Kluckhohn
define la cultura como: 1) “el modo total de vida de un pueblo”; 2) “el legado
social que el individuo adquiere de su grupo”;
3) “una manera de pensar, sentir
y creer”; 4) “una abstracción de la conducta”; 5) “una teoría del antropólogo
sobre la manera en que se conduce realmente un grupo de personas”; 6) “un
depósito de saber almacenado”; 7) “una
serie de orientaciones estandarizadas frente a problemas reiterados”;
10) “una serie de técnicas para adaptarse, tanto al ambiente exterior como a
los otros hombres”; 11) “un precipitado de historia”.
El
eclectisismo es contraproducente porque hay muchas direcciones en la que
resulta útil moverse y es necesario elegir entre ellas.
El concepto de cultura que propugno es
un concepto semiótico. Creyendo con Max Weber que el hombre es un animal
inserto en tramas de significación que él mismo ha tejido, considero que la
cultura es esa urdimbre y que el análisis de la cultura ha de ser por lo tanto
una ciencia interpretativa en busca de significaciones. Lo que busco es la
explicación, interpretando expresiones sociales que son enigmáticas en su
superficie.
II
El
operacionismo como dogma metodológico hizo un aporte importante,
independientemente de lo que uno pueda pensar al tratar de definir el carisma o
la alienación en términos operacionales: si uno desea comprender lo que es una
ciencia, debería prestar atención a lo que hacen los que la practican.
En
antropología social lo que hacen los que la practican es etnografía. Este
concepto equivale el análisis antropológico como forma de conocimiento. Ésta no
es una cuestión de métodos. Hacer etnografía es establecer relaciones,
seleccionar a los informantes, transcribir textos, establecer genealogías,
llevar un diario, etc. Lo que la define es cierto tipo de esfuerzo intelectual:
una especulación elaborada en términos de “descripción densa”.
Ryle
habla de “descripción densa”. Por ejemplo: dos muchachos contraen rápidamente
el párpado del ojo derecho. En el primero de ellos es un tic involuntario, en
el segundo una guiñada de conspiración dirigida a un amigo. Los dos movimientos
observados “fenoménicamente” son idénticos. Pero el que guiña el ojo esta
haciendo una cosa, está comunicando algo de una manera precisa; el guiñador, en
cambio, hizo dos cosas, contrajo el ojo e hizo una señal. Contraer el ojo con
una finalidad cuando existe un código público es hacer una guiñada.
Supongamos
que haya un tercer hombre quien remeda la guiñada del primer hombre y lo hace
torpemente; lo hace de la misma manera en que el segundo guiñaba el ojo y el
primero mostraba su tic. Este ultimo hombre está parodiando a otro cuando
intenta hacer la guiñada. También aquí existe un código socialmente establecido
(hará el guiño trabajosamente, quizá agregando una mueca) y un mensaje. Pero
ahora lo que flota en el aire es el ridículo. Si los demás piensan que él
realmente está haciendo una guiñada, todo su proyecto fracasa por entero.
Y
podemos ir más lejos: el supuesto satírico puede practicar en su casa ante el
espejo, en ese caso no estará mostrando un tic, ni haciendo un guiño, ni
remedando; estará ensayando; pero visto por una cámara fotográfica el hombre
estará solamente contrayendo el párpado. Las complejidades son posibles y no
tienen fin.
La
diferencia entre la “descripción superficial” de lo que está haciendo el que
ensaya ante el espejo(remedador) y la “descripción densa” de lo que está
haciendo (practicando una burla y hacer creer que está en marcha una
conspiración) define el objeto de la etnografía: una jerarquía estratificada de
estructuras significativas atendiendo a las cuales se producen, se perciben, y
se interpretan los tics, los guiños, los guiños fingidos, las parodias, os
ensayos de parpadeos y sin las cuales no existirían independientemente de lo
que alguien hiciera o no con sus párpados.
El
ejemplo de Ryle presenta una imagen bien exacta de la clase de estructuras
superpuestas, en cuanto a inferencias e implicaciones, a través de las cuales un
etnógrafo trata continuamente de abrirse paso.
La
etnografía es descripción densa. Lo que en realidad encara el etnógrafo es una
multiplicidad de estructuras conceptuales complejas, muchas de las cuales están
superpuestas o enlazadas entre sí, estructuras que son al mismo tiempo
extrañas, irregulares, no explícitas, y a las cuales el etnógrafo debe
ingeniarse de alguna manera, para captarlas primero y para explicarlas después.
III
La
cultura es pública, lo mismo que un guiño. Aunque contiene ideas, la cultura no
existe en la cabeza de alguien; aunque no es física, no es una entidad oculta.
