13.5.13

Goffman -


Los escritos de Erving Goffman -quizás el más celebrado sociólogo norteamericano del momento, y por cierto el más ingenioso- por ejemplo, descansan casi enteramente sobre la analogía del juego. (Goffman también emplea extensivamente el lenguaje de la escena, pero como su visión del teatro es la de un juego extrañamente amanerado -ping-pong en máscaras- su trabajo, básicamente, no es verdaderamente dramatúrgico.
Goffman aplica la imaginería del juego a casi todo lo que cae en sus manos, lo cual -puesto que él no es demasiado respetuoso de los derechos de propiedad- es bastante. El ir y venir de las mentiras, las metamentiras, las verdades increíbles, las amenazas, las torturas, los sobornos y el correo clandestino que comprende el mundo del espionaje aparece construido como un juego de expresión; un carnaval de decepciones casi como la vida en general, porque -como lo expresa en una frase que podría haber sido de Conrad o de Le Carré- "los agentes son un poco como nosotros, y todos nosotros somos un poco como agentes". La etiqueta, la diplomacia, el crimen, las finanzas, la publicidad, la ley, la seducción y la solemnidad burlona de lo cotidiano, son entrevistos como juegos de información, estructuras laberínticas de jugadores, juegos, movidas, posiciones, señales, estados de información, apuestas y ganancias, en las cuales sólo los mejores jugadores, aquéllos ansiosos y capaces de fingirlo todo, prosperan.
En la obra de Goffman, lo que sucede en un hospital psiquiátrico o en cualquier hospital o prisión, o incluso en una escuela de internados, es un "juego ritual de tener un self", en el que el staff posee la mayor parte de las figuras de la baraja y todos los triunfos. Un tete-a-tete, la deliberación de un jurado, "una tarea realizada en conjunto por personas físicamente próximas", una danza de pareja, hacer el amor o boxear, en una palabra todos los encuentros cara a cara, son juegos en los cuales "como todos los psicóticos y los cómicos deberían saber, cualquier movimiento adecuadamente impropio puede atravesar la tenue película de la realidad inmediata". El conflicto social, la desviación, la actividad empresarial, los roles sexuales, los ritos religiosos el ranking del status y la simple necesidad de aceptación humana reciben el mismo tratamiento. La vida no es más que un tazón de estrategias.
Mejor aún, como Damon Runyon dijo alguna vez, es un tres a dos en contra. Pues la imagen de la sociedad que surge de la obra de Goffman y de la del enjambre de estudiosos que de una manera u otra lo siguen o dependen de él es una corriente continua de gambitos, tramas, artificios, engaños, disfraces, conspiraciones y francas imposturas en la que los individuos y las coaliciones de individuos se esfuerzan -a veces inteligentemente, otras con cierta comicidad- por jugar juegos enigmáticos cuya estructura es clara pero cuyo objetivo no lo es. La de Goffman es una visión de las cosas radicalmente no romántica, un conocimiento amargo y gélido, uno que hace muy mala pareja con las tradicionales piedades humanistas. Pero no por eso es menos poderosa, ni tampoco, con su ética nada quejumbrosa de tómalo-como-viene, es tan inhumana como puede parecer.
Como quiera que sea, no todas las concepciones de la vida social, como un juego son tan horrendas, y algunas son positivamente traviesas. Lo que conecta a todas ellas es la idea de que los seres humanos están menos impulsados por fuerzas que sometidos a reglas, que las reglas son tales que sugieren estrategias, que las estrategias son tales que inspiran acciones, y que las acciones son tales como para ser gratificantes, pour le sport. Como los juegos en el sentido literal de la palabra (el béisbol, o el póker, o el parchís) crean pequeños universos de significado en los cuales algunas cosas pueden hacerse y otras no (no se puede hacer enroque en el dominó), lo mismo que sucede en los juegos analógicos del culto, del gobierno o del cortejo sexual (uno no puede amotinarse en un banco). Contemplar la sociedad como un conjunto de juegos significa verla como una enorme pluralidad de convenciones aceptadas y de conocimientos apropiados. "Me pregunto -se supone que dijo el príncipe Metternich cuando un ayudante le susurró al oído en un baile real que el zar de todas las Rusias había muerto-, me pregunto cuál puede haber sido su motivo."
Es necesario descender a los detalles del asunto, examinar los estudios y criticar las interpretaciones, ya sean la de Goffman sobre el crimen como un juego de apuestas, las de Harold Garfinkel sobre el cambio sexual como juego de identidad, las de Gregory Bateson sobre la esquizofrenia como confusión de reglas, o las malas propinas sobre los complicados sucesos en un bazar de Medio Oriente como una contienda de información. A medida que la teoría social se vuelve de las metáforas propulsivas (el lenguaje de los pistones) hacia las metáforas lúdicas (el lenguaje de los pasatiempos), las humanidades se conectan a sus argumentos no a la manera de escépticos mirones sino, al igual que la fuente de su imaginería, como cómplices imputables.
Con respecto a otro de los ingredientes, la diversión, parece más preciso lo que -ya en 1954- Bateson remarcaba. Se trata de que -entre los distintos tipos lógicos- hay que rescatar ese tipo de "juego" que identifica y discrimina a la vez. A la manera del tipógramo que baraja los clises, para poder pensar nuevas ideas o decir cosas nuevas, se requiere descomponer las ideas armadas y mezclar sus pedazos. Pero se necesita "conservar ordenados" los pedacitos de nuestros pensamientos o proyectos, a fin de "combinar ideas, nunca sumarlas". Este tipo de aprendizaje necesita de ese tipo de "juego" -más cerca del "play" como juego-recreo, y más lejos del "game" o partido con reglas-. 
Dicho en otras palabras, se necesita rescatar una "postura lúdica" ante las ideas, a fin de comprenderlas y ensamblarlas unas con otras. Para Bateson, esta flexibilidad -lúdica- iría de la mano de ser curioso. 
Siguiendo a Gregory Bateson (1985), quien propuso que el mensaje metacomunicativo implícito en el juego hace que cualquier actividad puede presentar dichas características de «juego», llegan a la 







