A
comienzos de la década del ‘70 comenzó a tomar forma un campo de investigación
multidisciplinario en la interacción comunicativa. Kerbrat Orecchioni
agrupó las diversas vertientes que confluyeron en este campo.
En
1962, el filósofo inglés John Austin desarrolló una concepción pragmática del
discurso según la cual “decir es hacer”. Es la famosa teoría de los “actos
de habla”.
Una
década atrás, Palo Alto ya había desarrollado una clara distinción entre
comunicación simétrica y complementaria, como asimismo distintos conceptos
(metacomunicación, doble vínculo, feedback, etc.)
Sin
embargo, los enfoques etnosociológicos son los más diversos. El concepto
de competencia comunicativas postula que para comunicarse no solo hace
falta producir oraciones gramaticalmente correctas (Chomsky: competencia
gramatical innata) sino manejar las condiciones de uso adecuado. Los saberes
lingüísticos se hayan intrincados con saberes socioculturales.
Otras
corrientes son la sociolingüística, la etnometodología de Garfinkel y la
microsociología de Goffman.
Algunos
conceptos y críticas: Goffman y Garfinkel
Erving
Goffman considera importantes los aspectos más rutinarios de nuestras
interacciones, ese trabajo que realizamos constantemente para reconstruir un
ambiente que nos parezca normal y para sostener la mejor imagen de
nosotros mismos frente a los demás.
Los
encuentros sociales cara a cara representan auténticos microsistemas
sociales, donde lo importante será que los actores identifiquen la
situación, elijan una fachada disponible acorde a ella y actúen en
consecuencia.
La
interacción comunicativa se encuentra ordenada de acuerdo con reglas
inconscientes que forman parte de la competencia que un sujeto debe poseer
para interactuar de una forma apropiada a las circunstancias.
Cada
situación concreta es la que determinará la elección de la fachada más
adecuada. Por eso, el orden social y la actividad de los actores están
supeditados a la interacción.
Críticas
a Goffman desde la macrosociología
Según
Mauro Wolf, la macrosociología le critica a Goffman la falta de atención en las
estructuras que fundamentan la sociedad. Apenas analiza una suerte de micropoder,
que estaría en manos de quien define la situación en curso. Pero no queda claro
quién pone las reglas de acuerdo a las cuales se ordenan las
situaciones.
Además,
su trabajo se presenta como ideológicamente neutral. Las descripciones
fenomenológicas de las situaciones sociales no están insertas en una
perspectiva histórica.
Asimismo
la macrosociología señala la falta de sistematicidad de sus conceptos,
dado que los expone de manera desordenada en relatos.
Críticas
a Goffman desde la etnometodología
Garfinkel
diría que no son las reglas las que hacen que un actor elija un self en lugar de otro para construir su
fachada, sino el sentido común individual.
Harold
Garfinkel se propone con su etnometodología describir los procedimientos y
saberes prácticos (métodos) que usan los miembros de una sociedad para
resolver el conjunto de problemas que se le presenta en su vida cotidiana.
Según
esta perspectiva, el orden social no se origina en el Estado, la política o
cualquier superestructura abstracta, sino que es construida por los actores en
la situación particular (negociación situacional).
Así,
los hechos sociales no son cosas con historia, sino realizaciones situacionales
contingentes. Las normas son reactualizadas permanentemente y
regeneradas por la práctica cotidiana en un movimiento sin fin de construcción
interactiva del orden social.
En
esta construcción intersubjetiva del mundo, los actores ponen en práctica una
serie de procedimientos (metodología, savoir-faire).
Reflexividad,
indexicalidad y prácticas de glosa
El
lenguaje es necesario para hacer explicables (accountable) los contextos en que se producen las interacciones
(reflexividad). Mediante informes o “glosas”, los actores construyen
el orden social, es decir, le dan racionalidad a sus prácticas, o
sea, dicen por qué no están locos.
El
lenguaje incluso tiene la propiedad de ser irremediablemente indexical.
Esto quiere decir que el lenguaje es únicamente capaz de llenarse de sentido en
un contexto particular (deícticos).
Pero,
a su vez, ese contexto puede ser conocido a partir de su descripción (reflexividad).
Las prácticas sociales son producidas, no siempre de forma consciente, de
manera de proveer a su propia inteligibilidad. Entonces, ya no sólo el lenguaje,
sino toda práctica social es reflexiva e indexical.
Evidencias
y sentido común
Los
métodos usados por los sujetos para hacer explicables sus comportamientos
refieren a un mundo de sentido común dado por descontado (“lo que todos
saben”). Durante esta actitud natural, los individuos suspenden todo juicio
sobre el carácter objetivo de la realidad. Es por eso que “la evidencia no se
cuestiona”.
Aceptando
una asunción incorregible, como en el funcionamiento de los oráculos,
todos los acontecimientos se convertirán reflexivamente en evidencias
por esa creencia.
Teniendo
en cuenta esta propiedad reflexiva del lenguaje, un enunciado no sólo
transmitirá ciertas informaciones, sino que al mismo tiempo crea el contexto
para que esos datos puedan aparecer.
El
orden social (contexto) no es exterior ni anterior a la interacción sino
que se construye en la interacción. Así, se establece un marco específico para
cada interacción, a pesar de que el individuo actúa como si ese marco fuera
anterior a ese momento.
Otros
procedimientos
En
algunas circunstancias, los interactuantes adaptan transitoriamente una norma
general a una situación específica (procedimiento “ad hoc”). La nueva
regla sólo va a servir en esa situación concreta.
La
cláusula del etcétera es una extensión de la norma en base a un acuerdo
no mencionado entre los interactuantes. Así, por ejemplo, los interactuantes no
reprimen a los personajes de una obra de teatro, a pesar del cartel de
prohibido fumar.
En
ningún caso la regla general original fue eliminada.
Estos procedimientos se practican para permitir
la reproducción del normal estado de cosas.
Críticas
a la etnometodología
Según
Mauro Wolf, a la etnometodología se le critica el hecho de constituir una teoría
circular que descubre lo obvio, llegando a un relativismo sin
salida.
Al
mismo tiempo, Garfinkel niega toda posibilidad normativa por encima del
contexto de la interacción. Borra el carácter normativo de las reglas
que forman parte de la situación.
Aparte,
no toma en cuenta la relación entre la vida cotidiana y las instituciones sociales. El problema del
poder queda excluido de sus análisis. El sujeto aparece como un dios
cultural que crea ex nihilo la realidad social y sus significaciones.
El
concepto de reflexividad no tiene en cuenta los intereses que entran en
juego a la hora de hacer explicable una práctica.
Comparación
entre dos sociologías de la vida cotidiana
En
Sociologías de la vida cotidiana,
Mauro Wolf comparó las teorías de Goffman y Garfinkel. Cree que ambas toman
como problema central le fundación lingüística del mundo.
No
toman en cuenta los conflictos sociales en el interior de una cultura y
mucho menos la lucha de clases. No obstante, ambos dan por supuesta la
existencia de una competencia socialmente adquirida para interactuar en
el seno de una sociedad.
Una
de las diferencias más notorias entre estos dos enfoques es que Goffman
considera los encuentros sociales como reproducción del orden social,
mientras que Garfinkel pone el acento en la producción ex nihilo del
orden social.
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