13.5.13

Geertz - Descripción densa. Hacia una teoría interpretativa de la cultura


Kluckhohn define la cultura como: 1) “el modo total de vida de un pueblo”; 2) “el legado social que el individuo adquiere de su grupo”;
3) “una manera de pensar, sentir y creer”; 4) “una abstracción de la conducta”; 5) “una teoría del antropólogo sobre la manera en que se conduce realmente un grupo de personas”; 6) “un depósito de saber almacenado”; 7) “una  serie de orientaciones estandarizadas frente a problemas reiterados”; 10) “una serie de técnicas para adaptarse, tanto al ambiente exterior como a los otros hombres”; 11) “un precipitado de historia”.

El eclectisismo es contraproducente porque hay muchas direcciones en la que resulta útil moverse y es necesario elegir entre ellas.
El concepto de cultura que propugno es un concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero que la cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto una ciencia interpretativa en busca de significaciones. Lo que busco es la explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas en su superficie.

II


El operacionismo como dogma metodológico hizo un aporte importante, independientemente de lo que uno pueda pensar al tratar de definir el carisma o la alienación en términos operacionales: si uno desea comprender lo que es una ciencia, debería prestar atención a lo que hacen los que la practican.
En antropología social lo que hacen los que la practican es etnografía. Este concepto equivale el análisis antropológico como forma de conocimiento. Ésta no es una cuestión de métodos. Hacer etnografía es establecer relaciones, seleccionar a los informantes, transcribir textos, establecer genealogías, llevar un diario, etc. Lo que la define es cierto tipo de esfuerzo intelectual: una especulación elaborada en términos de “descripción densa”.
Ryle habla de “descripción densa”. Por ejemplo: dos muchachos contraen rápidamente el párpado del ojo derecho. En el primero de ellos es un tic involuntario, en el segundo una guiñada de conspiración dirigida a un amigo. Los dos movimientos observados “fenoménicamente” son idénticos. Pero el que guiña el ojo esta haciendo una cosa, está comunicando algo de una manera precisa; el guiñador, en cambio, hizo dos cosas, contrajo el ojo e hizo una señal. Contraer el ojo con una finalidad cuando existe un código público es hacer una guiñada.
Supongamos que haya un tercer hombre quien remeda la guiñada del primer hombre y lo hace torpemente; lo hace de la misma manera en que el segundo guiñaba el ojo y el primero mostraba su tic. Este ultimo hombre está parodiando a otro cuando intenta hacer la guiñada. También aquí existe un código socialmente establecido (hará el guiño trabajosamente, quizá agregando una mueca) y un mensaje. Pero ahora lo que flota en el aire es el ridículo. Si los demás piensan que él realmente está haciendo una guiñada, todo su proyecto fracasa por entero.
Y podemos ir más lejos: el supuesto satírico puede practicar en su casa ante el espejo, en ese caso no estará mostrando un tic, ni haciendo un guiño, ni remedando; estará ensayando; pero visto por una cámara fotográfica el hombre estará solamente contrayendo el párpado. Las complejidades son posibles y no tienen fin.
La diferencia entre la “descripción superficial” de lo que está haciendo el que ensaya ante el espejo(remedador) y la “descripción densa” de lo que está haciendo (practicando una burla y hacer creer que está en marcha una conspiración) define el objeto de la etnografía: una jerarquía estratificada de estructuras significativas atendiendo a las cuales se producen, se perciben, y se interpretan los tics, los guiños, los guiños fingidos, las parodias, os ensayos de parpadeos y sin las cuales no existirían independientemente de lo que alguien hiciera o no con sus párpados.
El ejemplo de Ryle presenta una imagen bien exacta de la clase de estructuras superpuestas, en cuanto a inferencias e implicaciones, a través de las cuales un etnógrafo trata continuamente de abrirse paso.
La etnografía es descripción densa. Lo que en realidad encara el etnógrafo es una multiplicidad de estructuras conceptuales complejas, muchas de las cuales están superpuestas o enlazadas entre sí, estructuras que son al mismo tiempo extrañas, irregulares, no explícitas, y a las cuales el etnógrafo debe ingeniarse de alguna manera, para captarlas primero y para explicarlas después.

