-plantea
la interaccion comunicativa en terminos de actuación dramática. Analiza la
situación, lleva a cabo un análisis transversal (porque ocurre en el momento).
Goffman utiliza la metáfora teatral para considerar a las personas como actores
y definir las actuaciones de los individuos en sus interacciones, como si de
una obra de teatro se tratase.
-La
interaccion se va a jugar en terminos de accion dramatica: actor, escenario,
auditorio van a ser los lugares en los cuales de despliega la accion.
Confianza
en el papel que desempeña el individuo
Cuando
un individuo desempeña un papel, solicita implícitamente a sus observadores que
lo tomen en serio, que crean que el sujeto posee en realidad los atributos que
aparenta poseer.
De acuerdo con esto, existe el concepto popular de
que el individuo ofrece su actuación y presenta su función “para el beneficio
de otra gente”. Sería conveniente iniciar un examen de las actuaciones
invirtiendo el problema y observando la propia confianza del individuo en la
impresión de realidad que intenta engendrar en aquellos entre quienes se
encuentra:
-
El actuante “sincero” puede creer
por completo en sus propios actos, puede estar sinceramente convencido de que
la impresión de la realidad que pone en escena es la verdadera realidad.
-
El actuante “cínico” puede no
engañarse con su propia rutina. Cuando el individuo no deposita confianza en
sus actos ni le interesan mayormente las creencias de su público.
No
todos los actuantes cínicos que tienen interés por engañar a su auditorio
tienen un “interés por sí mismo”, puede engañarlo en bien de este (médicos que
dan placebos a los pacientes). A estos actuantes cínicos sus auditorios no les
permiten ser sinceros.
Más
o menos conscientemente, siempre y por doquier, cada uno de nosotros desempeña
un rol. Es en estos roles donde nos conocemos mutuamente; donde nos conocemos a
nosotros mismos. Esta máscara representa el concepto que nos hemos formado de
nosotros mismos, el yo que quisiéramos ser. Al fin, nuestra concepción del rol
llega a ser una segunda naturaleza y parte integrante de nuestra personalidad.
Podemos
encontrar un movimiento natural de vaivén entre cinismo y sinceridad: da el
ejemplo del recluta que primero cumple ordenes porque si no recibirá un castigo
y luego termina por compartir las convicciones que le han impuesto.
El
sincero está mas convencido de lo que esta haciendo, pero el cínico tiene mayor
control sobre sus actuaciones. El que actúa espontáneamente se ve más inseguro,
no le solemos creer tanto como al cínico, quien parece más seguro ante su
público. El cínico puede actuar para satisfacer sus objetivos (como seria el
ejemplo de un estafador) o puede actuar en pos del otro, entonces actúa frente
al otro ayudándolo (un ejemplo seria cuando nuestros padres nos tratan de calmar
diciéndonos que esta todo bien cuando en realidad la situación es grave).
Cada
uno de nosotros es el mismo tiempo actor y auditorio, todos cumplimos ambos
roles a la vez. Entre todos tratamos de sostener la actuación que llevamos a
cabo. Nosotros tendemos a avalar las acciones del actor desde el auditorio, y
el actor todo el tiempo esta construyendo y sosteniendo su actuación. Para
Goffman lo que somos es lo que actuamos.
Fachada
Actuación : Toda
actividad de un individuo que tiene lugar durante un período señalado por su
presencia continua ante un conjunto particular de observadores y posee cierta
influencia sobre ellos.
Fachada (front): parte de la actuación
del individuo que funciona regularmente de un modo general y prefijado, a fin
de definir la situación con respecto a aquellos que observan dicha actuación.
La fachada entonces es la dotación expresiva de tipo
corriente empleada intencional o inconcientemente por el individuo durante su
actuación. Partes normales de la fachada:
Medio
(setting):
incluye el moviliario, el decorado, los equipos y otros elementos propios del
trasfondo escénico, que proporcionan el escenario y utilería para el flujo de
acción humana que se desarrolla ante, dentro o sobre él. Tiende a permanecer
fijo. No puede comenzar a actuar hasta haber llegado al lugar y debe terminar
su actuación al abandonarlo. Ej: médico y escena científica de hospitales. Ej:
cortejo fúnebre.