Una
vez que la conducta humana es vista como acción simbólica pierde sentido la
cuestión de saber si la cultura es conducta estructurada, o una estructura de
la mente, o hasta las dos juntas mezcladas.
La
cultura es pública porque la significación lo es. Uno no puede hacer una
guiñada sin conocer lo que ella significa o sin saber cómo contraer físicamente
el párpado.
Decir
que la cultura consiste en estructuras de significación socialmente
establecidas en virtud de las cuales la gente hace cosas tales como señales de
conspiración no es lo mismo que decir que se trata de un fenómeno psicológico.
IV
La
investigación etnográfica consiste en lanzarnos a una desalentadora aventura
cuyo éxito sólo se vislumbra a lo lejos: tratar de formular las bases en que
uno imagina, siempre con excesos, haber encontrado apoyo, es aquello en que
consiste el escrito antropológico como empeño científico.
La
finalidad de la antropología cosiste en ampliar el universo del discurso
humano. También aspira a la instrucción, al entrenamiento, al consejo práctico,
al progreso moral y a descubrir el orden natural de la conducta humana; y no es
la antropología la única disciplina que persigue esta finalidad.
Entendida
como sistemas en interacción de signos interpretables, la cultura no es una
entidad, algo a lo que puedan atribuirse de manera causal
acontecimientos sociales, modos de conducta, instituciones o procesos sociales;
la cultura es un contexto dentro del cual pueden describirse todos esos
fenómenos de manera inteligible, es decir, densa.
Comprender
la cultura de un pueblo supone captar su carácter normal sin reducir su
particularidad. Es esta maniobra, a la
que suele designarse como “ver las cosas desde el punto de vista del actor”, la
que a menudo conduce a la idea de que la antropología es una variedad de
interpretación mental.
Nada
es más necesario para comprender lo que es la interpretación antropológica y
hasta qué punto es interpretación que una comprensión exacta de lo que
significa afirmar que nuestras formulaciones sobre sistemas simbólicos de otros
pueblos deben orientarse en función del actor.
Lo
cual significa que las descripciones de la cultura de judíos o franceses deben
encararse atendiendo a los valores que imaginamos que judíos o franceses
asignan a las cosas. Lo que no significa es que tales descripciones sean ellas
mismas judías o francesas, es decir parte de la realidad que están
describiendo; son antropológicas pues son parte de un sistema en desarrollo de
análisis científico. Deben elaborarse atendiendo a las interpretaciones que
hacen de su experiencia personas pertenecientes a un grupo particular, porque
son descripciones de tales descripciones; y son antropológicas porque son en
verdad antropólogos quienes las elaboran.
En
el estudio de la cultura, el análisis penetra en el cuerpo mismo del objeto- es
decir, comenzamos con nuestras propias interpretaciones de lo que nuestros
informantes son o piensan que son y luego las sistematizamos- la línea que
separa la cultura como hecho natural y la cultura como entidad teórica tiende a
borrarse; y tanto más si la última es presentada en la forma de una
descripción, desde el punto de vista del actor, de las concepciones de todas las
cosas, desde la violencia, el honor, etc.
Los
escritos antropológicos son ellos mismos interpretaciones y por añadidura
interpretaciones de segundo y tercer orden (sólo un “nativo” hace
interpretaciones de primer orden: se trata de su cultura)
Elaborar
descripciones orientadas hacia el punto de vista del actor de los hechos
relativos a un judío o francés constituye un acto imaginativo.
La
línea que separa modo de representación y contenido sustantivo no puede
trazarse en el análisis cultural; y ese hecho a su vez parece amenazar la
condición objetiva del conocimiento antropológico al sugerir que la fuente de
éste es el artificio erudito.
El
derecho de la relación etnográfica a que se le preste atención no depende de la
habilidad que tenga su autor para recoger hechos primitivos en remotos lugares,
sino que depende del grado en que ese autor sea capaz de clarificar lo que
ocurre en tales lugares, de reducir el enigma al que naturalmente dan
nacimiento hechos no familiares que surgen en escenarios desconocidos.
V
Hay que atender a la conducta porque es en el fluir de la conducta donde
las formas culturales encuentran articulación.
Cualesquiera que sean los sistemas
simbólicos “en sus propios términos”, tenemos acceso empírico a ellos
examinando cuidadosamente los hechos, y no disponiendo entidades abstractas en
esquemas unificados.
Otra implicación de esto es la de que la
coherencia no puede ser la principal prueba de validez de una descripción
cultural. Los sistemas culturales deben poseer un mínimo grado de coherencia, y
la observación muestra que normalmente tienen bastante coherencia.
