Marco teórico
De esta
matriz que son las fuerzas y las relaciones de producción y el modo en que son
organizadas socialmente en las diferentes épocas históricas, surgen todas las otras
formas más elaboradas de la estructura social, que asumen formas específicas
bajo condiciones determinadas.
Marx
también dice que la esfera de la producción mental, se desarrolla con la
producción material. Las superestructuras sociales y culturales que se
“corresponden” con cada modo de producción serán históricamente específicas.
Todos los principales modos de producción en la historia humana han estado
basados fundamentalmente en un tipo de explotación del trabajo de unos por
otros. O sea que los modos de producción tienen una raíz antagónica.
Marx y
Engles consideraban a cada modo de producción destinado a desarrollarse
mediante la superación de las contradicciones intrínsecas a sus estadios más
bajos, a reproducir esos antagonismos en un nivel más avanzado, y por lo tanto,
a desaparecer mediante este desarrollo de las contradicciones.
Los
modos de producción no deben ser considerados simplemente como la reproducción
de la existencia física, más bien es una forma concreta de la actividad de
estos individuos, de la expresión de sus vidas, un modo de vida concreto de
éstos.
De esta manera, lo que son coincide con su producción, tanto con lo que
producen con cómo lo producen. Entonces la cultura nos refiere a la disposición
(de las formas) asumida por la existencia social bajo determinadas condiciones
históricas. La cultura no es algo sustancialmente de lo social, se refiere
esencialmente a un aspecto del mismo fenómeno. La cultura es el propósito objetivado ante la existencia humana cuando
hombres concretos bajo condiciones concretas se apropian de las producciones de
la naturaleza de un modo adaptado a sus propias necesidades e imprimen ese
trabajo como exclusivamente humano.
La
cultura es dinámica, como un material decisivo o fuerza
productora. No se trata de un “conocimiento” almacenado en abstracto, sino
que está materializado en la producción, encerrado en la organización
social, y por encima de todo, se ha preservado y transmitido por medio del
lenguaje, de la cual pasa de una generación a otra como la “segunda naturaleza”
del hombre.
El
problema es cómo dar cuenta del hecho de que en la esfera de las ideas, el
significado, el valor, los conceptos y la conciencia, los hombres se
experimentan a sí mismos de modos que no se corresponden plenamente con su
situación real. Porque en toda ideología el hombre y sus circunstancias están
mitificados, aparecen boca abajo como en una cámara oscura. Esto se debe a
que los hombres están condicionados por un desarrollo concreto de sus fuerzas
productivas y de la relación correspondiente a estas, están descentrados porque
viven y producen en unas condiciones concretas que no han hechos ellos y en
las que entran involuntariamente. Porque los hombres no pueden, en un
sentido pleno y contradictorio, ser los autores colectivos de sus acciones.
Marx llama a esto la determinación
fundamental de las superestructuras, el hecho de que las prácticas de
estos dominios sean condicionadas en otro lugar y sólo se experimenten y
realicen en la ideología.
Con la
división del trabajo aparece la distinción entre trabajo intelectual y manual,
cada uno se instala en distintas esferas sociales: el trabajo intelectual es
expropiado por las clases dominantes.
En esta
relación de relaciones de/fuerza de producción, el trabajo es el artículo que
tiene la capacidad de producir un valor mayor que los materiales sobre los que
trabaja: y esa plusvalía que queda cuando al trabajador se le paga por sus
gastos de mantenimiento (salario) es expropiada por los que poseen los medios
de producción y realizada a través de los intercambio de mercancías en el
mercado.
Existe
también un campo definido en el que las clases “experimentan” su propia
práctica, obtienen de ella una especie de sentido, hacen una relación de
ella y utilizan las ideas para producir
una cierta coherencia imaginativa: es el nivel de lo que podríamos llamar la
propia ideología. Su medio principal de elaboración es la práctica del lenguaje
y la conciencia, pues el significado es dado a través del lenguaje. Dar sentido
es localizarse a uno mismo y a la experiencia y condiciones propias, en los
discursos ideológicos ya objetivados, las series de experimentaciones hechas y
preconstituidas, mostradas y ordenadas a través del lenguaje, que dan carne a
nuestra esfera ideológica.