Fachada
personal:: otros elementos de
esa dotación, aquellos que debemos identificar íntimamente con el actuante
mismo y que, como es natural, esperamos que lo sigan dondequiera que vaya. Ej:
el sexo, la edad, el vestido, características raciales, aspecto, porte,
lenguaje, expresiones, gestos corporales. Algunos de estos vehículos
transmisores de signos son para el individuo relativamente fijos y durante un
período de tiempo no varían de una situación a otra. Dentro de la fachada
personal podemos hacer una división:
- la “apariencia”:
nos informa acerca del estatus social del actuante;
- los “modales” nos advierten
acerca del rol de interacción que el actuante esperará desempeñar en la
situación que se avecina.
A
menudo esperamos, como es natural, una coherencia confirmatoria entre la
apariencia y los modales. Es evidente que la apariencia y los modales pueden
tender a contradecirse mutuamente, como cuando el actuante que parece ser de
condición superior a su auditorio actúa de una manera inesperadamente
igualitaria, o íntima. La coherencia representa un tipo ideal que nos proporciona
una forma de estimular nuestra atención respecto de las excepciones e
interesarnos por ellas.
LA
FACHADA TRANSMITE INFORMACIÓN.
Por
más especializada y única que sea una rutina, su fachada social tenderá, con
algunas excepciones, a reclamar para sí hechos que pueden ser igualmente
reclamados y defendidos por otras rutinas algo diferentes. Los observadores no
necesitan más que estar familiarizados con un reducido y, por ende, fácilmente
manejable vocabulario propio de las fachadas, y saber cómo responder ante
estas, a fin de orientarse en una amplia variedad de situaciones.
Existen razones para creer que la tendencia a
presentar un gran número de actos diferentes por detrás de un pequeño número de
fachadas es una evolución natural de la organización social. Un sistema de
parentesco “descriptivo” que da a cada persona un lugar único, sólo puede
resultar en comunidades chicas; a medida que el número de personas aumenta la
segmentación del clan se hace necesaria para permitir un sistema menos
complicado de identificación y tratamiento. Como solución, se interrumpe la
diversidad y a todos aquellos comprendidos en una determinada categoría se les
permite u obliga a mantener la misma fachada social en ciertas situaciones. La fachada se
convierte en una “representación colectiva” y en una realidad empírica.
Cuando
un actor adopta un rol social establecido, descubre, por lo general, que ya se
le ha asignado una fachada particular. Debe cumplir con ambos cometidos (rol y
fachada). Si el individuo adopta una tarea que no sólo es nueva sino que no
está bien establecida en la sociedad es probable que descubra que ya existen
varias fachadas bien establecidas, entre las cuales debe elegir.
Las
fachadas suelen ser seleccionadas, no creadas, y podemos esperar que surjan problemas
cuando los que realizan una determinada tarea se ven forzados a seleccionar un
frente adecuado para ellos entre varios bastante distintos (ej: anestesistas,
enfermeras (subcalificadas) vs. médicos (supercalificados)).
Realización dramática
Si
la actividad del individuo ha de llegar a ser significante para otros, debe
movilizarla de manera que exprese durante la interacción lo que él desea
transmitir (ej: árbitro debe actuar rápido para transmitir seguridad).
En
el caso de algunos estatus, la dramatización no presenta problema alguno. En
muchos casos, sin embargo, la dramatización del propio trabajo constituye un
problema (ej: trabajo visible en enfermeras de pos operatorio vs. trabajo
invisible de enfermeras clínicas). Así, los individuos se enfrentan a menudo
con el dilema de expresión versus acción. Aquellos que poseen el tiempo y el
talento para realizar bien una tarea pueden no tener, por la misma razón, ni el
tiempo ni el talento para mostrar que lo están haciendo.
Cuando se examina un grupo o clase, se
advierte que sus miembros tienden fundamentalmente a conferir a su yo ciertas
rutinas determinadas, y a dar menor importancia a las demás. Así un profesional
puede estar dispuesto a adoptar un rol muy modesto en la calle, en un negocio,
o en su hogar, pero en la esfera social ue abarca su manifestación de
competencia profesional le preocupará mucho hacer una exhibición efectiva. La
preocupará no tanto la serie completa de las diferencias rutinas que realiza
sino tan solo aquella de la cual deriva su reputación ocupacional.
