Motivado por la búsqueda de cambios políticos - revolucionarios a nivel social se interrogó acerca de los condicionamientos ideológicos, de su comunicabilidad y de la posibilidad de su transformación.
Cultura
y sociedad civil: hegemonía y legitimidad:
Gramsci dedicó gran
parte de su vida a reflexionar sobre la importancia de la cultura en el
acontecer político.
Se
enfrentó a aquellas visiones que ven en el sentido común una evidencia del a
carencia y la privación cultural, advirtiendo únicamente imperfección y
deformidad en sus producciones culturales. Superando ambos obstáculos pudo
acceder al estudio del folklore, la novela policial y la literatura popular
desde la perspectiva de su uso. Se diferenció de aquellas visiones que tienden
a celebrar – acríticamente – las manifestaciones populares, sin advertir que en
éstas no todo es “autenticidad” y que allí también es posible identificar residuos de una cultura oficial y/o
reproducción conservadora del orden social.
Sólo
descartando las posiciones alabatorias y condenatorias de lo pupular es posible
profundizar y comprender los consumos y creaciones de las clases subalternas.
El
concepto de hegemonía se vincula a un modo de
consebir lo social en tanto construcción cultural de consensos y simultáneos
procesos de resistencia. En tanto enfrentamientos y negociaciones en los
que la legitimidad del orden social se actualiza y se hace posible.
La hegemonía expresa
la situación de una clase que alcanza una sólida unidad de ideología y de
política, que le permite establecer una ascendencia sobre otros grupos y clases
sociales. Implica reforzar constantemente su credibilidad y legitimidad, porque
hegemonía implica siempre resistencia estratégica a tácticas.
De
alguna manera, todo bloque histórico
, es decir, la hegemonía entendida como un orden controlado por un grupo o
conjunto de grupos sociales a lo largo de un período, está siempre amenazada y
hostigada por sectores disconformes.
El concepto de hegemonía remite al mismo
tiempo a las nociones de consenso y de conflicto. O, en todo caso a la
lucha por el mantenimiento o la conquista de un control intelectual y/o simbólico a nivel social. La hegemonía implica la negativa de pensar
el poder en términos exclusivamente de coerción, es decir, de imposición del
poder puramente por la fuerza.
La hegemonía permite
tomar distancia del dualismo estructura/superestructura
que supone una determinación causal entre las relaciones sociales de
producción y las concepciones sociales del mundo. Implica así una construcción
político- cultural en ciertas ocasiones autónomas de las estructuras económicas.
La lucha social,
intelectual y política es un espacio donde esta hegemonía se conquista, negocia
o se pone en juego.
La
hegemonía presenta un modelo menos dicotómico que el economicista marxista, más
apto para explicar las luchas cotidianas
y sobre todo, para explicar ciertas convergencias e identificaciones entre las
clases subalternas y los sectores dominantes.
Gramsci
subdivide los ámbitos superestructurales en dos espacios diferentes: sociedad civil (como lugar de expresión de aquellas instituciones -
la iglesia, la escuela, la familia – ligadas a la conformación y conquista
cotidiana de la hegemonía.), y sociedad
política ( - o el estado - encargada de reproducir, administrar o reforzar
“legítimamente” el resultado de dichas luchas hegemónicas. Si la sociedad civil
es la lucha por el consenso, la sociedad política (o el estado) donde la
hegemonía busca cristalizarse mediante el uso de la violencia legítima, es
decir, la utilización de la fuerzas represivas o de seguridad. La hegemonía se pone en juego en todas la
facetas de lo social (expresiones estéticas, rumores, sueños compartidos o
simples principios morales) incluso aquellas que aparentas ser
triviales.
El
modelo gramsciano permite pensar la
sociedad como algo más que el resultado de una simple coacción política
militar. Habla de una conflictividad
constante por la apropiación de la legitimidad y del sentido común. De una
confrontación que no está únicamente en la disputa política, sino que se halla presente
en la comunicación cotidiana.
La construcción hegemónica es algo
que debe ser constantemente reafirmado y
definido. Si hay hegemonía conviven movimientos contrahegemónicos, simples
resentimientos y/o resistencias materiales o simbólicas. Entonces, los hegemónico supone la existencia de
resistencia y de confrontación, porque es en ese terreno de lucha donde la
hegemonía se hace posible.
En todas las áreas de lo cotidiano
se constituye la legitimidad. El sentido
común aparece desde esta visión como el resultado o la expresión de complejas
luchas que se desparraman en todo el ámbito de lo social.
El intelectual
orgánico:
Ofician como “guías
simbólicos”, difusores de cosmovisiones del mundo o defensores de determinadas
verdades sociales. Esto pueden asumir el rol de portavoces, difusores y
legitimadores de determinados órdenes. Colaboran en la conformación de la
hegemonía.
La cultura del
trabajo/ Cultura:
La concepción de
cultura de Gramsci es una concepción dinámica – sea esta cultura laboral,
moral, estética - .
Permite analizar la cultura desde su
producción y reproducción. Desarrolla una teoría de la cultura, alejado de la
concepción tradicional que supones
al pueblo como un eterno e inmóvil
repetidor de tradiciones o alejándose de la concepción de cultura “culta”.
Sumado a esto libró al marxismo del materialismo vulgar encerrado en
fraseologías economicistas y evolutivas. Superó el determinismo que eliminaba
del acontecer social el factor de la voluntad humana, cultural y política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario