7. Culturas populares y (medios de)
comunicación
1 Poner en contacto la
(s) cultura (s) de las clases populares con los medios de comunicación es
ponerlas en contacto consigo mismas. Esto se debe a que los medios, la cultura
de los medios “populares y baratos”, nace, en gran medida, en las tradiciones,
los géneros, los saberes y las necesidades cognitivas existentes en las clases
populares.
En un etapa
(1840) marcada por la aceleración de la revolución industrial, por un intenso
desarrollo urbano, y por el peso, en la organización social, del pasaje de la
razón iluminista a la razón positivista, los medios, que no sufren la
sistematización de la educación, parecieran hacerse cargo de esas zonas
desplazadas por la razón modernizadora.
Culturas del
afecto, del sentimiento, del misterio, de la actuación, del juego, de la
improvisación, etc. fueron desjerarquizadas por las culturas oficiales que las
consideraban irracionales.
2 El lugar de la
lógica, estaba contenido en esas culturas marginales y populares que tomarían
los medios, rompiendo y clasificándolo.
El relato, es
una puesta en escena de toda la complejísima trama de la recepción tanto en sus
instancias comunicacionales y semióticas duras como en su articulación
cultural, antropológica y social.
Todas estas
formaciones culturales, también objeto, de preocupación de muchos
intelectuales, que desde otros lados chocan con la epistemología oficial
fueron, en alguna medida, tomadas por los medios, es decir por sus géneros y
búsquedas. O por el sustrato epistemológico que subyace en ellos, por su
densidad metacomunicacional, por su puesta en escena de las racionalidades de
la vida cotidiana.
3 Los medios avanzaron
desde una lógica que no era la del saber transmitido escolar, institucional o
estamental, sino desde la dinámica de pequeñas empresas “aventureras”, y desde
los intelectuales pobres que trabajaban en ellas, que establecían, en gran
parte desde afuera de la legislación, un complejo y “negociado” diálogo con las
culturas de las clases populares con sus fuertes residuos y su reciclamiento en
la urbe industrial, y también con las transformaciones que producían los nuevos
espacios y tiempos de la vida cotidiana, el desarrollo tecnológico y las nuevas
lecturas provenientes de las necesidades informacionales y comunicacionales que
nacían de todo esto.
Pensar que
este proceso puede ser reducido, absorbido o explicado sólo desde las lógicas
del capitalismo es como pensar que las culturas de las clases populares son
“esencialmente” luditas o pasivas en los procesos de industrialización,
urbanización y modernización.
4 Los medios nacen
encadenados con las culturas populares anteriores y no sólo con sus géneros
sino también con sus saberes, con sus estrategias cognitivas; géneros y saberes
que no pueden ser vistos como “tradicionales” pues son zonas constitutivas de
la cultura del hombre reprimidas por las culturas oficiales del capitalismo.
5 Hay problemas,
conjuntos culturales que no han sido jerarquizados por la razón iluminista y
positivista y que estuvieron en las culturas populares anteriores, que se
filtraron en los medios y que hoy persisten tanto en éstos como en saberes e
intercambios no massmediaticos. Y también en disciplinas científicas que
intentan explicar el desorden, el azar, el caos, la complejidad.
Y esto es
importante para salir de las explicaciones estereotipadas de la popularidad de
los medios, desconociendo las múltiples lógicas que subyacen en su recepción, o
en cómo esta, a través de complejas mediaciones, pesa en el mensaje. O cómo
forma parte de las relaciones culturales: ver espectáculos o admirar a un actor
no son signos de mera pasividad. Hay momentos “receptores” en la cultura.
Negarlos es como pensar que el hombre sólo se estructura sobre el “hablar” y no
también sobre el “ver” o el “escuchar”.
6 Los Estados modernos
jerarquizaron la escritura casi como única forma de comunicación y de
información, desplazando otras formas, otros canales. De alguna manera nuestra
cultura bloqueó la reflexión, el conocimiento sobre la percepción corporal,
kinesica y proxémica, el rol de los sentidos en nuestra experiencia cotidiana.
Los medios
rompen la hegemonía de la escritura. El proceso que va del grabado y el
daguerrotipo a los periódicos y revistas ilustradas, del rollo y el alambre al
disco de pasta, la aparición del cine mudo y de la radio, y todos los procesos
posteriores ponen en escena, recuperan, permiten reflexionar sobre los
múltiples canales de la interacción humana.
7 Es imposible
analizar la cultura de las clases populares sin reconocer se relación con los
medios, y viceversa.
La
constitución y la historia de los medios hay que analizarla desde sus
conflictos internos y no sólo desde el punto de vista de los intelectuales
agredidos por ella. Como señala Barbero “ver la constitución de lo masivo por
fuera del chantaje culturalista que los convierte inevitablemente en procesos
de degradación cultural”.
Reconocer las
racionalidades y las estrategias de las culturas cotidianas y romper desde ahí
las culturas institucionalizadas dentro o fuera del Estado.
Mucho de lo
señalado impide encarar las fuertes relaciones entre las culturas
massmediaticas y las nomassmediaticas.
Es imposible
entrar en las relaciones culturales, todavía tan poco conocidas, desde los
criterios tradicionales y oficializados del saber o desde sus clasificaciones
estereotipadas.
Poner en relación la lectura popular de los
medios con la recuperación simbólica de lo corporal o con la persistencia de
saberes que no por tradicionales hayan sido desjerarquizados son pistas
abiertas para repensar no sólo la crisis de la modernidad sino también una
cultura que revalorice las densidades de lo cotidiano y la riqueza cultural del
hombre común. Algo que, sin confundir lo político con lo cultural, está en el
subsuelo de ambos.
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