Una
buena interpretación de cualquier cosa nos lleva a la médula misma de lo que es
la interpretación.
El
etnógrafo “inscribe” discursos sociales, los pone por escrito, los redacta.
¿Qué
fija la escritura?
“No
el hecho de hablar, sino lo “dicho” en el hablar, y entendemos por “lo dicho” en el hablar esa exteriorización
intencional constitutiva de la finalidad del discurso gracias a la cual el
decir tiende a convertirse en enunciación, en lo enunciado. En suma, lo que
escribimos es el “pensamiento”, el “contenido”,
la “intención” del hablar. Se trata de la significación del evento de
habla, no del hecho como hecho”.
El
análisis cultural es conjeturar significaciones, estimar las conjeturas y
llegar a conclusiones explicativas partiendo de las mejores conjeturas, y no el
descubrimiento del continente de la significación y el mapeado de su paisaje
incorpóreo.
VI
La
descripción etnográfica presenta tres rasgos característicos: es
interpretativa, lo que interpreta es el flujo del discurso social y la
interpretación consiste en tratar de rescatar “lo dicho” en ese discurso de sus
ocasiones perecederas y fijarlo en términos susceptibles de consulta; además es
microscópica.
Esto
no quiere decir que no haya interpretaciones antropológicas en gran escala de
sociedades enteras, de civilizaciones, de acontecimientos mundiales, etc.
El
antropólogo de manera característica aborda interpretaciones más amplias y hace
esos análisis más abstractos partiendo de los conocimientos extraordinariamente
abundantes que tiene de cuestiones extremadamente pequeñas.
Si
la importancia de los estudios localizados y microscópicos dependiera realmente
de semejante premisa- de que captan el mundo grande en el pequeño -, dichos
estudios carecen de toda relevancia. El lugar de estudio no es el objeto de
estudio. Los antropólogos no estudian aldeas (tribus, pueblos, vecindarios,
etc), estudian en ladeas.
El
concepto de “laboratorio natural” ha sido gravemente perjudicial, no sólo
porque la analogía es falsa, sino porque conduce a la creencia de que los datos
procedentes de los estudios etnográficos son más puros o más importantes o más
sólidos o menos condicionados que los datos derivados de otras clases de indagación
social. La gran variación natural de las
formas culturales es, desde luego el gran recurso de la antropología, pero
también es el terreno de su más profundo dilema teórico.
Los
hallazgos etnográficos no son privilegiados, son sólo particulares. Considerarlos
algo más (o algo menos) lo deforma y deforma sus implicaciones, que para la
teoría social son mucho más profunda que la mera primitividad.
Lo
importante de las conclusiones del antropólogo es su complejo carácter
específico y circunstanciado.
El
problema metodológico que presenta la naturaleza microscópica de la etnografía
es real y de peso. Pero es un problema que puede resolverse comprendiendo que
las acciones sociales son comentarios sobre algo más que ellas mismas, y que la
procedencia de una interpretación no determina hacia donde va a ser luego
impulsada.
VII
La
interpretación es presentada como válida en sí misma o, lo que es peor, como
validada por la supuestamente desarrollada sensibilidad de la persona que la
presenta; todo intento de formular la interpretación en términos que no sean
los suyos propios es considerado una parodia o como un intento de etnocéntrico.
Hay
que admitir que existe una serie de características de la interpretación
cultural. La primera característica es la necesidad de que la teoría permanezca
más cerca del terreno estudiado de lo
que permanece en el caso de ciencias más capaces de entregarse a la abstracción
imaginativa. En antropología, sólo breves usos de razón suelen ser efectivos:
vuelos más prolongados van a parar a sueños lógicos y a confusiones
académicas con simetría formal.
La
tensión entre la presión de esta necesidad de penetrar en un universo no
familiar de acción simbólica y las exigencias de progreso técnico en la teoría
de la cultura, entre la necesidad de aprehender y la necesidad de analizar es
muy grande y esencialmente inevitable. En realidad, cuanto más se desarrolla la
teoría más profunda se hace la tensión. Esta
es la primera condición de la teoría cultural: no es dueña de sí misma.
Las generalidades a las que logra llegar se deben a la delicadeza de sus
distinciones no a la fuerza de sus abstracciones.
El
análisis cultural se desarrolla según una secuencia discontinua pero coherente
de despegues cada vez más audaces. Los estudios se realizan sobre otros
estudios, es decir, de que con mejor información y conceptualización, los
nuevos estudios se sumergen más
profundamente en las mismas cuestiones. Todo análisis cultural serio parte de
un nuevo comienzo y termina en el punto al que logra llegar antes de que se
agote su impulso intelectual.
