Ciertos
casos, producidos aleatoriamente, provocaron una masa mayor de discusión pública
y de persistencia en los medios que las discusiones emergentes o
propuestas desde las instituciones del Estado o de la sociedad civil.
El
crecimiento en los medios de la información social o de interés pública
producida a partir de casos, articulados narrativamente en detrimento de la
dada o propuesta en forma macro o estructural a través de tipos de discurso
informativo argumentativo marca nuestra sociocultura.
El término caso, como el de
casuística
El
término caso refiere a algo que sucede
a nivel individual o micro social y que es expuesto mediante una
estructura discursiva básicamente narrativa. La casuística como conjunto
de casos se agrupa o se mueve de manera errátil en la agenda de los medios a
partir de su valor como noticia. Su remisión a leyes o normas se da de manera
parcial o aleatoria, y muchas veces es atrapado por la retórica narrativa.
Le
damos particular importancia al caso como ejemplo del crecimiento de lo
narrativo frente a lo argumentativo o informativo y de lo individual
o micro social frente a lo macro o lo estructural en la cultura
contemporánea.
La
casuística, entendida como conjunto de casos que se refiere a un hábeas
normativo o a una tópica narrativa, se inscribe en diversas tradiciones
de discursos religiosos y de jurisprudencia.
El
caso y la casuística se inscriben también en las ciencias. No hay una
diferencia clara entra estas utilizaciones del caso que señalamos y las formas
en que éste es tratado en los medios. Se podría afirmar que las primeras
alimentaron y alimentan las prácticas periodísticas.
A
las viejas matrices de narración de casos en el periodismo, muy
relacionadas con la práctica literaria, las ciencias sociales fueron
suministrando y suministran estrategias. La relación entre las formas
narrativas utilizadas por las ciencias sociales, por la literatura
o por los medios es algo que recién ahora comienza a explorarse desde el
punto de vista semiológico, cognitivo y sociocultural.
Como
señalamos más arriba nos interesa el estudio del caso sólo en sus
características estructurales, fundamentalmente narrativas, sino también por su
utilización como ingreso o en reemplazo de la información y la argumentación
en los temas de interés público, por su creciente peso en la construcción y
circulación del sentido en la cultura más mediática.
Pero
debemos señalar que este crecimiento de la narración y de la casuística se da
también en muchas culturas, en la interacción directa no más mediática,
como otro rasgo de la crisis contemporánea.
Esto
se encuadra en diversos procesos y transformaciones: el crecimiento de las
zonas de información general en los periódicos y también de sus lectorados y el
decrecimiento de la lectura de las zonas duras.
Otro
proceso es la sucesión de casos que conmocionaron a la opinión pública y
que generaron no sólo más debate, sino mayor continuidad y serialización en
los medios que los temas planteados estructuralmente desde el Estado o
desde la sociedad civil. Este proceso implica diversas relaciones del caso con
los procedimientos de generalización.
Un
tercer proceso es el surgimiento y el éxito de géneros o subgéneros
fundamentalmente televisivos, estructurados a partir de casos reales.
Este
notable crecimiento de lo que podría llamarse una nueva forma de non-fiction en los medios
periodísticos y audiovisuales está relacionados con diversos procesos
socioculturales: el desdibujamiento de los límites entre lo privado y lo
público y el avance sobre la privacidad no sólo de los medios sino de los
diversos sistemas de control social.
También
juegan, por un lado, las necesidades de aumentar la credibilidad en los
medios a través de información individualizada y aparentemente constatable
y, por otro, la contaminación de la información con la narración debida,
tal vez a la opacidad, complejidad y sospecha con respecto a los discursos
argumentativos e informacionales tradicionales sobre las categorías de
la modernidad y el capitalismo industrial, ambos en crisis. El caso podría
estar funcionando como entrada abductiva en nuevas formas y conflictos
sociales.
El caso
El
caso supone una idea de cierre, un punto de clausura. El
acontecimiento es lo que divide, para que haya inteligibilidad es el
soporte hipotético de una puesta en orden en el eje temporal. A veces no es más
que una simple localización del desorden: se llama acontecimientos
a aquello que no se comprende.
Aquello
que puede se dividido o reconocido como acontecimiento, que necesita
explicación, varía según las culturas o las situaciones sociales. Además
no es lo mismo reconocer un acontecimiento en una etapa estable que en una
etapa de crisis.
Foucault
propone una filosofía del acontecimiento que incorpore el azar como categoría
en la producción de lo mismo. Una teoría de las sistematicidades
discontinuas.
No
se trata en absoluto ni de una sucesión de los instantes del tiempo, ni de la
pluralidad de los diversos sujetos que piensan, se trata de cesuras que
rompen el instante y dispersan el sujeto en una pluralidad de posibles
posiciones y funciones. Una discontinuidad tal que golpetea e invalida
las menores unidades tradicionalmente reconocidas o las menos fácilmente
puestas en duda: el instante y el sujeto.
