La
autora enmarca este documento en una investigación más amplia sobre la guerra
de Malvinas, llevada a cabo entre 1989 y 1996. Su hipótesis es que los
"protagonistas directos" del conflicto recuerdan a Malvinas como una guerra
interna.
Primeramente,
en la introducción, Guber sintetiza cronológicamente los acontecimientos
bélicos de 1982. Luego presenta el ritual en el que participó para la
elaboración de ese documento: la conmemoración pública del noveno
aniversario de la "recuperación" de las Islas Malvinas, en el
Monumento a los Caídos en el Atlántico Sur en 1982, ubicado en la Plaza San
Martín, del barrio porteño de Retiro.
Luego da a
conocer su metodología: la observación participante, es decir, el
contacto experiencial con los sujetos de estudio y la relación de conocimiento
mutuo con los informantes, técnica que la involucraba íntegramente. Así, al
describir e interpretar dicho ritual advierte los indicios de un sentido
colectivo del conflicto.
Dos actos y un aniversario
Aquí,
Guber desarrolla su descripción del ritual. Supo del acto por un afiche
callejero de la Federación de Veteranos de Guerra de la República Argentina
(FVGRA) que nucleaba a centros de ex-soldados provinciales. Llegada al acto, se
da cuenta que se estaba desarrollando otro acto, dirigido por
ex-presidentes de facto: Rojas, Onganía, Levingston, Menéndez, Galtieri, Anaya
y, también, Arturo Frondizi.
Durante
el discurso de los oradores, los jóvenes comenzaron a insultar a las
figuras del palco hasta que se arrió la bandera nacional. Luego se reanudaron
los agravios. Terminado el acto "oficial", las marchas militares
dejaron paso a cánticos populares folklóricos de la época, compuestos
por milongas y malambos de la pampa bonaerense.
Asimismo,
los uniformes impecables fueron reemplazados un compuesto mixto de jóvenes
blancos y morenos, con pelos largos, cortes militares y chuzas, diacríticos
políticos de los seguidores de Perón. La indumentaria "de
civil" se mezclaba con algunas prendas compradas en tiendas de rezagos
militares.
El
primer locutor del nuevo acto ("el encargado") subrayó la "recuperación"
del palco, desplegando continuamente la "legitimidad" y
"verdadera autoridad" para representar a "Malvinas".
Aparte, señaló la "lástima" con que fueron recibidos y la "desmalvinización"
que se aplicó después. Por eso, los "centros de veteranos" se
convirtieron en bases de resistencia contra esa desmalvinización y
"derrota moral". Para éste, la Argentina sigue siendo una colonia y
Malvinas su más clara evidencia.
El
segundo orador fue el presidente de la FVGRA fundó la legitimidad de los
veteranos de guerra en haber sido "los que tuvieron el honor de haber
combatido en Malvinas" y "los que hicieron realidad lo que enseñó San
Martín". El tercer orador reprobó el pago de pensiones a
ex-combatientes al tiempo que rechazó el término de "víctimas"
para referirse a los "héroes" de Malvinas.
Para
consolidar la legitimidad, contrapuso los "gramos de heroicidad del más
humilde veterano de guerra" a los argentinos de la "dirigencia
corrupta" y "el interior del país donde anida el más auténtico
espíritu nacional" frente a la Capital Federal, una "ciudad
prostituida por el coloniaje y el cipayaje".
Guber
razona que si los veteranos no echaron a la plana mayor del Ejército durante el
acto previo fue para desmentir la imagen disminuida de los veteranos como
"chicos" de la guerra, adjetivos que debían dar lugar al
heroísmo.
La observación participante del espacio, el tiempo y el discurso
Según
Guber, el segundo acto les permitió a los ex-soldados efectuar un despliegue a
través del cual inauguraron públicamente su veteranía. Dicho procedimiento
consistió en un movimiento de identificación y diferenciación dirigido
principalmente a las Fuerzas Armadas, que condujeron las acciones de 1982.
Al
presentarse como "veteranos de guerra" aquellos jóvenes rechazaban el
rótulo de "ex-combatientes" con que se habían nominado hasta
entonces y que los adscribía a "las víctimas de la guerra". Llamarse
"veteranos de guerra" les permitía marcar su adultez y
revertir el calificativo de "chicos".
La
aparición pública de estas organizaciones iba desde el tumulto popular hasta
versiones informales del protocolo militar. La postura corporal, los uniformes
de guerra y el tono solemne que intentaban imprimirle a sus actos llevaron a
algunos sectores progresistas, cree Guber, a identificarlos con la ideología
autoritaria del Proceso.
Guber
afirma que esta interpretación fue plausible durante los años de los
levantamientos carapintadas (1989-1991). Un enfoque similar impediría reconocer
los elementos de contestación y diferenciación aplicados en aquel acto. Según
esta autora, los veteranos retoman la retórica de las movilizaciones populares
de los años '60 y '70 para definir a la Patria según términos del
nacionalismo popular peronista. Por eso, para el tercer orador, los militares
del palco empuñaban las armas para defender a la metrópoli y mantener a la
Argentina como una dependencia colonial.
Otra
analogía de Guber hace hincapié en el intento de inaugurar un nuevo tiempo,
empeñándose en demostrar que su acto era el "verdadero". Esta
maniobra remite a una concepción de la historia argentina en que cada nuevo
régimen pretendía refundar la política. De la misma forma, los veteranos
aspiraban a "iniciar el verdadero acto", como si nada hubiera pasado.
Otra
de las analogías habla del término "volver", que los veteranos
aplicaban al sentido de "volver a las Islas Malvinas" y los militantes
del peronismo post-55 al sentido de "Perón vuelve".
De todas
formas, la exaltación del interior provincial como reservorio de lo nacional y
la apelación al auditorio como "veteranos", aún cuando compartieran
ese rótulo con los cuadros militares, lo hacían para disputárselo. El
Monumento a los Caídos se transformó en un campo de batalla donde la oposición
Argentina-Reino Unido se re-traducía en la oposición Nación-Colonia y
Pueblo-Estado.
Ya en su
construcción, el Monumento había sido criticado por su mal emplazamiento:
justo frente a la Torre de los Ingleses y rodeado de contaminación que lo hace inapropiado
para la meditación.
La escisión de ese aniversario en dos actos
antagónicos mostró que Malvinas puede ser, a la vez, prenda de unidad y
de división en el seno de la Patria.
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