Es en el
mercado donde sucede esto, se produce una mediación que permite que un tipo de
relación social aparezca como un tipo de relación individual. El mercado
cumple tres funciones simultáneas: esta que nombramos recién que se puede
llamar cámara oscura porque transforma una relación en su opuesta; el fetichismo
de la mercancía; y un efecto de ocultamiento. Sólo a través del
mercado podemos “ver” que el trabajo y la producción son realizados, no podemos
ver que es en la producción donde el trabajo es explotado y la plusvalía
expropiada. Estas tres funciones hacen que las relaciones de mercado bajo el
capitalismo sean, simultáneamente, reales e ideológicas.
La
ideología no es lo que está escondido u oculto, sino es precisamente lo más
abierto, aparente y manifiesto, tiene lugar en la superficie y la vista de
todos. Son sus cimientos reales lo que está reprimido y escondido. Por ejemplo,
una de las formas más obvias y “transparentes” de la conciencia es el sentido
común, que nos ayuda a clasificar el mundo en términos simples, pero
significativos. Parece como si siempre hubiera estado ahí, como una forma de
sabiduría natural. Ese efecto de espontaneidad es algo ideológico e
inconsciente. Las ideologías son la esfera de lo vivido, lo experimentado, y no del pensamiento.
Althusser
da el término sobredeterminación a este doble modo de concebir la “autonomía
relativa” de las prácticas y su “determinación en última instancia”.
Para
expresarnos dentro del sistema objetivado de signos que objetivan y sirven de
mediación al pensamiento, hemos de tener acceso a las normas y convenciones que
gobiernan el hablar y la articulación, así como a los diversos códigos.
Los
signos, que son el principal elemento del lenguaje, comunican no sólo porque
son fenómenos sociales y forman parte de la realidad material, sino por la
función específica que tienen de refractar esa realidad de la que forman parte.
O sea, no son transparentes y naturales. La significación es la práctica a
través de la cual se cumple el trabajo de la representación cultural e
ideológica. De ellos se deduce que las relaciones reales solo pueden ser
culturalmente significadas e ideológicamente inflexionadas como una serie de
relaciones vividas imaginarias. Como dice Voloshinov, un signo no existe
simplemente como una parte de la realidad, refleja y refracta otra realidad. El
dominio de la ideología coincide con el dominio de los signos, todo lo
ideológico posee un valor semiótico.
Tres
conceptos relacionados de “dominación”
Raymond Williams dice
que en un período particular hay un sistema central de prácticas, significados
y valores que son dominantes y efectivos, que son organizados y vividos,
mediante un proceso de incorporación. Son las instituciones educativas los
principales agentes de ese proceso, por medio de ellas son elegidos y
enfatizados ciertos significados y valores mediante los cuales los diferentes
sectores de la humanidad viven sus propias condiciones, mientras que otros
significados son despreciados.
El
sistema dominante debe hacerse y rehacerse continuamente para contener a los
significados, prácticas y valores que se le oponen. Williams identifica dos
clases alternativas de significado y práctica. Por un lado, están las formas
residuales de la cultura alternativa o de oposición, que consisten en
significados y valores que no pueden encontrar expresión dentro de la cultura
dominante. Por ejemplo: las ideas asociadas con el pasado rural y con la
“sociedad orgánica” son elementos residuales de nuestra cultura. Por otro lado,
las formas emergentes constituyen el campo de nuevas prácticas,
significados y valores. Ambas formas pueden incorporarse parcialmente a la
estructura dominante o pueden quedar como una desviación o un enclave que varía
del énfasis central, pero sin amenazarlo.
Según Gramsci hay hegemonía
cuando una clase dominante no sólo es capaz de obligar a una clase subordinada
a conformarse a sus intereses, sino que ejerce una autoridad social total sobre
esas clases y la formación social en su totalidad. Es una combinación de fuerza
y consentimiento. En parte, la hegemonía se logra mediante la contención de las
clases subordinadas dentro de la superestructura, mediante la ideología. Y por
otra parte, por la acción coercitiva del Estado, que también, parcialmente,
actúan por medio de la ideología.