En
el caso del periodismo y de la teoría de la noticia, por lo contrario,
la discontinuidad o la ruptura están sistematizadas e incluso conforman
géneros. Esta discontinuidad del caso hay que verla hoy como una tendencia
generalizada en los medios, sobre todo en los llamados new issues.
En
esto habría que hacer una tipificación, porque el periodismo maneja ciertas sistematicidades
discontinuas pero no todas. El periodismo busca discontinuidades que no
siempre puede resolver o que cierran en el impacto noticia reducido a
estructura narrativa.
Lo
cierto es que el caso, dentro de su amplitud semántica, pone escena
nociones como las de casualidad y/o azar, causalidad,
temporalidad, subjetividad, mismidad, discontinuidad, ruptura y construcción de
series, etc.
Algo
sucedió, acaeció, algo cambió su estado. Este camino puede afectar a cosas y
seres, pero también puede implicar el no-cambio frente a un evento externo:
un sujeto es un actante que permanece idéntico después de una catástrofe.
Puede ser endo (subjetivo) ó exo
(determinado por circunstancias externas). Y puede darse de manera natural, es
decir, aceptable o débilmente perceptible como cambio, o de manera
abrupta: puede ser previsible o imprevisible. Puede ser aislado,
aleatorio marginal.
De ahí el cuestionamiento que
plantean muchos casos con respecto a la agenda tradicional de los medios,
pues la problematizan constantemente obligándolos a producir nuevas
clasificaciones. Y de ahí también la rotación del caso entre diferentes
secciones cuando adquiere status de debate público. Pero el caso siempre trata
un suceso individual o micro social, construido narrativamente.
Narrar el caso
No
hay caso sin cultura, es decir, sin leyes, sin convenciones:
éstas están establecidas o no en un código formal. Habrá que revisar qué
hace que, en medio del fluir de la realidad, digamos “esto merece ser
contado/interpretado”.
Por
una parte, la pulsión narrativa o la narrativa como dispositivo cognitivo
es prácticamente un universal. La narración es un meta código, un universal
humano sobre la base del cual pueden transmitirse mensajes transculturales
acerca de la naturaleza de la realidad compartida.
Pero,
por otro lado, es difícil trabajar sobre el caso sin tomar en cuente cómo una
cultura particular lo estructura. En este plano también podemos ubicar las relaciones
entre periodismo y justicia: no en todas las sociedades las denuncias
periodísticas son retomadas por la justicia.
Y cuando esto no sucede se genera la confusión periodismo/justicia
que caracteriza hoy a muchas culturas.
No
para todas las culturas es lo mismo lo que merece ser contado. Incluso no es lo
mismo la manera de contarlo. La concepción de la Historia como
sucesión de acontecimientos, como cronología, no es universal. Tiene que ver
con la forma en que diferentes grupos organizan la información sobre el pasado,
sobre la memoria social.
Incluso,
en la narración del caso intervienen las estructuras perceptivas propias de
cada cultura, su particular jerarquización de los sentidos como
disparadores de la memoria, sus formas de recordar.
Se narra un caso, un sucedido, con
diversas funciones.
El
caso también puede ubicarse en un lógica situacional que marque las formas en
que cada cultura elabora estos temas en relación con sus estructuras sociales y
económicas. Esto es lo que sucede, aunque de manera muchas veces imprecisa, en
el periodismo por las presiones del contrato de lectura en un lectorado
marcado geográfica o culturalmente.
La
narración de casos, sean cuales fueren los diferentes propósitos a los que
sirva, tiene una fuerte conexión con el discurso didáctico, o con el discurso
ideológico. El término casuística se refiere originariamente a una rama de
la teología moral, que consiste en la aplicación de los principios morales a
los casos concretos de las acciones humanas.
Lo
que importa acá no es el caso en sí, en su individualidad, sino la relación del
caso particular con el principio general, su pertenencia a una serie mayor. La narración
de casos pone en juego, entonces, diversos sistemas de generalización.
Es
aquí donde, sin tener la estructura interna de la argumentación un texto
narrativo puede cumplir con el mismo propósito de la argumentación: dar
origen a una interpretación, y en muchos casos imponer una regla de acción.
El
caso en el que hacen de él los medios termina siempre interpretando o
generalizando. Se podría decir que este hábeas que enmarca al caso en el
periodismo es la noción de noticia y su relación con los diversos tipos de
discontinuidad.
El
cierre de la noticia lleva a generalizar, aunque esto no sea explícito, en
alguna otra serie, se inserte ésta en algún saber constituido o en algún
aspecto de las creencias, en el sentido común, en los prejuicios o en la simple
retórica literaria tradicional. El caso periodístico siempre establece
relaciones con alguna serie social que desborda el hecho individual o micro
social.
Caso/generalización
El
caso/generalización, ya sea explícita o implícita, puede darse de diversas
maneras. Distinguimos tres grandes conjuntos o categorías: el caso como exemplum, es decir, de lo que es
aceptado como norma.
