14.5.13

Elbaum - Gramsci: optimismo de la voluntad y pesimismo de la razón

Planteó en las décadas del ´20 y el ´30 algunos de los ejes centrales de discusión referidos al análisis socio- cultural.
Motivado por la búsqueda de cambios políticos - revolucionarios a nivel social se interrogó acerca de los condicionamientos ideológicos, de su comunicabilidad y de la posibilidad de su transformación.

Cultura y sociedad civil: hegemonía y legitimidad:

            Gramsci dedicó gran parte de su vida a reflexionar sobre la importancia de la cultura en el acontecer político.
            Se enfrentó a aquellas visiones que ven en el sentido común una evidencia del a carencia y la privación cultural, advirtiendo únicamente imperfección y deformidad en sus producciones culturales. Superando ambos obstáculos pudo acceder al estudio del folklore, la novela policial y la literatura popular desde la perspectiva de su uso. Se diferenció de aquellas visiones que tienden a celebrar – acríticamente – las manifestaciones populares, sin advertir que en éstas no todo es “autenticidad” y que allí también es posible identificar residuos de una cultura oficial y/o reproducción conservadora del orden social.
            Sólo descartando las posiciones alabatorias y condenatorias de lo pupular es posible profundizar y comprender los consumos y creaciones de las clases subalternas.
            El concepto de  hegemonía se vincula a un modo de consebir lo social en tanto construcción cultural de consensos y simultáneos procesos de resistencia. En tanto enfrentamientos y negociaciones en los que la legitimidad del orden social se actualiza y se hace posible.
            La hegemonía expresa la situación de una clase que alcanza una sólida unidad de ideología y de política, que le permite establecer una ascendencia sobre otros grupos y clases sociales. Implica reforzar constantemente su credibilidad y legitimidad, porque hegemonía implica siempre resistencia estratégica a tácticas.
            De alguna manera, todo bloque histórico , es decir, la hegemonía entendida como un orden controlado por un grupo o conjunto de grupos sociales a lo largo de un período, está siempre amenazada y hostigada por sectores disconformes.
            El concepto de hegemonía remite al mismo tiempo a las nociones de consenso y de conflicto. O, en todo caso a la lucha por el mantenimiento o la conquista de un control intelectual  y/o simbólico a nivel social. La hegemonía implica la negativa de pensar el poder en términos exclusivamente de coerción, es decir, de imposición del poder puramente por la fuerza.
            La hegemonía permite tomar distancia del dualismo estructura/superestructura que supone una determinación causal entre las relaciones sociales de producción y las concepciones sociales del mundo. Implica así una construcción político- cultural en ciertas ocasiones autónomas de las estructuras económicas.
            La lucha social, intelectual y política es un espacio donde esta hegemonía se conquista, negocia o se pone en juego.
            La hegemonía presenta un modelo menos dicotómico que el economicista marxista, más apto para  explicar las luchas cotidianas y sobre todo, para explicar ciertas convergencias e identificaciones entre las clases subalternas y los sectores dominantes.
            Gramsci subdivide los ámbitos superestructurales en dos espacios  diferentes: sociedad civil (como lugar de expresión de aquellas instituciones - la iglesia, la escuela, la familia – ligadas a la conformación y conquista cotidiana de la hegemonía.), y sociedad política ( - o el estado - encargada de reproducir, administrar o reforzar “legítimamente” el resultado de dichas luchas hegemónicas. Si la sociedad civil es la lucha por el consenso, la sociedad política (o el estado) donde la hegemonía busca cristalizarse mediante el uso de la violencia legítima, es decir, la utilización de la fuerzas represivas o de seguridad. La hegemonía se pone en juego en todas la facetas de lo social (expresiones estéticas, rumores, sueños compartidos o simples principios morales)  incluso aquellas que aparentas ser triviales.

            El modelo gramsciano permite pensar la sociedad como algo más que el resultado de una simple coacción política militar. Habla de una conflictividad constante por la apropiación de la legitimidad y del sentido común. De una confrontación que no está únicamente en la disputa política, sino que se halla presente en la comunicación cotidiana.
            La construcción hegemónica es algo que debe ser constantemente  reafirmado y definido. Si hay hegemonía conviven movimientos contrahegemónicos, simples resentimientos y/o resistencias materiales o simbólicas. Entonces, los hegemónico supone la existencia de resistencia y de confrontación, porque es en ese terreno de lucha donde la hegemonía se hace posible.
            En todas las áreas de lo cotidiano se constituye la legitimidad. El sentido común aparece desde esta visión como el resultado o la expresión de complejas luchas que se desparraman en todo el ámbito de lo social.

El intelectual orgánico:
            Ofician como “guías simbólicos”, difusores de cosmovisiones del mundo o defensores de determinadas verdades sociales. Esto pueden asumir el rol de portavoces, difusores y legitimadores de determinados órdenes. Colaboran en la conformación de la hegemonía.

La cultura del trabajo/ Cultura:
            La concepción de cultura de Gramsci es una concepción dinámica – sea esta cultura laboral, moral, estética - .
            Permite analizar la cultura desde su producción y reproducción. Desarrolla una teoría de la cultura, alejado de la concepción tradicional  que supones al  pueblo como un eterno e inmóvil repetidor de tradiciones o alejándose de la concepción de cultura “culta”. Sumado a esto libró al marxismo del materialismo vulgar encerrado en fraseologías economicistas y evolutivas. Superó el determinismo que eliminaba del acontecer social el factor de la voluntad humana, cultural y política.  

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