13.5.13

Hall - La cultura, los medios de comunicación y el efecto ideológico


Marco teórico
De esta matriz que son las fuerzas y las relaciones de producción y el modo en que son organizadas socialmente en las diferentes épocas históricas, surgen todas las otras formas más elaboradas de la estructura social, que asumen formas específicas bajo condiciones determinadas.

Marx también dice que la esfera de la producción mental, se desarrolla con la producción material. Las superestructuras sociales y culturales que se “corresponden” con cada modo de producción serán históricamente específicas. Todos los principales modos de producción en la historia humana han estado basados fundamentalmente en un tipo de explotación del trabajo de unos por otros. O sea que los modos de producción tienen una raíz antagónica.

Marx y Engles consideraban a cada modo de producción destinado a desarrollarse mediante la superación de las contradicciones intrínsecas a sus estadios más bajos, a reproducir esos antagonismos en un nivel más avanzado, y por lo tanto, a desaparecer mediante este desarrollo de las contradicciones.

Los modos de producción no deben ser considerados simplemente como la reproducción de la existencia física, más bien es una forma concreta de la actividad de estos individuos, de la expresión de sus vidas, un modo de vida concreto de éstos. De esta manera, lo que son coincide con su producción, tanto con lo que producen con cómo lo producen. Entonces la cultura nos refiere a la disposición (de las formas) asumida por la existencia social bajo determinadas condiciones históricas. La cultura no es algo sustancialmente de lo social, se refiere esencialmente a un aspecto del mismo fenómeno. La cultura es el propósito objetivado ante la existencia humana cuando hombres concretos bajo condiciones concretas se apropian de las producciones de la naturaleza de un modo adaptado a sus propias necesidades e imprimen ese trabajo como exclusivamente humano.

La cultura es dinámica, como un material decisivo o fuerza productora. No se trata de un “conocimiento” almacenado en abstracto, sino que está materializado en la producción, encerrado en la organización social, y por encima de todo, se ha preservado y transmitido por medio del lenguaje, de la cual pasa de una generación a otra como la “segunda naturaleza” del hombre.

El problema es cómo dar cuenta del hecho de que en la esfera de las ideas, el significado, el valor, los conceptos y la conciencia, los hombres se experimentan a sí mismos de modos que no se corresponden plenamente con su situación real. Porque en toda ideología el hombre y sus circunstancias están mitificados, aparecen boca abajo como en una cámara oscura. Esto se debe a que los hombres están condicionados por un desarrollo concreto de sus fuerzas productivas y de la relación correspondiente a estas, están descentrados porque viven y producen en unas condiciones concretas que no han hechos ellos y en las que entran involuntariamente. Porque los hombres no pueden, en un sentido pleno y contradictorio, ser los autores colectivos de sus acciones. Marx llama a esto la determinación fundamental de las superestructuras, el hecho de que las prácticas de estos dominios sean condicionadas en otro lugar y sólo se experimenten y realicen en la ideología.

Con la división del trabajo aparece la distinción entre trabajo intelectual y manual, cada uno se instala en distintas esferas sociales: el trabajo intelectual es expropiado por las clases dominantes.
En esta relación de relaciones de/fuerza de producción, el trabajo es el artículo que tiene la capacidad de producir un valor mayor que los materiales sobre los que trabaja: y esa plusvalía que queda cuando al trabajador se le paga por sus gastos de mantenimiento (salario) es expropiada por los que poseen los medios de producción y realizada a través de los intercambio de mercancías en el mercado.

Existe también un campo definido en el que las clases “experimentan” su propia práctica, obtienen de ella una especie de sentido, hacen una relación de ella  y utilizan las ideas para producir una cierta coherencia imaginativa: es el nivel de lo que podríamos llamar la propia ideología. Su medio principal de elaboración es la práctica del lenguaje y la conciencia, pues el significado es dado a través del lenguaje. Dar sentido es localizarse a uno mismo y a la experiencia y condiciones propias, en los discursos ideológicos ya objetivados, las series de experimentaciones hechas y preconstituidas, mostradas y ordenadas a través del lenguaje, que dan carne a nuestra esfera ideológica.

