Ginzburg busca dar
cuenta cómo a fines de s. XIX surge en el ámbito de las ciencias sociales, un
modelo epistemológico; el autor considera que ese método puede quizás ayudar a
suponer la estéril oposición entre racionalidad e irracionalidad.
Entre 1874 y 1876
aparecieron artículos sobre pintura italiana en una revista alemana de historia
del arte, su autor fue el italiano Giovanni Morelli que dio lugar al “método
Morelli” ¿en qué consiste este método?
Morelli decía que
en los museos hay muchas pinturas atribuidas de manera errónea y que distinguir
una copia de un original es muy difícil. Morelli y que para poder
diferenciarlo, hay que abandonar el método habitual de centrarse en las
características sobresalientes de las pinturas. Morelli, en cambio, sostenía
que había que concentrarse en los detalles menores, en los menos significativos
del estilo típico del pintor (los lóbulos de las orejas, las uñas, la forma de
los dedos de las manos y los pies, etc.) que sí aparecían en las obras
originales y no en las copias. A pesar de las proezas, su método fue muy
criticado, se lo tachó de mecánico y positivista y cayó en desgracia hasta que
Edgar Wind, lo propuso como ejemplo de una aproximación más moderna a las obras
de arte, que tiende a una apreciación de detalle más que de conjunto.
El italiano Enrico
Castelnuovo trazó un paralelo entre los métodos de clasificación de Morelli y
los que Sir Arthur Conan Doyle le atribuyó a su personaje de ficción Sherlock
Colmes. Tanto el especialista en arte como el detective, se dedican a descubrir
indicios no observados por nadie (uno en la obra y otro en el delito).
Goffman también
señala la influencia de los ensayos de Morelli para Freud, cuando este todavía
estaba alejado del psicoanálisis. El propio Freud destacó la importancia del
método interpretativo de Morelli que se basaba en considerar los detalles
marginales e irrelevantes como indicios reveladores. El método de Morelli se
basa en detalles hasta entonces considerados por todo el mundo como triviales y
carentes de importancia –indignos de ser advertidos-; pero que para el autor
proporcionaban la clave para acceder a los productos más elevados del espíritu
humano. Según Morelli, los detalles marginales eran reveladores porque en ellos
la subordinación del artista a las tradiciones culturales desaparecía y daba
lugar a una manifestación puramente individual; “los detalles se repetían de modo casi inconsciente, por la fuerza de
la costumbre” (Morelli)
Vemos como Goffman
marca en los tres casos (Morelli, Homes y Freud) como uno detalles minúsculos
proporcionan la clave para acceder a una realidad más profunda, inaccesibles
por otros métodos: para Freud esos detalles son “síntomas”, para Colmes son “pistas”
y para Morelli son “rasgos pictóricos”.
Ya para la década
de 1870-1880, ese modelo basado en la interpretación de unos “indicios”, había
llegado a tener gran influencia en el campo de las ciencias humanas; pero sus
raíces eran muchos más antiguas: por
ejemplo, durante miles de años la humanidad vivió de la caza y los cazadores
aprendieron a reconstruir el aspecto y los movimientos de una presa invisible a
través de sus rastros: huellas en el terreno, ramitas rotas, excrementos, pelos
o plumas arrancadas, olores, etc.; aprendieron a dar significado y contexto a
la más mínima huella o indicio.
Hasta acá vemos
como es legítimo hablar de un paradigma indiciario o adivinatorio orientable
hacia el pasado, o el presente, o el futuro según el tipo de conocimiento
invocado. Si la realidad no era cognoscible directamente, entonces, era
legítimo el paradigma indiciario utilizado por muchas actividades, operando
bajo un “saber conjetural”, es decir, “juzgar por signos”.
La medicina es una
de las disciplinas que se rige por este método del indicio o signo; a lo largo
del tiempo se ha presentado dos razones fundamentales que explican la falta de
certidumbre de la medicina: una, las descripciones de enfermedades concretas no
resultaban necesariamente adecuadas en la práctica, ya que una enfermedad se
puede presentar de formas diferentes en cada paciente; y otra razón, es que el
conocimiento de una enfermedad seguía siendo indirecto e indiciario (los
secretos del cuerpo vivo permanecían por siempre, por definición,
inalcanzables). Pero a pesar de las objeciones, la medicina era una ciencia
reconocida por la sociedad; reconocimiento o prestigio que no gozaron todas las
disciplinas indiciarias.
Fue durante el s.
XVIII, donde se da un cambio a partir de una ofensiva cultural, donde la
burguesía se fue apropiando del saber popular tradicional, lo organizaron y lo
anotaron dando lugar a la aparición de la “enciclopedia”. Pero fue gracias a
las obras de ficción que el paradigma indiciario logró un éxito nuevo e
inesperado.
Goffman dice que
podría comparar las líneas de esta investigación con los hilos de un tejido,
este es el paradigma que ha ido llamando de diferentes formas según el contexto
(venatorio, adivinatorio, indiciario o semiótico). Ahora bien, entre los s.
XVIII y XIX, con la aparición de las ciencias humanas, la constelación de
disciplinas indiciarias cambió profundamente, donde la medicina confirmó su
elevado rango social y científico y se convirtió en el punto de referencia
implícito o explícito de todas las ciencias humanas que acabaron por adoptar
cada vez más el paradigma indiciario de la semiótica.
Parece imposible
eliminar el rigor de este paradigma indiciario, ya que se trata de formas de
saber que tienden a ser “mudas”,
cuyas reglas no se prestan con facilidad a ser articuladas formalmente, ni aún
a ser expresadas. En este tipo de saber entran en juego factores que no pueden
medirse: olfato, vista, intuición.
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