La
hegemonía no puede mantenerse mediante una clase dominante única y unificada,
sino solo mediante una alianza coyuntural particular de fracciones de clase;
así, el contenido de la ideología dominante reflejará esta formación interior
compleja de las clases dominantes. Para obtener un cierto equilibrio, deben
hacer ciertas concesiones a los subordinados para obtener consentimiento y
legitimidad, pero estas nunca serán muy significativas. La hegemonía no es
psicológica o moralista, sino que es estructural y epistemológica.
Althusser introduce la noción
de reproducción, en la que el capitalismo, como sistema productivo,
reproduce las condiciones de producción a escala ampliada, y esta debe incluir
la reproducción social, o sea, la reproducción de la fuerza de trabajo y de las
relaciones de producción. Estas incluyen los salarios y las “ideas apropiadas”,
es decir, una reproducción de su sumisión a las normas del orden establecido, a
la ideología que domina y a los agentes de la explotación.
La
reproducción de la fuerza de trabajo necesita de la familia, y la reproducción
de las habilidades y técnicas avanzadas necesita del sistema educativo, la
reproducción de la sumisión a la ideología dominante requiere de las
instituciones culturales: iglesia, medios, aparatos políticos. Llama a todos
los aparatos implicados en este proceso AIE, que dominan por medio de la
ideología. La reproducción ideológica se convierte en la sede de la lucha de
clases.
Para Poulantzas el primer efecto
general ideológico bajo el capitalismo es el de enmascarar y desplazar el modo
en que funcionan las ideologías. El segundo es el de fragmentación o
separación, la unidad del Estado se separa es esferas; además, el valor creado
colectivamente es apropiado individual y privadamente. El tercer efecto es el
imponer una coherencia o unidad imaginaria sobre las unidades así
representadas, y así reemplaza la unidad real de primer nivel con las
“relaciones imaginarias vividas” del tercero. Se reconstituye el
sujeto-individual en totalidades ideológicas como comunidad, nación, opinión
pública, sociedad, consenso, etc.
La
fragmentación de la opinión es reorganizada en una coherencia imaginaria en la
unidad mística del “consenso”, en el que fluyen espontáneamente los individuos
soberanos y libres y sus voluntades. Los medios modernos de comunicación han
colonizado progresivamente la esfera cultural e ideológica. Son
crecientemente responsables de suministrar la base a partir de la cual los
grupos y clases construyen una imagen de las vidas, significados, prácticas y
valores de los otros grupos y clases; por otro lado, suministran las imágenes,
representaciones e ideas, alrededor de las que la totalidad social, compuesta
por piezas separadas y fragmentadas, puede ser captada coherentemente como una
totalidad.
Funciones
de los medios:
1) el
suministrar la “base” a partir de la cual los grupos y clases construyen una
“imagen” de las vidas, significados, prácticas y valores de los otros grupos y
clases; y la construcción colectiva del conocimiento social, por medio del cual
percibimos el mundo.
2) reflejar
y reflejarse es la pluralidad de esquemas de vida, suministrando un inventario
constante de los léxicos, estilos de vida e ideologías que son objetivados allí.
Esta asignación de las relaciones sociales a sus contextos y esquemas
clasificatorios es un trabajo ideológico, pues el establecimiento de normas que
rigen realidades, ofrecen mapas y códigos que marquen los territorios y asignen
los acontecimientos y relaciones problemáticas a contextos explicativos,
ayudándonos así no solo a saber más sobre el mundo, sino a darle un sentido.
Aquí aparece la línea divisoria entre las explicaciones y razones promovidas y
excluidas, entre las conductas permitidas y desviadas, es ciertamente, la sede
de la lucha. Como dijo Voloshinov, el signo se convierte en la arena de
la lucha de clases, y este es multiacentuado.