Es en el mercado donde sucede esto, se produce una mediación que permite que un tipo de relación social aparezca como un tipo de relación individual. El mercado cumple tres funciones simultáneas: esta que nombramos recién que se puede llamar cámara oscura porque transforma una relación en su opuesta; el fetichismo de la mercancía; y un efecto de ocultamiento. Sólo a través del mercado podemos “ver” que el trabajo y la producción son realizados, no podemos ver que es en la producción donde el trabajo es explotado y la plusvalía expropiada. Estas tres funciones hacen que las relaciones de mercado bajo el capitalismo sean, simultáneamente, reales e ideológicas.

La ideología no es lo que está escondido u oculto, sino es precisamente lo más abierto, aparente y manifiesto, tiene lugar en la superficie y la vista de todos. Son sus cimientos reales lo que está reprimido y escondido. Por ejemplo, una de las formas más obvias y “transparentes” de la conciencia es el sentido común, que nos ayuda a clasificar el mundo en términos simples, pero significativos. Parece como si siempre hubiera estado ahí, como una forma de sabiduría natural. Ese efecto de espontaneidad es algo ideológico e inconsciente. Las ideologías son la esfera de lo vivido, lo experimentado, y no  del pensamiento.

Althusser da el término sobredeterminación a este doble modo de concebir la “autonomía relativa” de las prácticas y su “determinación en última instancia”.
Para expresarnos dentro del sistema objetivado de signos que objetivan y sirven de mediación al pensamiento, hemos de tener acceso a las normas y convenciones que gobiernan el hablar y la articulación, así como a los diversos códigos.
Los signos, que son el principal elemento del lenguaje, comunican no sólo porque son fenómenos sociales y forman parte de la realidad material, sino por la función específica que tienen de refractar esa realidad de la que forman parte. O sea, no son transparentes y naturales. La significación es la práctica a través de la cual se cumple el trabajo de la representación cultural e ideológica. De ellos se deduce que las relaciones reales solo pueden ser culturalmente significadas e ideológicamente inflexionadas como una serie de relaciones vividas imaginarias. Como dice Voloshinov, un signo no existe simplemente como una parte de la realidad, refleja y refracta otra realidad. El dominio de la ideología coincide con el dominio de los signos, todo lo ideológico posee un valor semiótico.

Tres conceptos relacionados de “dominación”

Raymond Williams dice que en un período particular hay un sistema central de prácticas, significados y valores que son dominantes y efectivos, que son organizados y vividos, mediante un proceso de incorporación. Son las instituciones educativas los principales agentes de ese proceso, por medio de ellas son elegidos y enfatizados ciertos significados y valores mediante los cuales los diferentes sectores de la humanidad viven sus propias condiciones, mientras que otros significados son despreciados.

El sistema dominante debe hacerse y rehacerse continuamente para contener a los significados, prácticas y valores que se le oponen. Williams identifica dos clases alternativas de significado y práctica. Por un lado, están las formas residuales de la cultura alternativa o de oposición, que consisten en significados y valores que no pueden encontrar expresión dentro de la cultura dominante. Por ejemplo: las ideas asociadas con el pasado rural y con la “sociedad orgánica” son elementos residuales de nuestra cultura. Por otro lado, las formas emergentes constituyen el campo de nuevas prácticas, significados y valores. Ambas formas pueden incorporarse parcialmente a la estructura dominante o pueden quedar como una desviación o un enclave que varía del énfasis central, pero sin amenazarlo.