Idealización
Antes
señalamos que la actuación de una rutina presenta a través de su fachada
algunas exigencias más bien abstractas sobre el público, exigencias que
probablemente le serán presentadas durante la actuación de otras rutinas. Esto
constituye una forma de “socializar”, moldear y modificar una actuación para
adecuarla a la comprensión y expectativas de la sociedad en la cual se
representa.
Un
aspecto importante del proceso de socialización: la tendencia de los actuantes
a ofrecer a sus observadores una impresión que es idealizada de diversas
maneras. Así, cuando el individuo se presenta ante otros, su actuación tenderá
a incorporar y ejemplificar los valores oficialmente acreditados de la
sociedad, tanto más, en realidad, de lo que lo hace su conducta general.
En
la medida en que una actuación destaca los valores oficiales corrientes de la
sociedad en la cual tiene lugar, podemos considerarla como una ceremonia, un
expresivo rejuvenecimiento y reafirmación de los valores morales de la comunidad.
Ej.
En la mayoría de las sociedades parece haber un sistema de estratificación y,
en la mayoría, existe una idealización de los estratos superiores y cierta
aspiración a ascender hasta ellos. Símbolos de status.
Si
un individuo ha de expresar estándares ideales durante su actuación, tendrá
entonces que abstenerse de la acción que no es compatible con ellos o
encubrirla. Cuando esta conducta inapropiada es de algún modo satisfactoria, se
descubre que esta es gratificada en secreto (Ej: ama de casa que esconde lo que
le gusta leer porque queda mal ante los ojos de los invitados; en India, el
“consumo secreto”).
Es
importante notar que cuando un individuo ofrece una actuación, encubre por lo
general algo más que placeres y economías inadecuadas. Podemos aquí señalar
algunos de los materiales ocultados.
1. El actuante
oculta que está comprometido con una actividad provechosa incompatible con la
actividad que se espera que se obtenga de él. La actividad oficial funciona
como una cubierta que oculta la vida vocacional del actuante.
2. Se trata de que
los errores y equivocaciones se corrigen con frecuencia antes de que tenga
lugar la actuación. Se intenta mantener impresión de infalibilidad.
3. El individuo
presenta un producto terminado a otros (está ya pulido, empaquetado, no hay
rastros del proceso).
4. Se encubre ante
el auditorio todo tipo de “trabajo sucio”, tareas físicamente sucias,
semiclandestinas, crueles y degradantes durante la actuación.
5. El actuante
sacrificará aquellos estándares cuya pérdida puede ser encubierta, y hará este
sacrificio a fin de mantener otros cuya aplicación inadecuada no puede
ocultarse. (ej: local de comidas rápidas, se puede ocultar la calidad no el
servicio lento). No se hace un sacrificio a favor del ideal más visible sino
del legítimamente más importante.
6. Encontramos
actuantes que con frecuencia fomentan la impresión de que tenían motivos
ideales para adquirir el rol que cumplen, que poseen una capacidad ideal para
desempeñarlo, y que no era necesario que sufrieran indignidades, insultos y
humillaciones ni que hicieran “tratos” a fin de obtenerlo. Es posible que los
actuantes intenten incluso dar la impresión de que su aporte y capacidad actuales
son algo que siempre han poseído y de que nunca han tenido que abrirse camino
dificultosamente a través de un período de aprendizaje.
El
actuante encubre o da menor importancia a aquellas actividades, hechos, y
motivos incompatibles con una versión idealizada de sí mismo y de sus obras.
Además, el que actúa produce a menudo en los miembros de su auditorio la
creencia de que está relacionado con ellos de un modo más ideal de lo que en
realidad lo está. No nos mostramos a nuestros hijos como a nuestros camaradas
de club.
