13.5.13

Bourdieu - El mercado lingüístico

En este texto Bourdieu, a través de distintos conceptos, analiza las relaciones que se establecen dentro de un mercado lingüístico.

Comienza con una fórmula: hábitus lingüístico + mercado lingüístico = expresión lingüística o discurso, para luego profundizar en la explicación de cada uno de los conceptos.
El hábitus lingüístico se distingue de una competencia porque es producto de las condiciones sociales y porque es producción de discurso que se ajusta a una situación, o mercado, o campo. La noción de situación plantea que existe una lógica específica de la ejecución. Para que las palabras sean atinadas, produzcan el efecto deseado, hay que decir no solo las palabras gramaticalmente correctas sino las socialmente aceptables. La aceptabilidad supone la conformidad de las palabras no solo inmanentes a la lengua sino también a la situación, o a un determinado mercado lingüístico. Hay mercado lingüístico cada vez que alguien produce un discurso dirigido a receptores capaces de evaluarlo y darle un precio. El precio que reciban los productos de una competencia determinada en un mercado determinado depende de las leyes de formación de precios de ese mercado. Esto conduce a sustituir la noción de competencia por la de capital lingüístico, hablar de c. l. significa que hay ganancias lingüísticas. El capital lingüístico es el poder sobre los mecanismos de formación de los precios lingüísticos. Las situaciones de fuerza lingüísticas son situaciones en las que se habla sin comunicar, y el caso extremo es la misa. Son los casos en que el locutor autorizado tiene tanta autoridad, tan claramente de su lado las instituciones, las leyes de mercado y todo el espacio social, que puede hablar sin decir nada. 
Todas las interacciones lingüísticas son tipos de micromercados que están siempre dominados por las estructuras globales. Existe una relación de dependencia muy clara entre los mecanismos de dominación política y los mecanismos de formación de los precios lingüísticos característicos de una situación social determinada. La teoría que propone Bourdieu permite comprender que las luchas lingüísticas pueden no tener bases económicas evidentes y poner en juego intereses que igual o más vitales que los económicos.
Entonces, un capital solo se define, funciona como tal y proporciona ganancias en un mercado determinado. Al igual que el mercado económico, donde hay relaciones de fuerza objetivas que provocan que productores y productos no sean todos iguales, en el lingüístico también las hay: el mercado lingüístico tiene leyes de determinación de los precios que hacen que todos los productores de productos lingüísticos no sean iguales. Las relaciones lingüísticas de fuerza son relaciones que trascienden la situación, que son irreductibles a las relaciones de interacción tal como se pueden captar en la situación. Esto es importante, porque cuando se habla de situación se piensa que se ha vuelto a introducir lo social cuando se ha introducido la interacción. La descripción interaccionista de las relaciones sociales, que es muy interesante en sí, se vuelve peligrosa cuando se olvida de que las relaciones que ocurren entre dos personas están siempre dominadas por la relación objetiva que existe entre las lenguas correspondientes y entre los grupos que las hablan.
Para que se ejerzan los efectos de capital y de dominación liguística es necesario que el mercado lingüístico esté relativamente unificado, es decir, que la mayoría de los locutores estén sometidos a la misma ley de determinación de los precios de las producciones lingüísticas. Unificación del mercado: en el mercado lingüístico se ejercen formas de dominación que poseen una lógica específica, y al igual que en cualquier mercado de bienes simbólicos, existen formas de dominación específica que no se pueden reducir a la dominación estrictamente económica.
Los efectos de la dominación, las relaciones de fuerza objetivas del mercado lingüístico, se ejercen en todas las situaciones lingüísticas.  Cuanto más se acerca una situación a lo oficial, más sometida está su ley de determinación de los precios a las leyes generales.
Una forma de hablar con espontaneidad es el habla popular en situación popular, cuando quedan entre paréntesis las leyes de mercado (“hablando en serio”). Sin embargo, sería un error decir que el verdadero lenguaje popular es hablar con espontaneidad. Este no es más verdadero que el otro: la verdad de la competencia popular es también el hecho de que cuando se enfrenta a un mercado oficial está trastornada, mientras que cuando se encuentra en su propio terreno es un lenguaje espontáneo. Es importante saber que el lenguaje espontáneo existe, pero como un islote arrebatado de las leyes de mercado. Los efectos del mercado se ejercen siempre, incluso sobre las clases populares, y sobre ellas puede caer en cualquier momento el peso de las leyes del mercado. Esto es la legitimidad: hablar de legitimidad es señalar que nadie puede ignorar la ley lingüística. Cada campo especializado, como el de la filosofía, el de la religión o el literario tienen sus propias leyes y tiende a censurar las palabras que no van de acuerdo con esas leyes.

Bourdieu dice en este texto, con respecto al hábitus:  se diferencia del hábito porque es este se considera como algo repetitivo, mecánico, más reproductivo que productivo, mientras el hábitus es poderosamente generador. El hábitus es un producto de los condicionamientos que tiende a reproducir la lógica objetiva de los mismos, pero sometiéndola a una transformación: hace que reproduzcamos las condiciones sociales de nuestra propia producción pero de manera relativamente imprevisible. El hábitus lingüístico no es más que una dimensión del hábitus como sistema de esquemas generadores de prácticas y de percepción de esas prácticas. El hábitus es un principio de invención que aunque es producido por las historia, está relativamente desprendido de ella. Las disposiciones son durables pero los ajustes que impone la adaptación a situaciones nuevas pueden determinar transformaciones durables en el hábitus, aunque no pasan ciertos límites, entre otras razones, porque el hábitus define la percepción de las situación que lo determina. La situación es la condición que permite la realización del hábitus.

Diferencia entre campo y aparato: El aparato es como una máquina programada para ciertos fines. El sistema escolar, el Estado, la Iglesia o los partidos no son aparatos, sino campos. Sin embargo en ciertas condiciones pueden funcionar como aparatos. En un campo están en lucha agentes e instituciones, fuerzas diferentes y según las reglas constitutivas de ese espacio de juego, pueden apropiarse de las ganancias en juego. Los que dominan el campo tienen los medios para hacerlo funcionar en provecho propio pero tienen que contar con la resistencia de los dominados. Un campo se convierte en aparato cuando los dominantes tienen los medios para anular la resistencia y las reacciones de los dominados. Cuando todos los movimientos van de arriba hacia abajo que cesan la lucha y la dialéctica que son constitutivas del campo.

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