Según Gramsci hay hegemonía cuando una clase dominante no sólo es capaz de obligar a una clase subordinada a conformarse a sus intereses, sino que ejerce una autoridad social total sobre esas clases y la formación social en su totalidad. Es una combinación de fuerza y consentimiento. En parte, la hegemonía se logra mediante la contención de las clases subordinadas dentro de la superestructura, mediante la ideología. Y por otra parte, por la acción coercitiva del Estado, que también, parcialmente, actúan por medio de la ideología.
La hegemonía no puede mantenerse mediante una clase dominante única y unificada, sino solo mediante una alianza coyuntural particular de fracciones de clase; así, el contenido de la ideología dominante reflejará esta formación interior compleja de las clases dominantes. Para obtener un cierto equilibrio, deben hacer ciertas concesiones a los subordinados para obtener consentimiento y legitimidad, pero estas nunca serán muy significativas. La hegemonía no es psicológica o moralista, sino que es estructural y epistemológica.

Althusser introduce la noción de reproducción, en la que el capitalismo, como sistema productivo, reproduce las condiciones de producción a escala ampliada, y esta debe incluir la reproducción social, o sea, la reproducción de la fuerza de trabajo y de las relaciones de producción. Estas incluyen los salarios y las “ideas apropiadas”, es decir, una reproducción de su sumisión a las normas del orden establecido, a la ideología que domina y a los agentes de la explotación.

La reproducción de la fuerza de trabajo necesita de la familia, y la reproducción de las habilidades y técnicas avanzadas necesita del sistema educativo, la reproducción de la sumisión a la ideología dominante requiere de las instituciones culturales: iglesia, medios, aparatos políticos. Llama a todos los aparatos implicados en este proceso AIE, que dominan por medio de la ideología. La reproducción ideológica se convierte en la sede de la lucha de clases.

Para Poulantzas el primer efecto general ideológico bajo el capitalismo es el de enmascarar y desplazar el modo en que funcionan las ideologías. El segundo es el de fragmentación o separación, la unidad del Estado se separa es esferas; además, el valor creado colectivamente es apropiado individual y privadamente. El tercer efecto es el imponer una coherencia o unidad imaginaria sobre las unidades así representadas, y así reemplaza la unidad real de primer nivel con las “relaciones imaginarias vividas” del tercero. Se reconstituye el sujeto-individual en totalidades ideológicas como comunidad, nación, opinión pública, sociedad, consenso, etc.