Se
produce la “segregación de auditorios”: el sujeto se asegura de que aquellos
ante quienes representa uno de sus papeles no sean los mismos individuos ante
quienes representa un papel diferente en otro medio. Los individuos fomentan la
impresión de que la rutina que realizan en el momento es su única rutina, o al
menos la mas importante, el auditorio a su vez da por sentado que el carácter
proyectado ante ellos es todo lo que hay detrás del individuo que actúa para
ellos.
La
idealización es lo que esta socialmente pautado, es lo que debe ser.
El mantenimiento del control expresivo
Como
ya se señalo el actuante puede confiar en que el auditorio acepte sugerencias
menores como signo de algo importante acerca de su actuación pero, también,
puede entender erróneamente el significado que debía ser transmitido por la
sugerencia, o puede ver un significado molesto en gestos no destinados por el
actuante a contener significado alguno. Una sola nota desafinada puede destruir
el tono de toda una actuación.
Algunos
gestos impensados se producen en una variedad tan grande de actuaciones, y
transmiten impresiones que son por lo general tan incompatibles con las que se
fomentan, que estos hechos inoportunos han adquirido un status simbólico
colectivo. Se los puede agrupar en tres categorías. 1) Perder momentáneamente
el control muscular de sí mismo, ej. Resbaladas, flatulencias. 2) transmitir la
impresión de que se está demasiado ansioso por la interacción o desinteresado
de ella, ej. Tartamudear, olvidar parte. 3) el actuante puede permitir que su
presentación sufra de una inadecuada dirección dramática. Y el medio puede no
estar en orden, o haber sido preparado para otra actuación.
Las
actuaciones difieren, como es natural, en el grado de cuidado expresivo que se
requiere que apliquen a cada elemento.
Tendemos
a cegarnos ante el hecho de que las actuaciones seculares cotidianas de nuestra
sociedad deben pasar con frecuencia por una severa prueba de aptitud,
adaptabilidad, corrección y decoro. Como actuantes, somos con frecuencia más
conscientes de las normas que podríamos haber aplicado a nuestra actividad,
pero que no aplicamos, que de las normas que aplicamos sin pensarlo. Como
estudiosos debemos estar preparados para examinar la disonancia creada, por
ejemplo, por una palabra mal pronunciada.
La
impresión de realidad fomentada por una actuación es algo delicado, frágil, que
puede ser destruido por accidentes muy pequeños.
La
coherencia expresiva requerida para toda actuación señala una discrepancia
fundamental entre nuestros “sí mismos” demasiado humanos y nuestros “sí mismos”
socializados. Como seres humanos somos, presumiblemente, criaturas de impulsos
variables, con humores y energías que cambian de un momento a otro. En cuánto
caracteres para ser presentados ante un público, sin embargo, no debemos estar
sometidos a altibajos. Mediante la disciplina social se puede mantener con
firmeza una máscara de modales.
Tergiversación
Como
integrantes de un auditorio, es natural que sintamos que la impresión que el
actuante trata de dar puede ser verdadera o falsa. Esta duda hace que prestemos
especial atención a rasgos distintivos de la actuación que no pueden ser
manejados fácilmente.
Cuando
pensamos en aquellos que presentan una falsa fachada o “solo” una fachada, pensamos
en una discrepancia entre las apariencias fomentadas y la realidad. La posición
precaria en que se colocan estos actuantes les provoca una inmediata
humillación y a veces la pérdida definitiva de su reputación.
Cuando
descubrimos que alguien con quien tratamos es un impostor y fraude cabal,
descubrimos que no era un beneficiario acreditado del estatus pertinente.
Paradójicamente, cuanto más se aproxima la actuación del impostor a la real,
más intensamente podemos estar amenazados, porque una actuación competente por
alguien que demuestra ser un impostor puede debilitar en nuestros espíritus la
conexión moral entre la autorización legítima para desempeñar un papel y la
capacidad para hacerlo.
Si
bien podemos juzgar con severidad a esos actuantes como a embaucadores que
conscientemente falsifican todos los hechos de sus vidas, podemos sentir cierta
simpatía por aquellos que no tienen más que una falla fatal y que intentan
encubrir en lugar de admitirla y hacer un honroso intento por superarla, como
los ex convictos. Así, también con frecuencia experimentamos un sentimiento
diferente hacia aquellos que se presentan de manera distinta de lo que son para
defender lo que consideran como justos reclamos de una colectividad, o que lo
hacen accidentalmente o por divertirse, del que experimentamos hacia quienes
procuran con ello obtener beneficios personales, psicológicos o materiales.