Un
estudio antropológico representa un progreso si es más incisivo que aquellos
que lo precedieron; pero el nuevo estudio no se apoya masivamente sobre los
anteriores a los que desafía, sino que se mueve paralelamente a ellos.
En
el estudio de la cultura los significantes no son síntomas o haces de síntomas,
sino que son actos simbólicos o haces de actos simbólicos, y aquí la meta es el
análisis del discurso social.
Así
llegamos a la segunda condición de la teoría cultural: no es predictiva. Quien
pronuncia un diagnostico no predice el sarampión, manifiesta que alguien tiene
sarampión o que es probable que a breve plazo alguien lo adquiera.
En
el estilo clínico de la formulación teórica, la conceptualización se endereza a
la tarea de generar interpretaciones de hechos que ya están a mano, y no a
proyectar resultados de manipulaciones experimentales o a deducir estados
futuros de un determinado sistema. La teoría tiene que ajustarse a realidades
pasadas, y también debe contemplar realidades futuras. El marco teórico dentro
del cual se hacen dichas interpretaciones debe ser capaz de continuar dando
interpretaciones defendibles a medida
que aparecen a la vista nuevos fenómenos sociales. En cada estudio no se crean
de nuevo enteramente las ideas teóricas; las ideas se adoptan de otros estudios
afines y se las aplica a nuevos problemas de interpretación. Si dichas ideas
dejan de ser útiles ante tales problemas, cesan de ser empleadas y quedan más o
menos empleadas; de lo contrario se las continúa elaborándolas y usándolas.
La
teoría funciona como una distinción más
relativa entre “inscripción” (descripción densa) y “especificación”
(diagnóstico) entre establecer la significación que determinadas acciones
sociales tienen para sus actores y enunciar lo que el conocimiento así
alcanzado muestra sobre la sociedad al que se refiere y, más allá de ella,
sobre la vida social como tal. Nuestra doble tarea consiste en descubrir las
estructuras conceptuales que informan
los actos de nuestros sujetos, lo “dicho” del discurso social, y en construir
un sistema de análisis en cuyos términos aquello que es genérico de esas
estructuras, aquello que pertenece a
ellas porque son lo que son, se destaque y permanezca frente a los otros factores
determinantes de la conducta humana.
En
etnografía, la función de la teoría es suministrar un vocabulario en el cual
pueda expresarse lo que la acción simbólica tiene que decir sobre sí misma,
sobre el papel de la cultura en la vida humana.
La
meta es llegar a grandes conclusiones partiendo de hechos pequeños pero de
contextura muy densa, prestar apoyo a enunciaciones generales sobre el papel de
la cultura en la construcción de la vida colectiva relacionándolas exactamente
con hechos específicos y complejos.
En
el nivel más inmediato de la observación se desarrolla la interpretación y la
teoría de que depende conceptualmente la interpretación.
Las
formas de la sociedad son la sustancia de la cultura.
VIII
El
análisis cultural es intrínsecamente incompleto; cuanto más profundamente se lo
realiza menos completo es.
Uno
puede escapar a esta situación de varias maneras: convirtiendo la cultura en
folklore y colectándolo, convirtiéndola en rasgos y contándolos, convirtiéndola
en instituciones y clasificándolas, o reduciéndola a estructuras y jugando con
ellas.
Lo cierto es que abrazar un concepto
semiótico de cultura y un enfoque interpretativo de su estudio significa
abrazar una concepción de las enunciaciones etnográficas “esencialmente
discutible”.
La
antropología interpretativa, es una ciencia cuyo progreso se caracteriza menos
por un perfeccionamiento del consenso que por el refinamiento del debate. Lo
que en ella sale mejor es la precisión con que nos vejamos unos a otros.
Siempre
esta en peligro de que el análisis cultural pierda contacto con las duras
superficies de la vida, con las realidades políticas y económicas dentro de las
cuales los hombres están contenidos siempre, y pierda contacto con las
necesidades biológicas y físicas en que se basan esas duras superficies. La
única defensa contra este peligro y contra el peligro de convertir así el
análisis cultural en una especie de esteticismo sociológico, es realizar el
análisis de esas realidades y esas necesidades en primer término.
Considerar
las dimensiones simbólicas de la acción social – arte, religión, ideología,
ciencia, ley, moral, sentido común- es sumergirse en medio de tales problemas.
La
función de la antropología interpretativa es darnos acceso a respuestas dadas
por otros, y no respuestas a nuestras preguntas.
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