La fragmentación de la opinión es reorganizada en una coherencia imaginaria en la unidad mística del “consenso”, en el que fluyen espontáneamente los individuos soberanos y libres y sus voluntades. Los medios modernos de comunicación han colonizado progresivamente la esfera cultural e ideológica. Son crecientemente responsables de suministrar la base a partir de la cual los grupos y clases construyen una imagen de las vidas, significados, prácticas y valores de los otros grupos y clases; por otro lado, suministran las imágenes, representaciones e ideas, alrededor de las que la totalidad social, compuesta por piezas separadas y fragmentadas, puede ser captada coherentemente como una totalidad.
Funciones de los medios:
1) el suministrar la “base” a partir de la cual los grupos y clases construyen una “imagen” de las vidas, significados, prácticas y valores de los otros grupos y clases; y la construcción colectiva del conocimiento social, por medio del cual percibimos el mundo.
2) reflejar y reflejarse es la pluralidad de esquemas de vida, suministrando un inventario constante de los léxicos, estilos de vida e ideologías que son objetivados allí. Esta asignación de las relaciones sociales a sus contextos y esquemas clasificatorios es un trabajo ideológico, pues el establecimiento de normas que rigen realidades, ofrecen mapas y códigos que marquen los territorios y asignen los acontecimientos y relaciones problemáticas a contextos explicativos, ayudándonos así no solo a saber más sobre el mundo, sino a darle un sentido. Aquí aparece la línea divisoria entre las explicaciones y razones promovidas y excluidas, entre las conductas permitidas y desviadas, es ciertamente, la sede de la lucha. Como dijo Voloshinov, el signo se convierte en la arena de la lucha de clases, y este es multiacentuado.
3) orquestar, organizar y unir lo que se ha representado clasificado selectivamente. Lo clasificado y hechos visible se pone dentro de un orden reconocido, un orden complejo, en el que la intervención directa y desnuda de las unidades reales se mantiene siempre a raya por medio de la coherencia más neutral e integradora de la opinión pública. Es una delicada obra de negociación, pero aun así hay un intercambio desigual entre las masas desorganizadas y los centros organizados del poder y la opinión. Este efecto ideológico de los medios está constituido por la producción del consenso y la construcción de legitimidad.
Los medios producen mercancías simbólicas. Intervienen en el proceso de inteligibilidad social, componiendo las prácticas que traducen los acontecimientos reales a una forma simbólica, es el proceso de codificación. La selección de los códigos, de los que son promovidos en los diferentes dominios y parecen encerrar las explicaciones “naturales” que aceptaría la mayor parte de los miembros de la sociedad, arroja consensualmente estos acontecimientos problemáticos a algún lugar internos del repertorio de las ideologías dominantes, que constituyen el campo de significados dentro del cual debe elegir, de esta manera, reproducen las estructuras existentes de poder. Se han llegado a sedimentar como los únicos razonamientos universalmente válidos.
Las premisas que sostienen sus racionalidades han llegado a ser invisibles por este proceso de enmascaramiento. Además, es enmascarado por la intervención de las ideologías profesionales: las rutinas prácticas y técnicas que sitúan al codificador dentro de la categoría de una neutralidad profesional que lo distancia del contenido ideológico del material que está manejando y de sus inflexiones ideológicas de los códigos que está empleando. Este es uno de los varios puntos de identificación que dan credibilidad y fuerza a la lectura promovida/preferente de los acontecimientos, ya que apuntan al consentimiento del público, deben estructurar la manera en que se decodificará el mensaje (o sea, dentro del marco de referencia hegemónico). Sin embargo, existen lecturas negociadas, porque hay espacios necesarios del discurso donde se insertan las clases subordinadas.
Si bien indirectamente los medios están relacionados con las alianzas de la clase dominantes, tiene una relativa “autonomía” de los aparatos del Estado, pues no pueden ser dirigidos por partidos, ya que ese mando directo y explícito destruiría inmediatamente la base de la legitimidad, pues revelaría una complicidad abierta con el poder de la clase dominante. Esta “autonomía” que tienen en apariencia, encierra prácticas operacionales como “objetividad”, “neutralidad”, “imparcialidad”, y en estás prácticas se realiza su relativa neutralidad.
Es en esta unidad subyacente (hay cosas en las que todos los dominantes acuerdan) donde los medios se aseguran y se reproducen; y en este sentido es como ha de ser entendida la inflexión ideológica de los discursos de los medios de comunicación; no como “partidaria” sino como fundamentalmente orientada dentro del modo de realidad del Estado (que tiene que haber siempre posiciones opuestas). O sea el trabajo ideológico de los medios depende del trazado y apuntalamiento del campo ideológico estructurado en el que actúan las posiciones (contradictorias) y sobre las que se sostienen.
Los medios, en nuestras sociedades, sirven para realizar incesantemente el trabajo ideológico crítico de “clasificar el mundo” dentro de los discursos de las ideologías dominantes. Este es un trabajo contradictorio, debido a las contradicciones internas dentro de la ideología, y también por las luchas de clase que lo hacen en la ideología. Es decir, que en su trabajo se manifiestan siempre las tendencias contraactuantes.

Teórico 12/06/12
3 tipos de decodificaciones/lecturas de las audiencias de los medios:
- decodificación/lectura preferente à tomar al pie de la letra el mensaje
- decodificación/lectura negociada à es un poco más polisémico, pues la audiencia puede interpretar otros sentidos. Es negociada hasta donde los dominantes permitan. “…porque hay espacios necesarios del discurso donde se insertan las clases subordinadas” para legitimar el orden existente.
- decodificación/oposicional à está el sentido preferente, pero es una audiencia que no es culturalmente tonta. 

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