El concepto de mediación, término dialéctico
clásico, ha sido propuesto por Theodor Adorno (1970) frente a la noción más
“alineada” de reflejo, dado que éste supone, que la superestructura es un
reflejo de la base, es decir que la base determina la superestructura.
La cultura reproduce las relaciones sociales
de producción.
La noción de mediación describe un proceso activo de relación entre base y
superestructura, más específicamente, entre sociedad y arte. Tiene un sentido
positivo y sustancial, es decir que se halla en el propio objeto o producto.
Así podemos entender que la cultura sea considerada una mediación de la
sociedad.
Para Raymond Williams la “mediación” es
metafórica y reduce su significado a “intermediario”.
Fredric Jameson explica en términos más
modernos como un proceso de transcodificación; a partir de la invención de un
conjunto de términos, de la elección estratégica de un código o lenguaje
particular, se puede utilizar la misma terminología para analizar y articular
muy dos tipos bastante diferentes de objetos o “textos”, o dos niveles
estructurales de la realidad muy distintos; así, las mediaciones se transforman
en un dispositivo del analista.
Mediación: es un proceso de
transcodificación como un proceso de diferenciación positiva de los términos en
relación.
2.Hacia
una reformulación del concepto de mediación.
Es necesario distinguir mediación de
discurso.
La mediación
es un proceso que incluye la puesta en relación de modelos ideológicos de
inteligibilidad del mundo con las materialidades discursivas que los ponen en
escena comunicacionalmente. Dado que involucran esos modelos, da lugar a que
los sujetos que son interpelados por una mediación conceptualicen el mundo de
modos particulares.
Dicho de otro modo, proponemos caracterizar
la mediación como un proceso ideológico y sociocognitivo, puesto que entendemos
que las formaciones ideológicas no se agotan en lo pensable, sino que incluyen
lo cognoscible. Este proceso está necesariamente anclado en la cultura. Esto
posibilita que el estudio de las mediaciones se pueda llevar a cabo desde la
doble perspectiva diacrónica y sincrónica.
Punto de vista diacrónico: cada modelo de mediación
y sus redes semióticas asociadas o posibles se van transformando a partir de
una relación de tensión con las relaciones sociales de producción. Esta
relación de tensión debe ser entendida como un proceso dialéctico positivo; es
decir, la base no determina necesariamente el modelo de mediación sino que lo
sobredetermina.
Punto de vista sincrónica: los modelos de
mediación se pueden analizar en la relación de conflicto con otros modelos, sin
dar cuenta de sus transformaciones pero haciendo especial hincapié en los
sentidos que entran en disputa como “un campo de batalla homérico, donde cierta
cantidad de opciones interpretativas están implícita o explícitamente en
conflicto”.
Los modelos de mediación operan tanto en la
comunicación directa como en la mediatizada obviamente con diferencias
constitutivas en cada caso.
3. El
lenguaje como medición.
Ha sido larga la polémica dentro de las
ciencias sociales acerca de sí es posible o no el pensamiento en forma autónoma
del uso del lenguaje.
Benjamin Lee Whorf (1939) sostiene dos
hipótesis:
a)
todos los altos niveles de pensamiento dependen del
lenguaje:
b)
la estructura del lenguaje que un hombre utiliza
habitualmente tiene incidencia sobre el modo en que comprende su hábitat.
Esta corriente denominada “relativismo
lingüístico” ha recibido varias críticas:
Ferrucio Rossi-Landi y Massimo presentan
críticas en dos grupos. El primero, la crítica en torno a la concepción del
lenguaje (es simplificadora, sincrónica, a-ideológica y omite la existencia de
otros sistemas sígnicos no verbales) y el segundo en torno a la concepción del
pensamiento (también es simplificada, eliminando los hábitos psicológicos
colectivos, por ejemplo, y condicionada unidireccionalmente por el lenguaje) El
solo hecho de que cada lengua sea el producto histórico de cierta comunidad de
hablantes distintas de todas las demás supone que sus posibilidades de
expresión también serán irrepetibles.
Lo dicho no anula el hecho de que el lenguaje
sea vista como mediación de la cultura; por ejemplo: la onomatopeya de los
gallos en castellano se representan “quiquiriquí”, en francé “kókriko” y en
inglés “cock-a-doodle-do”; sin embargo los gallos no cantan en diferentes
idiomas. Estas diferentes codificaciones responden a que la mediación del
lenguaje es un sistema de construcción de sentido que opera ordenando,
clasificando, o sea, codificando, elementos que hasta ese momento no estaban
codificados en una cultura o que se hace necesario recodificar, es decir,
produce inteligibilidad en relación con el contexto histórico en el que se
genera. Otro ejemplo de las diferencias entre los modelos de mediación
culturales con las distintas lenguas es la imposibilidad de traducir ciertas
palabras que tienen carga deíctica: “ir” y “venir”. En castellano se dice “voy
para tu casa” pero no “vengo para tu casa” mientras en francés ambas formas son
aceptables: “je vais vers toi” y je viens vers toi”. Se debe tener en cuenta
que la organización del tiempo y del espacio responden a modelos
sociocognitivos propios de cada cultura (esto no implica que diferentes
culturas puedan compartir el mismo modelo o que dentro de una cultura no puedan
coexistir diferentes modos de conceptualizar el tiempo y el espacio)
Si mantenemos la distinción realizada por
Gramsci entre cultura oficial y culturas subalternas, es posible pensar que los
modelos de inteligibilidad y mediación no se definen por su origen sino por la
resignificación que se hace de ellos al materializarlos en los discursos, lo
que implicaría diferentes usos de un
mismo modelo de mediación dentro de “una cultura”.
