13.5.13

Contursi - Mediación, inteligibilidad y cultura

1.      La génesis del concepto de mediación.

El concepto de mediación, término dialéctico clásico, ha sido propuesto por Theodor Adorno (1970) frente a la noción más “alineada” de reflejo, dado que éste supone, que la superestructura es un reflejo de la base, es decir que la base determina la superestructura.
La cultura reproduce las relaciones sociales de producción.
La noción de mediación describe un proceso activo de relación entre base y superestructura, más específicamente, entre sociedad y arte. Tiene un sentido positivo y sustancial, es decir que se halla en el propio objeto o producto. Así podemos entender que la cultura sea considerada una mediación de la sociedad.
Para Raymond Williams la “mediación” es metafórica y reduce su significado a “intermediario”.
Fredric Jameson explica en términos más modernos como un proceso de transcodificación; a partir de la invención de un conjunto de términos, de la elección estratégica de un código o lenguaje particular, se puede utilizar la misma terminología para analizar y articular muy dos tipos bastante diferentes de objetos o “textos”, o dos niveles estructurales de la realidad muy distintos; así, las mediaciones se transforman en un dispositivo del analista.
Mediación: es un proceso de transcodificación como un proceso de diferenciación positiva de los términos en relación.

2.Hacia una reformulación del concepto de mediación.

Es necesario distinguir mediación de discurso.
La mediación es un proceso que incluye la puesta en relación de modelos ideológicos de inteligibilidad del mundo con las materialidades discursivas que los ponen en escena comunicacionalmente. Dado que involucran esos modelos, da lugar a que los sujetos que son interpelados por una mediación conceptualicen el mundo de modos particulares.
Dicho de otro modo, proponemos caracterizar la mediación como un proceso ideológico y sociocognitivo, puesto que entendemos que las formaciones ideológicas no se agotan en lo pensable, sino que incluyen lo cognoscible. Este proceso está necesariamente anclado en la cultura. Esto posibilita que el estudio de las mediaciones se pueda llevar a cabo desde la doble perspectiva diacrónica y sincrónica.
Punto de vista diacrónico: cada modelo de mediación y sus redes semióticas asociadas o posibles se van transformando a partir de una relación de tensión con las relaciones sociales de producción. Esta relación de tensión debe ser entendida como un proceso dialéctico positivo; es decir, la base no determina necesariamente el modelo de mediación sino que lo sobredetermina.
Punto de vista sincrónica: los modelos de mediación se pueden analizar en la relación de conflicto con otros modelos, sin dar cuenta de sus transformaciones pero haciendo especial hincapié en los sentidos que entran en disputa como “un campo de batalla homérico, donde cierta cantidad de opciones interpretativas están implícita o explícitamente en conflicto”.
Los modelos de mediación operan tanto en la comunicación directa como en la mediatizada obviamente con diferencias constitutivas en cada caso.


3. El lenguaje como medición.

Ha sido larga la polémica dentro de las ciencias sociales acerca de sí es posible o no el pensamiento en forma autónoma del uso del lenguaje.
Benjamin Lee Whorf (1939) sostiene dos hipótesis:
a)      todos los altos niveles de pensamiento dependen del lenguaje:
b)      la estructura del lenguaje que un hombre utiliza habitualmente tiene incidencia sobre el modo en que comprende su hábitat.
Esta corriente denominada “relativismo lingüístico” ha recibido varias críticas:
Ferrucio Rossi-Landi y Massimo presentan críticas en dos grupos. El primero, la crítica en torno a la concepción del lenguaje (es simplificadora, sincrónica, a-ideológica y omite la existencia de otros sistemas sígnicos no verbales) y el segundo en torno a la concepción del pensamiento (también es simplificada, eliminando los hábitos psicológicos colectivos, por ejemplo, y condicionada unidireccionalmente por el lenguaje) El solo hecho de que cada lengua sea el producto histórico de cierta comunidad de hablantes distintas de todas las demás supone que sus posibilidades de expresión también serán irrepetibles.
Lo dicho no anula el hecho de que el lenguaje sea vista como mediación de la cultura; por ejemplo: la onomatopeya de los gallos en castellano se representan “quiquiriquí”, en francé “kókriko” y en inglés “cock-a-doodle-do”; sin embargo los gallos no cantan en diferentes idiomas. Estas diferentes codificaciones responden a que la mediación del lenguaje es un sistema de construcción de sentido que opera ordenando, clasificando, o sea, codificando, elementos que hasta ese momento no estaban codificados en una cultura o que se hace necesario recodificar, es decir, produce inteligibilidad en relación con el contexto histórico en el que se genera. Otro ejemplo de las diferencias entre los modelos de mediación culturales con las distintas lenguas es la imposibilidad de traducir ciertas palabras que tienen carga deíctica: “ir” y “venir”. En castellano se dice “voy para tu casa” pero no “vengo para tu casa” mientras en francés ambas formas son aceptables: “je vais vers toi” y je viens vers toi”. Se debe tener en cuenta que la organización del tiempo y del espacio responden a modelos sociocognitivos propios de cada cultura (esto no implica que diferentes culturas puedan compartir el mismo modelo o que dentro de una cultura no puedan coexistir diferentes modos de conceptualizar el tiempo y el espacio)
Si mantenemos la distinción realizada por Gramsci entre cultura oficial y culturas subalternas, es posible pensar que los modelos de inteligibilidad y mediación no se definen por su origen sino por la resignificación que se hace de ellos al materializarlos en los discursos, lo que implicaría diferentes usos de un  mismo modelo de mediación dentro de “una cultura”.
Por último, las teorías de la traducción en los últimos 30 años se han ocupado de dar cuenta de que la traducción no es sólo un problema estrictamente lingüístico sino que también es un problema de orden cultural.
Por ejemplo, cuando se “traduce” de un sociolecto, cronolecto, dialecto o registro a otro, se considera que se está traduciendo de una “subcultura” a otra. En términos gramscianos se puede decir que se traduce de la cultura oficial a una subalterna o viceversa, o de una subalterna a otra.
El código verbal es una mediación; también es de considerar que no es la única mediación posible, ya que la comunicación humana no sólo es multicanal (oral y escrita) sino que también está multicodificada: es verbal y no verbal (señales sonoras no pertenecientes al código verbal ni a lo paralingüístico como la tos, los estornudos, la manipulación de objetos, etc.) Desde esta perspectiva, Constance Classen postula la existencia de paradigmas sensoriales que no requieren del revelo de la lengua para construir significados/sentidos.