III


La cultura es pública, lo mismo que un guiño. Aunque contiene ideas, la cultura no existe en la cabeza de alguien; aunque no es física, no es una entidad oculta.
Una vez que la conducta humana es vista como acción simbólica pierde sentido la cuestión de saber si la cultura es conducta estructurada, o una estructura de la mente, o hasta las dos juntas mezcladas.
La cultura es pública porque la significación lo es. Uno no puede hacer una guiñada sin conocer lo que ella significa o sin saber cómo contraer físicamente el párpado.
Decir que la cultura consiste en estructuras de significación socialmente establecidas en virtud de las cuales la gente hace cosas tales como señales de conspiración no es lo mismo que decir que se trata de un fenómeno psicológico.

IV


La investigación etnográfica consiste en lanzarnos a una desalentadora aventura cuyo éxito sólo se vislumbra a lo lejos: tratar de formular las bases en que uno imagina, siempre con excesos, haber encontrado apoyo, es aquello en que consiste el escrito antropológico como empeño científico.
La finalidad de la antropología cosiste en ampliar el universo del discurso humano. También aspira a la instrucción, al entrenamiento, al consejo práctico, al progreso moral y a descubrir el orden natural de la conducta humana; y no es la antropología la única disciplina que persigue esta finalidad.
Entendida como sistemas en interacción de signos interpretables, la cultura  no es una  entidad, algo a lo que puedan atribuirse de manera causal acontecimientos sociales, modos de conducta, instituciones o procesos sociales; la cultura es un contexto dentro del cual pueden describirse todos esos fenómenos de manera inteligible, es decir, densa.
Comprender la cultura de un pueblo supone captar su carácter normal sin reducir su particularidad.  Es esta maniobra, a la que suele designarse como “ver las cosas desde el punto de vista del actor”, la que a menudo conduce a la idea de que la antropología es una variedad de interpretación mental.
Nada es más necesario para comprender lo que es la interpretación antropológica y hasta qué punto es interpretación que una comprensión exacta de lo que significa afirmar que nuestras formulaciones sobre sistemas simbólicos de otros pueblos deben orientarse en función del actor.
Lo cual significa que las descripciones de la cultura de judíos o franceses deben encararse atendiendo a los valores que imaginamos que judíos o franceses asignan a las cosas. Lo que no significa es que tales descripciones sean ellas mismas judías o francesas, es decir parte de la realidad que están describiendo; son antropológicas pues son parte de un sistema en desarrollo de análisis científico. Deben elaborarse atendiendo a las interpretaciones que hacen de su experiencia personas pertenecientes a un grupo particular, porque son descripciones de tales descripciones; y son antropológicas porque son en verdad antropólogos quienes las elaboran.
En el estudio de la cultura, el análisis penetra en el cuerpo mismo del objeto- es decir, comenzamos con nuestras propias interpretaciones de lo que nuestros informantes son o piensan que son y luego las sistematizamos- la línea que separa la cultura como hecho natural y la cultura como entidad teórica tiende a borrarse; y tanto más si la última es presentada en la forma de una descripción, desde el punto de vista del actor, de las concepciones de todas las cosas, desde la violencia, el honor, etc.
Los escritos antropológicos son ellos mismos interpretaciones y por añadidura interpretaciones de segundo y tercer orden (sólo un “nativo” hace interpretaciones de primer orden: se trata de su cultura)
Elaborar descripciones orientadas hacia el punto de vista del actor de los hechos relativos a un judío o francés constituye un acto imaginativo.
La línea que separa modo de representación y contenido sustantivo no puede trazarse en el análisis cultural; y ese hecho a su vez parece amenazar la condición objetiva del conocimiento antropológico al sugerir que la fuente de éste es el artificio erudito.
El derecho de la relación etnográfica a que se le preste atención no depende de la habilidad que tenga su autor para recoger hechos primitivos en remotos lugares, sino que depende del grado en que ese autor sea capaz de clarificar lo que ocurre en tales lugares, de reducir el enigma al que naturalmente dan nacimiento hechos no familiares que surgen en escenarios desconocidos.

V


Hay que atender a la conducta  porque es en el fluir de la conducta donde las formas culturales encuentran articulación.

Cualesquiera que sean los sistemas simbólicos “en sus propios términos”, tenemos acceso empírico a ellos examinando cuidadosamente los hechos, y no disponiendo entidades abstractas en esquemas unificados.

Otra implicación de esto es la de que la coherencia no puede ser la principal prueba de validez de una descripción cultural. Los sistemas culturales deben poseer un mínimo grado de coherencia, y la observación muestra que normalmente tienen bastante coherencia.
Una buena interpretación de cualquier cosa nos lleva a la médula misma de lo que es la interpretación.
El etnógrafo “inscribe” discursos sociales, los pone por escrito, los redacta.
¿Qué fija la escritura?
“No el hecho de hablar, sino lo “dicho” en el hablar, y entendemos por  “lo dicho” en el hablar esa exteriorización intencional constitutiva de la finalidad del discurso gracias a la cual el decir tiende a convertirse en enunciación, en lo enunciado. En suma, lo que escribimos es el “pensamiento”, el “contenido”,  la “intención” del hablar. Se trata de la significación del evento de habla, no del hecho como hecho”.
El análisis cultural es conjeturar significaciones, estimar las conjeturas y llegar a conclusiones explicativas partiendo de las mejores conjeturas, y no el descubrimiento del continente de la significación y el mapeado de su paisaje incorpóreo.

VI


La descripción etnográfica presenta tres rasgos característicos: es interpretativa, lo que interpreta es el flujo del discurso social y la interpretación consiste en tratar de rescatar “lo dicho” en ese discurso de sus ocasiones perecederas y fijarlo en términos susceptibles de consulta; además es microscópica.
Esto no quiere decir que no haya interpretaciones antropológicas en gran escala de sociedades enteras, de civilizaciones, de acontecimientos mundiales, etc.
El antropólogo de manera característica aborda interpretaciones más amplias y hace esos análisis más abstractos partiendo de los conocimientos extraordinariamente abundantes que tiene de cuestiones extremadamente pequeñas.
Si la importancia de los estudios localizados y microscópicos dependiera realmente de semejante premisa- de que captan el mundo grande en el pequeño -, dichos estudios carecen de toda relevancia. El lugar de estudio no es el objeto de estudio. Los antropólogos no estudian aldeas (tribus, pueblos, vecindarios, etc), estudian en ladeas.
El concepto de “laboratorio natural” ha sido gravemente perjudicial, no sólo porque la analogía es falsa, sino porque conduce a la creencia de que los datos procedentes de los estudios etnográficos son más puros o más importantes o más sólidos o menos condicionados que los datos derivados de otras clases de indagación social. La gran variación natural  de las formas culturales es, desde luego el gran recurso de la antropología, pero también es el terreno de su más profundo dilema teórico.
Los hallazgos etnográficos no son privilegiados, son sólo particulares. Considerarlos algo más (o algo menos) lo deforma y deforma sus implicaciones, que para la teoría social son mucho más profunda que la mera primitividad.
Lo importante de las conclusiones del antropólogo es su complejo carácter específico y circunstanciado.
El problema metodológico que presenta la naturaleza microscópica de la etnografía es real y de peso. Pero es un problema que puede resolverse comprendiendo que las acciones sociales son comentarios sobre algo más que ellas mismas, y que la procedencia de una interpretación no determina hacia donde va a ser luego impulsada.