conclusión de que «el comportamiento humano posee a la vez las dimensiones de trabajo y ocio, y de juego y no juego» (ibíd.: 31) y que, igualmente, «el deporte puede adoptar varias formas diferentes que reflejan las diferentes combinaciones de trabajo, ocio, distracciones, juego y no juego» (ibíd.: 33). Esta ambigüedad y la combinación de características que presenta la actividad deportiva la convierten, en mi opinión, en un importante instrumento de socialización. 
Comunicación y lenguajes 
Más cercano a los métodos experimentales que a la técnicas terapéuticas de introspección y análisis, surge en California en 1956, el denominado "grupo de Palo Alto" abocado al estudio sobre la comunicación real existente en las familias de los enfermos mentales. Este grupo de investigadores que estaba integrado por Gregory Bateson, Jay Haley, y John Weakland entre otros, filmaron a decenas de madres de esquizofrénicos en interacción con sus hijos para luego estudiar en cámara lenta sus comportamientos. 
De esta forma descubrieron que en las familias de esquizofrenícos aparecía normalmente una forma de comunicación solapada y un doble mensaje paradojal y constrictivo, por el cual el niño recibía a lo largo de los años dos órdenes terminantes y contradictorias. Así observaron como en forma inconsciente algunas madres le extendían los brazos a sus hijos como para recibirlos y al mismo tiempo los regañaban para que se alejara o los remitían a otra actividad; o bien les exigían a sus hijos varones comportamientos agresivos y viriles, y al mismo tiempo que no ensuciaran sus ropas ni las rompieran; o mensajes más difíciles de aceptar como "te amo-no te amo". Tales contradicciones además de confundir los sentimientos, inmovilizaban a los chicos ya que esa era la única forma de no ser castigados. 
El célebre artículo de Bateson, Jackson, Haley y Weakland, Hacia una teoría de la esquizofrenia publicado en 1956 propició diversas líneas de investigación que cristalizaron bajo la denominación de "antipsiquiatría", corriente que Ronald Laing y David Cooper se encargaron de divulgar internacionalmente. 
En forma complementaria Bateson desarrolló también un estudio sobre las dos modalidades de lenguaje que emplea el ser humano: el lenguaje digital (el lenguaje de la información numeralizable, traducible al lenguaje binario de las computadoras Si/No), y el lenguaje analógico (lenguaje más difícil de caracterizar como la entonación de la voz, la postura corporal, o el lenguaje gestual). Desde esta perspectiva, Bateson reveló como en las relaciones familiares o sociales, el lenguaje corporal, gestual, o bien los modales, contradicen a menudo la palabra, emitiendo por lo tanto un mensaje ambivalente (producto de la contradicción entre sus deseos conscientes y los inconscientes). Simultáneamente, Bateson descubrió que el 75% de la comunicación es para-verbal y que cuando hay una contradicción muy grande entre los dos tipos de mensajes emitidos, las personas tienden a confiar más en el lenguaje analógico, el del cuerpo, que en el digital. 
Con el correr de los años estos descubrimientos se han ido incorporando de una u otra forma a las diferentes modalidades de trabajos grupales, impregnando sus soportes teóricos.
reconocer el carácter REFLEXIVO de la investigación social; esto es reconocer que somos parte del mundo social que estudiamos".

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