Otro
enfoque para entender la tergiversación. Se puede definir como mentira
“manifiesta”, “categórica” o descarada, aquella en la que puede haber pruebas
irrefutables de que el autor sabía que mentía y que así lo hizo
premeditadamente. Aquellos que son sorprendidos en el acto de mentir
descaradamente pueden perder para siempre su prestigio. Sin embargo, hay muchas
“mentiras piadosas” (ej. médicos) para no herir los sentimientos del auditorio
al que se miente, y este tipo de falsedad no se considera horrendo. Son matices
entre verdad y mentira.
Hay
que advertir que difícilmente existe en la vida cotidiana una vocación o
relación legítima cuyos actuantes no se ocupen de prácticas encubiertas,
incompatibles con las impresiones presentadas. Notemos que una falsa impresión
mantenida en una de las rutinas arrojará dudas sobre numerosos campos en los
cuales quizá no tenga nada que ocultar.
Todas
estas características generales de la actuación pueden verse como limitaciones
de la interacción que se burlan del individuo y transforman sus actividades en
actuaciones. En lugar de tan solo hacer su tarea y dar rienda suelta a sus
sentimientos, expresará la realización de su tarea y transmitirá sus
sentimientos de manera aceptable. En general, entonces, la representación de
una actividad se alejará en cierto grado de la actividad en sí y, por lo tanto,
la tergiversará inevitablemente. Y como al individuo se le exigirá valerse de
signos para construir una representación de su actividad, la imagen que
construya, por fiel que sea a los hechos, estará sujeta a todas las
disrupciones a que están sujetas las impresiones.
No
interesa tanto qué actuación es real y cuál no. Interesa cómo se puede romper
la impresión de realidad.
Mistificación
La autoridad, tiende siempre a rodearse de formalidades
y misterio artificial cuyo objeto es impedir el contacto familiar y dar así a
la imaginación una oportunidad para idealizar. Los modales,
son muy utilizados por los hombres como medio de autoencubrimiento, que sirve,
entre otros muchos fines, para mantener una suerte de ascendencia sobre los
hombres sencillos. El pueblo investía al monarca con todas las virtudes y el
talento concebibles. Por lo tanto, se decepcionaría si lo viera circular por la
calle como cualquier hombre común.
El
verdadero secreto existente detrás del misterio es, con frecuencia, que no hay
misterio alguno.
Realidad y artificio
Si
una actuación ha de tener efecto, será bueno que los testigos puedan creer en
todo sentido que los actuantes son sinceros. Los actuantes pueden ser sinceros o no serlo, pero están absolutamente
convencidos de su sinceridad. Si bien las personas son, por lo general,
lo que aparentan ser, dichas apariencias podrían, no obstante, haber sido
dirigidas. Hay entonces una relación estadística entre las apariencias y la
realidad, que no es intrínseca ni necesaria. Algunas actuaciones pueden ser
llevadas correctamente con plena sinceridad o con exitosa deshonestidad, pero
ninguno de estos dos extremos es esencial para las actuaciones en general.
Parece
exigírsele al individuo el aprendizaje de suficientes formas de expresión para
poder “rellenar” y manejar, con mayor o menor corrección, todo papel que se le
pueda dar. En resumen, nuestra actuación es siempre mejor que el conocimiento
teórico que de ella tenemos.
Esta
capacidad para intercambiar roles desempeñados, al verse obligado a ellos,
podría haber sido prevista, aparentemente todo el mundo puede hacerlo. Ser un
tipo dado de persona no significa sólo poseer los atributos requeridos, sino
también mantener las normas de conducta y apariencia que atribuye el grupo
social al que pertenece.
Ser
un
tipo dado de persona no significa simplemente poseer los atributos de conducta
y apariencia que atribuye el grupo social al que se pertenece. Un status, una
posición, un lugar social no es algo material para ser poseído y luego exhibido;
es una pauta de conducta apropiada, coherente, embellecida y bien articulada.
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