VII


La interpretación es presentada como válida en sí misma o, lo que es peor, como validada por la supuestamente desarrollada sensibilidad de la persona que la presenta; todo intento de formular la interpretación en términos que no sean los suyos propios es considerado una parodia o como un intento de etnocéntrico.
Hay que admitir que existe una serie de características de la interpretación cultural. La primera característica es la necesidad de que la teoría permanezca más cerca del terreno  estudiado de lo que permanece en el caso de ciencias más capaces de entregarse a la abstracción imaginativa. En antropología, sólo breves usos de razón suelen ser efectivos: vuelos más prolongados van a parar a sueños lógicos y a confusiones académicas  con simetría formal.
La tensión entre la presión de esta necesidad de penetrar en un universo no familiar de acción simbólica y las exigencias de progreso técnico en la teoría de la cultura, entre la necesidad de aprehender y la necesidad de analizar es muy grande y esencialmente inevitable. En realidad, cuanto más se desarrolla la teoría más profunda se hace la tensión. Esta  es la primera condición de la teoría cultural: no es dueña de sí misma. Las generalidades a las que logra llegar se deben a la delicadeza de sus distinciones no a la fuerza de sus abstracciones.
El análisis cultural se desarrolla según una secuencia discontinua pero coherente de despegues cada vez más audaces. Los estudios se realizan sobre otros estudios, es decir, de que con mejor información y conceptualización, los nuevos estudios se sumergen  más profundamente en las mismas cuestiones. Todo análisis cultural serio parte de un nuevo comienzo y termina en el punto al que logra llegar antes de que se agote su impulso intelectual.
Un estudio antropológico representa un progreso si es más incisivo que aquellos que lo precedieron; pero el nuevo estudio no se apoya masivamente sobre los anteriores a los que desafía, sino que se mueve paralelamente a ellos.
En el estudio de la cultura los significantes no son síntomas o haces de síntomas, sino que son actos simbólicos o haces de actos simbólicos, y aquí la meta es el análisis del discurso social.
Así llegamos a la segunda condición de la teoría cultural: no es predictiva. Quien pronuncia un diagnostico no predice el sarampión, manifiesta que alguien tiene sarampión o que es probable que a breve plazo alguien lo adquiera.
En el estilo clínico de la formulación teórica, la conceptualización se endereza a la tarea de generar interpretaciones de hechos que ya están a mano, y no a proyectar resultados de manipulaciones experimentales o a deducir estados futuros de un determinado sistema. La teoría tiene que ajustarse a realidades pasadas, y también debe contemplar realidades futuras. El marco teórico dentro del cual se hacen dichas interpretaciones debe ser capaz de continuar dando interpretaciones defendibles  a medida que aparecen a la vista nuevos fenómenos sociales. En cada estudio no se crean de nuevo enteramente las ideas teóricas; las ideas se adoptan de otros estudios afines y se las aplica a nuevos problemas de interpretación. Si dichas ideas dejan de ser útiles ante tales problemas, cesan de ser empleadas y quedan más o menos empleadas; de lo contrario se las continúa elaborándolas y usándolas.
La teoría  funciona como una distinción más relativa entre “inscripción” (descripción densa) y “especificación” (diagnóstico) entre establecer la significación que determinadas acciones sociales tienen para sus actores y enunciar lo que el conocimiento así alcanzado muestra sobre la sociedad al que se refiere y, más allá de ella, sobre la vida social como tal. Nuestra doble tarea consiste en descubrir las estructuras conceptuales que  informan los actos de nuestros sujetos, lo “dicho” del discurso social, y en construir un sistema de análisis en cuyos términos aquello que es genérico de esas estructuras,  aquello que pertenece a ellas porque son lo que son, se destaque y permanezca frente a los otros factores determinantes de la conducta humana.
En etnografía, la función de la teoría es suministrar un vocabulario en el cual pueda expresarse lo que la acción simbólica tiene que decir sobre sí misma, sobre el papel de la cultura en la vida humana.
La meta es llegar a grandes conclusiones partiendo de hechos pequeños pero de contextura muy densa, prestar apoyo a enunciaciones generales sobre el papel de la cultura en la construcción de la vida colectiva relacionándolas exactamente con hechos específicos y complejos.
En el nivel más inmediato de la observación se desarrolla la interpretación y la teoría de que depende conceptualmente la interpretación.
Las formas de la sociedad son la sustancia de la cultura.

VIII

El análisis cultural es intrínsecamente incompleto; cuanto más profundamente se lo realiza menos completo es.
Uno puede escapar a esta situación de varias maneras: convirtiendo la cultura en folklore y colectándolo, convirtiéndola en rasgos y contándolos, convirtiéndola en instituciones y clasificándolas, o reduciéndola a estructuras y jugando con ellas.
Lo cierto es que abrazar un concepto semiótico de cultura y un enfoque interpretativo de su estudio significa abrazar una concepción de las enunciaciones etnográficas “esencialmente discutible”.
La antropología interpretativa, es una ciencia cuyo progreso se caracteriza menos por un perfeccionamiento del consenso que por el refinamiento del debate. Lo que en ella sale mejor es la precisión con que nos vejamos unos a otros.
Siempre esta en peligro de que el análisis cultural pierda contacto con las duras superficies de la vida, con las realidades políticas y económicas dentro de las cuales los hombres están contenidos siempre, y pierda contacto con las necesidades biológicas y físicas en que se basan esas duras superficies. La única defensa contra este peligro y contra el peligro de convertir así el análisis cultural en una especie de esteticismo sociológico, es realizar el análisis de esas realidades y esas necesidades en primer término.
Considerar las dimensiones simbólicas de la acción social – arte, religión, ideología, ciencia, ley, moral, sentido común- es sumergirse  en medio de tales problemas.
La función de la antropología interpretativa es darnos acceso a respuestas dadas por otros, y no respuestas a nuestras preguntas.

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