El hábitus como sistema de
disposiciones para la práctica, es un fundamento objetivo de conductas
regulares, y las prácticas pueden preverse porque el hábitus hace que los agentes
que están dotados de él se comporten de una cierta manera en ciertas
circunstancias. Esta tendencia a actuar de una manera regular puede servir de
base a una previsión que no encuentra su principio en una ley explícita. Esto
hace que las conductas engendradas por el hábitus
no tengan la misma regularidad que las deducidas de un principio legislativo,
porque el hábitus tiene una parte ligada con lo impreciso y lo vago.
Luego
Bourdieu analiza como se produce el proceso
de codificación en una sociedad: codificar, para él, es poner formas (a
estas prácticas no codificadas). Porque la mayor parte de las conductas
ordinarias somos guiados por esquemas prácticos, o esquemas informacionales. Estos esquemas son disposiciones casi
corporales que funcionan en estado
práctico y en ciertos casos pasar al estado
objetivado.
La objetivación que opera la codificación introduce la
posibilidad de un formalización, y
ella hace posible la instauración de una normatividad explícita, la de la
gramática o el derecho. La codificación
es un cambio de naturaleza que se opera cuando se pasa de esquemas lingüísticos
dominados en estado práctico a un código, una gramática por el trabajo de
codificación, que es un trabajo jurídico.
La
codificación es una puesta de orden simbólica, a menudo a cargo de las grandes
burocracias del estado, que minimiza el equívoco y la imprecisión, en
particular en las interacciones. Y acá Bourdieu se mete con el tema la
diferencia entre culturas: “El encuentro entre dos grupos muy alejados es el
encuentro de dos series causales independientes. Entre personas del mismo
grupo, dotadas del mismo hábitus, todo es evidente, hasta los conflictos. Pero
con hábitus diferentes aparece la posibilidad del accidente, de la colisión:
aquí la codificación es capital porque asegura una comunicación mínima.
Objetivar
también es hacer público, conocido por todos. La publicación es el acto de oficialización
por excelencia. El efecto de oficialización se identifica con un efecto de homologación.
Homologar es asegurar que se dice la misma cosa cuando se dicen las mismas
palabras. La publicación es una operación que oficializa, porque implica el
conocimiento y consenso de todos sobre la cosa descubierta. El efecto de formalización es el último rasgo
asociado a la codificación. Codificar es terminar con lo impreciso, lo vago
y las fronteras mal trazadas al establecer fronteras tajantes
La
codificación hace las cosas simples, claras, comunicables: hace posible un consenso controlado sobre el sentido.
Entonces la formalización es lo que permite conferir a las prácticas una lógica
independiente de los casos particulares que asegura la previsibilidad por
encima de las fluctuaciones temporales.
Violencia simbólica: Bourdieu asegura que la formalización, a través del derecho, ejerce
una violencia simbólica sobre quien opera, poniendo formas. Poner formas es dar
a una acción o a un discurso la forma que es reconocida como conveniente,
legítima y tal que se puede producir públicamente y presentada de otra manera
sería inaceptable (por ejemplo el eufemismo). La fuerza de la forma, es la
fuerza simbólica que permite a la forma ejercerse plenamente al desconocerse
como fuerza y presentarse bajo la apariencia de la universalidad.
Al
final del texto Bourdieu se hace la pregunta sobre si es necesario elegir entre
el objetivismo y el subjetivismo, y plantea su tercera posición a lo que considera
un falso binarismo: “En realidad la regla actúa por la fuerza de la forma. Es
cierto que si las condiciones sociales de eficacia no están reunidas, no puede
nada por si sola. Sin embargo, en tanto que regla con pretensión universal,
agrega su fuerza propia, la del efecto de racionalización.
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