14.5.13

Martini - El delito y las lógicas sociales

Josefina Ludmer à el delito es una frontera móvil, histórica y cambiante, no sólo nos puede servir para diferencia, separar y excluir, sino también para relacionar el Estado, la política, la sociedad, los sujetos, la cultura y la literatura.

La preocupación de los medios de comunicación por el problema delictivo se ha establecido como una agenda diaria que, en su serialización, construye la vida en nuestra sociedad entre hechos delictivos, sea padeciéndolos, tratando de evitarlos o imaginando el momento en que otro individuo más se constituirá en una nueva víctima.
Los medios aseguran que el crimen está instalado en nuestra cotidianeidad y ataca en todo momento y lugar, y que funciona según un accionar azaroso. Las crónicas periodísticas sobre el delito son asumidas como reflejo de la realidad por el sentido común. Los sondeos de opinión coinciden en identificar la inseguridad producto del crimen como una de las preocupaciones primeras de la agenda social.
Discursos contradictorios à temen o descreen de la eficacia policial para investigar un delito pero demandan la presencia policial en las calles. Los más conservadores exigen aumento de penas y baja en la edad de imputabilidad.
El verosímil construido por la noticia periodística legitima sus fuentes en esa “realidad” a la que por lo general la sociedad accede a través de los discursos de los mismos medios, que se convierten en fuentes para otros discursos sociales e institucionales en un proceso de retroalimentación continua y quizás inconveniente.
Los medios constituyen un actor poderoso en el campo político y económico que se ha ido legitimando, entre otras causas, por la profundización de la crisis de representación política.  Hay una visión naturalizada y compartida por periodistas y empresas de medios sobre la posibilidad de mostrar objetivamente lo que pasa.

La noticia policial en la agenda de la comunicación política: pasado y presente
La noticia sobre el crimen empieza a establecerse con la publicación de los principales diarios surgidos en el siglo XIX, como La Prensa (1869) y La Nación (1870), y se consolida en la prensa popular de comienzos del siglo XX.
Crítica à perspectiva conservadora. La información se une a la lección moral y refuerza los límites entre la legalidad y la trasgresión. Elementos de ficción.
En su primera etapa moderna, la noticia policial tiene una intencionalidad política, sea denunciando incapacidad para resolver el delito y planificar prevención.
Avanzando en el siglo, La Nación, La Prensa y Clarín no suelen publicar el delito en tapa, lo incluyen en notas más o menos breves y títulos no destacados, en las páginas interiores, situación que varía cuando se cubren hechos criminales excepcionales. A comienzos de los 60, el delito no tiene una sección propia en La Nación.
Desde el retorno de la democracia, la noticia policial va ubicándose en un lugar más relevante en las agendas gráficas y televisivas. Ej: casos de corrupción!
En 1999, a partir de julio de se año, se identifica un aumento cuantitativo en la información sobre el delito y cualitativos en las modalidades discursivas que se hacen más enfáticas: el delito “común” y la corrupción son agendas de alta relevancia en Clarín y La Nación. La agenda periodística de la inseguridad se ha inaugurado oficial y públicamente con grande titulares sobre hechos delictivos en las tapas.
- Legitimización de la voz de unos individuos hasta un día antes anónimo y desconocido, y en la operación opuesta, la deslegitimación de las instituciones del Estado.

