Critican la universalización de las normas eurocéntricas, la idea de que alguna raza porta el monopolio de la belleza, inteligencia o fortaleza.
Parten su análisis teniendo en
cuenta que el eurocentrismo es parte del sentido común al punto que el
rol de dominación histórica sobre otros pueblos pasa desapercibido.
El discurso
colonialista-imperialista se filtra en el lenguaje desde la escuela primaria hasta
estructurar las prácticas y representaciones contemporáneas que difunden
las corporaciones mediáticas como Hollywood.
Pero no se trata de condenar lo
europeo. Tal actitud perpetuaría el eurocentrismo. Así como muchos no-europeos
sostienen el eurocentrismo, Europa aplasta su propia diversidad cultural:
desde la persecución inquisitorial de los judíos, los musulmanes y los gitanos
hasta la discriminación de los campesinos, los irlandeses, las mujeres y los
gays/lesbianas.
En definitiva, el pensamiento
eurocéntrico es fundamentalmente desrepresentativo de un mundo que siempre fue
multicultural. La meta de estos autores es multiculturalizar el campo de los
estudios culturales.
Para ello proponen hacer conexiones
en términos temporales (entre el siglo XIX y la Grecia clásica),
espacio-geográficos (ubicando debates en el amplio contexto que ciñe las
Américas, África y Asia), disciplinarios (forjando lazos entre la teoría
literaria, la etnografía reflexiva y los estudios culturales), intertextuales
(comparando la “alta cultura” con las culturas populares) y conceptuales
(relacionando temas de colonialismo con otros de nacionalismo y
multiculturalismo).
El papel de los medias en la formación de identidades
Para los autores, los media
contemporáneos forman identidades. La expectación de los productos mediáticos
impacta complejamente en la identidad nacional y en la pertenencia
comunal. El contacto mediatizado con pueblos distantes permite imaginar
comunidades.
Inscriptas en las estrategias
narrativas están las representaciones eurocéntricas. Éstas se construyen
mediante tropos, metáforas y figuras que trasmiten una actitud etnocéntrica
hacia la tierra, la ecología y las culturas no-europeas.
Dentro del discurso colonialista,
ciertas figuras retóricas, comparaciones e imágenes narrativas juegan un rol
constitutivo en la configuración de la superioridad europea.
No obstante, el discurso
colonialista varía con la región, el período histórico y las necesidades
ideológicas del momento. Puede condenar al mundo árabe por vestirse de más
y al mundo indígena por vestirse de menos.
Tropos del Imperio: la animalización
La operación tropológica de
animalización subyuga lo colonizado como a bestias salvajes de irrefrenable
libidinosidad, que carecen de vestimenta apropiada y viven en chozas de barro
que parecen nidos y cuevas.
Este mecanismo de dominación reduce
lo cultural a lo biológico y tiende a asociar lo colonizado con lo vegetativo y
lo instintivo más que con lo aprendido y lo cultural. Así lo atestiguan los
epítetos que recaen sobre ciertas figuras y lugares de la cultura popular
latinoamericana, como “Gladis, la bomba tucumana”, “Terremoto bailable”, “La
mona Jiménez”, “El puma Rodríguez”. El lugar que le cabe a cultura popular latinoamericana
parecería tratarse de un gran zoológico.
Infantilización
El tropo de la infantilización
proyecta lo colonizado materializando corporalmente una etapa temprana del ser
humano o del desarrollo cultural. Muchos científicos buscaron probar alguna vez
que los negros eran intelectualmente idénticos a los niños blancos.
También se sigue utilizando el
término “subdesarrollado” para referirse al “Tercer” Mundo (otrora
“Nuevo” Mundo). Estos tropos presuponen que, aún cuando estos territorios son
el producto de cientos de años de civilización, no están preparados todavía
para controlar su cuerpo/psique y por eso necesita una mano-guía de sociedades
más adultas y evolucionadas que los introduzca suavemente en los tiempos
modernos.
Otros binarismos también reflejan
ciertas actitudes verticalistas y geocéntricas, como lo demuestra la
jerarquización entre clases “altas” y “bajas” o entre países “centrales” y
países “periféricos”, entre la
Europa iluminada (por la razón) y los mundos oscuros.
Erotización y exotización
Muchos procesos territoriales de
dominación política del hombre blanco son narrados utilizando un lenguaje
sexuado. Así, se habla de conquistas de nuevas tierras y de la penetración
del hombre blanco en tierras vírgenes, indómitas.
El “descubridor” daba nombres a los
lugares como marca de posesión (Américo Vespucio y su “América”, el
Estrecho de “Magallanes”, Cristóbal Colón y su “Colombia”, Simón Bolívar y su
“Bolivia”, etc.).
Pero muchas representaciones de “lo
virgen”, sostenidas desde Indiana Jones
hasta los ecologistas, sirven para legitimar ciertas maniobras geopolíticas
de las potencias occidentales. La cartografía del Renacimiento y su “terra
incógnita” es otro ejemplo.
A veces, estas metáforas son
recubiertas por un aura de cientificidad. En películas como Lawrence de Arabia, el estatus de héroe
se trasmuta al del viajero (a menudo un científico) quien domina una nueva
tierra y sus tesoros, cuyo valor habían desaprovechado los residentes
“primitivos”.
El Oriente fue visto desde la Grecia clásica como la
escena de los deleites carnales. Las arenas resplandecientes metaforizan las
pasiones “calientes”. El desierto es un mundo que no tiene control de sí.
Incluso los árabes son vistos siempre como polígamos, en busca de una mujer, a
la que arrastrarán hacia su harén con el rapto si fuera necesario.
El imaginario del harén
refleja una utopía masculina de sexual omnipotencia. Y, si bien el discurso
eurocéntrico, ha definido al harén simplemente como un espacio dominado por
el hombre, se trata de un sistema que también permite que la mujer tenga
acceso a otras mujeres, proveyendo un lugar para el intercambio de ideas e
información al resguardo de los oídos y la vista del hombre.
Ciertas películas pueden representar
a la mujer como viajera independiente de clase alta que ocupa
transitoriamente la posición del pater
blanco enfrente de los nativos. Pero esta mujer es casi siempre objeto del
deseo de negros, latinos o árabes libidinosos que intentarán raptarla.
La “vuelta al hogar” es el castigo
disciplinario de las fantasías femeninas de liberación. Todas estas metáforas
permiten que el espectador revalore y aprecie el existente orden sexual,
racial y nacional-imperial.
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