El
ejemplo es el modo persuasivo por inducción. Precede de un particular
a otro particular, pasando por el eslabón implícito de lo general. De un
objeto se infiere la clase y de esta clase se deduce un nuevo
objeto. Esto implica atender al status implícito de lo general y su función
persuasiva, en tanto no se trata solamente de afirmar una regla sino de
persuadir de que se la aplique.
Cuando
el caso es utilizado como ejemplo puede implicar tanto la generalización, el
establecimiento o la confirmación de una regla. El objetivo de la ilustración es fijar
una regla ya establecida, una concepción o teoría que le es preexistente.
El
ejemplo implica también, en muchos casos, la modelización, como
invitación a la imitación inmediata. Aquí no se trata sólo de hacer admitir,
sino de hacer. Este es el uso que se hace de las biografías o a las anécdotas
ejemplares.
Un
segundo orden está compuesto por el caso como índice de una situación
que exige una hipótesis explicativa de orden o conjunto como exploración previa
a la generalización y su demostración. Nos referimos al caso interrogativo,
que permite explorar tendencias o establecer conjeturas, abducciones sobre un
hábeas abierto todavía no totalmente constituido.
Aquí
el caso puede funcionar como disparador de nuevos temas o tendencias
para su incorporación de una serie sociocultural, generalmente conflictual y
perceptible históricamente.
Un
último conjunto está compuesto por el caso como parte de una serie
demostrativa con un continente más o menos perceptible. Aquí se ubicarían los diferentes usos del
caso en las ciencias sociales y humanas
como la historia de vida.
Esta
utilización del caso también ha planteado problemas respecto de su
validez. Por ejemplo: entrar en una
cultura a través del estudio de caso, lo que Clifford llama sinecdoquización,
implica suponer que detrás de él hay una cultura orgánica, homogénea, a la cual
se puede acceder por cualquiera de sus partes.
La
imposibilidad de existencia real, histórica y situada de este tipo de cultura
orgánica lejos de las idealizaciones teóricas, es por lo menos
discutible. Sin embargo, un procedimiento es el de entrar a través del caso en
una cultura supuestamente orgánica, y otro es ingresar a través de él para
explorar una problemática social estructural.
Esto
último se da actualmente más a través de trabajos micro sociológicos, o micro
antropológicos que no la tienen en cuenta, como sucede con los estudios sobre microidentidades,
que muchas veces se desenganchan de los procesos globales de migración.
Aquí
nos referimos al caso ubicado en un marco disciplinario, cercano al formato
institucionalizado: cosos policiales, casos jurídicos, etc. Aquí el caso
supone un marco: la criminología, la jurisprudencia, etc. Abre una problemática
en una marco que lo acota, lo interpreta lo rechaza o lo confirma.
Un contrato de lectura confuso
Todas
estas funciones casuísticas que describimos pueden atravesar diferentes
formatos, de acuerdo con el soporte discursivo que asuman. El uso cuando
es tomado por el discurso narrativo, en cualquiera de estos registros
mencionados, es dotado de los atributos de la store.
La
narración pasa a ser un problema sólo cuando queremos dar a los eventos reales
la forma de una historia. Esta forma supone básicamente un sujeto
principal, un comienzo, un nudo y un desenlace o cambio de suerte, una voz
narrativa identificable.
La
problematización de la casualidad, de la secuencia temporal y da las categorías
enunciativas que hemos señalado antes no son hoy sólo patrimonio de la
literatura. En este sentido, se puede afirmar que las recurrencias o relaciones
del periodismo con la narración se establecen con las formas tradicionales de ésta
aunque esto constituye hoy un campo en transformación.
La
narración de un caso puede ir del registro de un cambio a la explotación de sus
causas (por qué), a la forma en que ocurrió (el modo), a las consecuencias (qué
produjo). En todos estos pasos aparecen elementos de generalización, no
sólo en el cierre.
Difícil
que el eso no lleve a la generalización. Pero ésta es muy diferente en aquellos
textos, que implican un contrato de lectura literario o anecdótico de
aquellos que se inscriben en un contrato de lectura documental o informacional.
En
los géneros literarios o ficcionales está supuesto que es el lector el que debe
interpretar el caso. No sucede lo mismo con los géneros documentales e
infomacionales. Éstos llevan, por un lado, a la necesidad de interpretar,
de ubicar en una serie, de contextualizar. Pero por otro lado, por su propia impronta narrativa son
apresados por recursos retóricos que no se corresponden con las
necesidades de la documentación y la información.
Cuando
hablamos de impronta narrativa no nos referimos sólo a estructuras formales,
sino también a la presentación o resolución de conflictos apelando más
que a la información concreta, a situaciones arquetípicas. Cuando la narración
inunda el discurso informativo, se observa la contaminación de la
información periodística con modelos o fórmulas literarias de larga
tradición, o más modernas, de la narrativa contemporánea.
Aparece
la apelación a recursos narrativos muy codificados e
institucionalizados, que se identifican con diferentes géneros y dispositivos.
La presencia de la retórica y de los recursos de persuasión en clave
narrativa en la información no es un fenómeno nuevo. Está en las raíces del periodismo moderno.
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