La triangulación acontecimiento-noticiabilidad-fuentes, entre la voz de los interesados y el rumor de las instituciones
La crónica policial guarda una profunda diferencia con el relato ficcional; en este último el lector “presencia” el crimen, o el mismo lugar de los hechos, desde los ojos del detective. En la noticia periodística, el público nunca es testigo del momento cuando el victimario ejecuta su acción y el cronista sólo puede describir el lugar del hecho y hablar con algunas fuentes. Así, comparada con la ficción, la crónica roja puede carecer de consistencia narrativa y de coherencia secuencial, y resultar por ello aburrida, pues el final no llega y las investigaciones se diluyen. La noticia construye un acontecimiento, el crimen, cuyos victimario y motivos suelen desconocerse, al menos en el primer momento.
Es cierto que, en la Argentina, en los últimos años la falta de credibilidad en la justicia ha posibilitado la mayor legitimidad de las voces de fuentes secundarias, no oficiales que en la pantalla dan la cara. Los medios recurren habitualmente al testimonio irrelevante de familiares o vecinos, como discurso supuestamente irrefutable recogido en un trabajo de campo que incluye la observación del lugar y las impresiones del periodista. La crónica policial cobra un valor referencial alto.
Los denominados “giros inesperados en los acontecimientos” permiten avanza de manera novedosa sobre un caso. La impresión y la interrupción de las series de noticias son efecto de la ausencia de información, porque no hay fuentes confiables o abiertas, y el caso parece suspendido sin explicaciones en la prensa.
En los casos policiales más graves marcados por el ocultamiento, los rumores que son fuente informativa para la construcción de la noticia encuentran espacio de verosimilitud. Pero también pueden desviar la atención hacia datos y anécdotas que vuelven a victimizar a la víctima y que se traducen en una “versión”, “trascendidos” o “comentarios de fuentes policiales o de vecinos del lugar”  que cobran autoridad porque son fórmulas habituales en la crónica policial y, en todo caso, el público confía en la responsabilidad profesional de sus periodistas.

Las modalidades discursivas y la espectacularización del delito
La obscenidad del relato en diarios obtura la imagen de la realidad construida al mostrar violencia sin sentido con individuos y grupos familiares destrozados por la delincuencia que despoja a la víctima de sus bienes y/o de su vida, o al menos de su imaginada tranquilidad.
Hay dos tácticas discursivas que son probablemente las de mayor efecto: el sensacionalismo, como retórica dominante, y la hipérbole narrativa. No son nuevas, están en el origen del género y en la misma ficción de misterio y de horror.
A través del sensacionalismo que no escatima horror ni miserias, la noticia policial abruma al público: la táctica es exacerbar el valor o la función del azar. La cotidianidad ligada al azar es la marca de la noticia policial porque lo es el delito.
La escuela, el hogar y las tiendas donde se hacen las compras habituales son geografías vulnerables de la vida cotidiana; los menores (escolares), los ancianos y las mujeres jóvenes son víctimas ideales, porque son los más vulnerables.
Hay una escena que se repite en los crímenes azarosos: el hecho criminal destruye la armonía que caracterizaría el orden social e instala el efecto de lo siniestro en la cotidianidad. Para ello, recurre como es tradicional a tres factores: la identidad de la víctima, la cercanía geográfica y el tiempo cronológico, que aseguran una imagen reconocible y verosímil de la realidad. Las víctima suelen ser estereotipos del individuo común; los lugares del hecho criminal, reconocibles porque son los del barrio más o menos cercano o parecido al propio; los horarios aseguran que no hay momento en que no se esté expuesto a la victimización. El reconociendo se completa con la narración de la historia personal de la víctima, sus gustos, su “absoluta inocencia”. La víctima es el individuo anónimo.
El sensacionalismo procede por el efecto melodramático y pietista: todos padecen o pueden imaginar el dolor y la humillación frente al delito. Es espectacular porque expone el padecimiento de la víctima y la perversidad del victimario. Conservan, sin embargo, las intenciones moralizantes, establecen los mapas sobre le bien y el mail, lo legal y lo ilegal.
El sensacionalismo permite caracterizar al delincuente en términos míticos, como el monstruo, la bestia impensada de las crónicas de principios del siglo XX: se puede afirmar que la misma hipótesis criminológica del delito “como elección racional” se contradice porque en el nivel de la animalidad la razón está excluida. Se borra así el contexto social y la práctica habitual de manejarse por fuera de la ley.
El reclamo es siempre por la restauración del orden social. El discurso público, que afirma no ser política, se acerca peligrosamente al discurso autoritario para el que la actividad política es subversiva.
Las instituciones más conservadoras proponen políticas de estricto control: propiciando el retorno al autoritarismo, exigiendo el endurecimiento del castigo, criminalizando al sospechoso, se oponen a las formas garantistas por no ser duras.
En las empresas de medio, en la constante búsqueda de rating o primicias, la información se ha hecho banal y se venda como una commodity más.

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