Por último, las teorías de la traducción en
los últimos 30 años se han ocupado de dar cuenta de que la traducción no es
sólo un problema estrictamente lingüístico sino que también es un problema de
orden cultural.
Por ejemplo, cuando se “traduce” de un
sociolecto, cronolecto, dialecto o registro a otro, se considera que se está
traduciendo de una “subcultura” a otra. En términos gramscianos se puede decir
que se traduce de la cultura oficial a una subalterna o viceversa, o de una
subalterna a otra.
El código verbal es una mediación; también es
de considerar que no es la única mediación posible, ya que la comunicación
humana no sólo es multicanal (oral y escrita) sino que también está
multicodificada: es verbal y no verbal (señales sonoras no pertenecientes al
código verbal ni a lo paralingüístico como la tos, los estornudos, la
manipulación de objetos, etc.) Desde esta perspectiva, Constance Classen
postula la existencia de paradigmas sensoriales que no requieren del revelo de
la lengua para construir significados/sentidos.
4. El
discurso como materialización de la mediación.
La mediación es un proceso ideológico de
construcción de inteligibilidad sobre el mundo y de producción e interpretación
de efectos de sentido, histórica y culturalmente pautado, que configura
sistemas interpretantes que se materializan en los discursos sociales. El mundo
es conocido por los seres humanos no de modo inmediato, sino a través de signos
que se relacionan entre sí y que generan nuevos signos. Por ejemplo: diferentes
personas frente a un equino podrán reconocerlo mediante signos como “caballo”,
“alazán” o “extraña cebra sin rayas”, dependiendo de los sistemas
interpretantes (sistemas sígnicos y culturales) A su vez, los signos forman parte
de un código (castellano) aunque es preciso tener en cuenta que el proceso de
mediación del lenguaje (verbal y no verbal) no se reduce a la utilización del
código, puesto que también involucra diversas formas discursivas, es decir,
formas de uso del código, que están ancladas en formaciones ideológicas y que
generan determinados efectos de sentido inteligibles dentro de una cultura.
Estas formas discursivas son: los géneros
discursivos; las rétoricas (tropos, figuras retóricas y tópicas), las
secuencias textuales (narrativa, argumentativa, descriptiva, instructiva,
expositiva); las superestructuras (verso, prosa y diálogo); los estilos
verbales; etc. En cada cultura existen ciertas combinaciones estándares de
formas discursivas que se han “naturalizado” para sus usuarios y que
constituyen una pieza clave en el proceso de mediación. Por ejemplo, resulta
“natural” conocerla “historia” a través de un manual (discursivo), que se
organiza con mapas y escritos (retórica), que utiliza determinados sistemas
metafóricos (tropo), que es narrativo, en prosa y mantienen un estilo uniforme.
Pero se debe notar que la Historia (su referente) está ausente: sólo accedemos
a un discurso que es el resultado de una mediación operada a través de signos
(ordenados en una forma discursiva, que es ideológica y se presenta como
inteligible como verosímil).
La noción de mediación permite explicar tanto
la diferencia entre los objetos y los discursos que los “representan” como los
efectos de sentido que se producen por el acto de decir algo, por cómo se lo
dice, por las omisiones o silencios.
5.
Problemas a discutir.
La mediación es un proceso complejo en el que
intervienen tanto la dimensión sociocognitiva como la dimensión ideológica y
que se materializa en los discursos sociales. También establecimos que se trata
de modelos de mediación anclados en lo cultural y que pueden coexistir varios
modelos en una cultura entrando en disputa por el sentido o no, y también
dijimos que son eminentes históricos, por lo que pueden / deben ser estudiados
desde una perspectiva diacrónica tanto como sincrónica.
Los modelos de mediación se relacionan con
los conceptos de imaginario social, de sentido común y de hegemonía de un modo
dialéctico, pero que esa relación deberá ser relevada particularmente en cada
caso a analizar, partiendo de la materialidad discursiva, puesto que es en ella
donde esas relaciones se pueden recuperar.
Los modelos de mediación
operan como una guía para la praxis discursivo / comunicacional; también
funcionan como guía para otras prácticas sociales, por ejemplo políticas o
económicas.
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