4. El discurso como materialización de la mediación.

La mediación es un proceso ideológico de construcción de inteligibilidad sobre el mundo y de producción e interpretación de efectos de sentido, histórica y culturalmente pautado, que configura sistemas interpretantes que se materializan en los discursos sociales. El mundo es conocido por los seres humanos no de modo inmediato, sino a través de signos que se relacionan entre sí y que generan nuevos signos. Por ejemplo: diferentes personas frente a un equino podrán reconocerlo mediante signos como “caballo”, “alazán” o “extraña cebra sin rayas”, dependiendo de los sistemas interpretantes (sistemas sígnicos y culturales) A su vez, los signos forman parte de un código (castellano) aunque es preciso tener en cuenta que el proceso de mediación del lenguaje (verbal y no verbal) no se reduce a la utilización del código, puesto que también involucra diversas formas discursivas, es decir, formas de uso del código, que están ancladas en formaciones ideológicas y que generan determinados efectos de sentido inteligibles dentro de una cultura.
Estas formas discursivas son: los géneros discursivos; las rétoricas (tropos, figuras retóricas y tópicas), las secuencias textuales (narrativa, argumentativa, descriptiva, instructiva, expositiva); las superestructuras (verso, prosa y diálogo); los estilos verbales; etc. En cada cultura existen ciertas combinaciones estándares de formas discursivas que se han “naturalizado” para sus usuarios y que constituyen una pieza clave en el proceso de mediación. Por ejemplo, resulta “natural” conocerla “historia” a través de un manual (discursivo), que se organiza con mapas y escritos (retórica), que utiliza determinados sistemas metafóricos (tropo), que es narrativo, en prosa y mantienen un estilo uniforme. Pero se debe notar que la Historia (su referente) está ausente: sólo accedemos a un discurso que es el resultado de una mediación operada a través de signos (ordenados en una forma discursiva, que es ideológica y se presenta como inteligible como verosímil).
La noción de mediación permite explicar tanto la diferencia entre los objetos y los discursos que los “representan” como los efectos de sentido que se producen por el acto de decir algo, por cómo se lo dice, por las omisiones o silencios.

5. Problemas a discutir.

La mediación es un proceso complejo en el que intervienen tanto la dimensión sociocognitiva como la dimensión ideológica y que se materializa en los discursos sociales. También establecimos que se trata de modelos de mediación anclados en lo cultural y que pueden coexistir varios modelos en una cultura entrando en disputa por el sentido o no, y también dijimos que son eminentes históricos, por lo que pueden / deben ser estudiados desde una perspectiva diacrónica tanto como sincrónica.
Los modelos de mediación se relacionan con los conceptos de imaginario social, de sentido común y de hegemonía de un modo dialéctico, pero que esa relación deberá ser relevada particularmente en cada caso a analizar, partiendo de la materialidad discursiva, puesto que es en ella donde esas relaciones se pueden recuperar.
Los modelos de mediación operan como una guía para la praxis discursivo / comunicacional; también funcionan como guía para otras prácticas sociales, por ejemplo políticas o económicas.

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