujer, a la que arrastrarán hacia su
harén con el rapto si fuera necesario.
El
imaginario del harén refleja una utopía masculina de sexual
omnipotencia. Y, si bien el discurso eurocéntrico, ha definido al harén
simplemente como un espacio dominado por el hombre, se trata de un
sistema que también permite que la mujer tenga acceso a otras mujeres,
proveyendo un lugar para el intercambio de ideas e información al resguardo de
los oídos y la vista del hombre.
Ciertas
películas pueden representar a la mujer como viajera independiente de clase
alta que ocupa transitoriamente la posición del pater blanco enfrente de los nativos. Pero esta mujer es casi
siempre objeto del deseo de negros, latinos o árabes libidinosos que intentarán
raptarla.
El
imaginario occidental no sólo ha rendido metafóricamente a la tierra colonizada
como a una mujer que debe ser salvada de un desorden ambiental y mental, sino
que también ha dado prominencia a las narrativas más literales del rescate,
especificamente de las mujeres occidentales y no occidentales del rapto de
árabes polígamos, los negros libidinosos y los machos latinos. Así, en las
jerarquías sexuales cromáticas de las narrativas colonialistas, los hombres y
mujeres blancos ocupan el centro de la narrativa, donde la mujer blanca es el
objeto de deseo de todos. Pero afirmar la esclavización de la mujer por hombres
polígamos y oscuros se convierte en especialmente irónico cuando recordamos la
histórica sujeción a la esclavitud de las mujeres afro-americanas por el
comportamiento polígamos de los hombres blancos dueños de esclavos. Esta
combinatoria racista de tropos generó la racionalidad de la castración, el
linchamiento de los hombres negros, y la inmunidad de los hombres blancos para
raptar o violar mujeres negras.
La
“vuelta al hogar” es el castigo disciplinario de las fantasías femeninas de
liberación. Todas estas metáforas permiten que el espectador revalore y aprecie
el existente orden sexual, racial y nacional-imperial.
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