3) orquestar,
organizar y unir lo que se ha representado clasificado selectivamente. Lo
clasificado y hechos visible se pone dentro de un orden reconocido, un orden
complejo, en el que la intervención directa y desnuda de las unidades reales se
mantiene siempre a raya por medio de la coherencia más neutral e integradora de
la opinión pública. Es una delicada obra de negociación, pero aun así hay un
intercambio desigual entre las masas desorganizadas y los centros organizados
del poder y la opinión. Este efecto ideológico de los medios está constituido
por la producción del consenso y la construcción de legitimidad.
Los
medios producen mercancías simbólicas. Intervienen en el proceso de
inteligibilidad social, componiendo las prácticas que traducen los
acontecimientos reales a una forma simbólica, es el proceso de codificación. La selección de
los códigos, de los que son promovidos en los diferentes dominios y parecen
encerrar las explicaciones “naturales” que aceptaría la mayor parte de los
miembros de la sociedad, arroja consensualmente estos acontecimientos
problemáticos a algún lugar internos del repertorio de las ideologías
dominantes, que constituyen el campo de significados dentro del cual debe
elegir, de esta manera, reproducen las estructuras existentes de poder. Se han
llegado a sedimentar como los únicos razonamientos universalmente válidos.
Las
premisas que sostienen sus racionalidades han llegado a ser invisibles por este
proceso de enmascaramiento. Además, es enmascarado por la intervención de las
ideologías profesionales: las rutinas prácticas y técnicas que sitúan al
codificador dentro de la categoría de una neutralidad profesional que lo
distancia del contenido ideológico del material que está manejando y de sus
inflexiones ideológicas de los códigos que está empleando. Este es uno de los
varios puntos de identificación que dan credibilidad y fuerza a la lectura promovida/preferente de
los acontecimientos, ya que apuntan al consentimiento del público, deben
estructurar la manera en que se decodificará el mensaje (o sea, dentro del
marco de referencia hegemónico). Sin embargo, existen lecturas negociadas, porque hay espacios necesarios del
discurso donde se insertan las clases subordinadas.
Si bien
indirectamente los medios están relacionados con las alianzas de la clase
dominantes, tiene una relativa “autonomía” de los aparatos del Estado, pues no
pueden ser dirigidos por partidos, ya que ese mando directo y explícito
destruiría inmediatamente la base de la legitimidad, pues revelaría una
complicidad abierta con el poder de la clase dominante. Esta “autonomía” que
tienen en apariencia, encierra prácticas operacionales como “objetividad”,
“neutralidad”, “imparcialidad”, y en estás prácticas se realiza su relativa
neutralidad.
Es en
esta unidad subyacente (hay cosas en las que todos los dominantes acuerdan)
donde los medios se aseguran y se reproducen; y en este sentido es como ha
de ser entendida la inflexión ideológica de los discursos de los medios de
comunicación; no como “partidaria” sino como fundamentalmente orientada
dentro del modo de realidad del Estado (que tiene que haber siempre posiciones
opuestas). O sea el trabajo ideológico de los medios depende del trazado y
apuntalamiento del campo ideológico estructurado en el que actúan las
posiciones (contradictorias) y sobre las que se sostienen.
Los
medios, en nuestras sociedades, sirven para realizar incesantemente el trabajo
ideológico crítico de “clasificar el mundo” dentro
de los discursos de las ideologías dominantes. Este es un trabajo
contradictorio, debido a las contradicciones internas dentro de la ideología, y
también por las luchas de clase que lo hacen en la ideología. Es decir, que en
su trabajo se manifiestan siempre las tendencias contraactuantes.
Teórico
12/06/12
3 tipos
de decodificaciones/lecturas de las audiencias de los medios:
-
decodificación/lectura preferente à tomar al pie de la letra el mensaje
-
decodificación/lectura negociada à es un poco más polisémico, pues la
audiencia puede interpretar otros sentidos. Es negociada hasta donde los
dominantes permitan. “…porque hay espacios necesarios del discurso donde se
insertan las clases subordinadas” para legitimar el orden existente.
-
decodificación/oposicional à está el sentido preferente, pero es una
audiencia que no es culturalmente tonta.
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